¿Qué PCE?
Quiero partir de una necesidad personal a la que no pienso renunciar y que desde luego no he podido satisfacer muchas veces. Quiero y necesito como comunista que hace un trabajo político, reunirme cada tiempo con mis camaradas para cotejar experiencias, tomar acuerdos, enriquecer mis conocimientos teóricos y políticos y sobre todo para sentirme partícipe con otros y otras de una cosmovisión por la que he apostado hace tiempo. La satisfacción de esta necesidad debe ser reglada y contemplada a la luz de una estructura organizativa creada para ello; no estoy postulando una tertulia sino una entidad orgánica ligada a la consecución, en última instancia de un proyecto de sociedad; como comunista me siento ligado a una cosmovisión. Y como he dicho en bastantes ocasiones lucho, trabajo y defiendo IU pero desde mi militancia comunista. A partir de ahí todo es cuestionable, cambiable, superable y desde luego manifiestamente mejorable. La crisis, que lo es también de civilización, exige una respuesta anclada en una concepción alternativa que sepa, desde su posicionamiento alternativo nítido, encontrar en cada momento la coyuntura de lucha que produzca alianzas, apoyos y estrategias compartidas.
Pero esta necesidad no puede estar servida por un ente que duplica funciones, confunde planos de actuación y se siente como total rehén de las valoraciones, acuerdos y decisiones de la fuerza política que ha decidido desarrollar, en este caso IU. Tampoco es el caso contrario. Se trata de una articulación de planos de expresión sin duda difícil pero no imposible y que en el fondo refleja las contradicciones y dificultades con que el movimiento revolucionario debe actuar.
Las reglas fijas e inmutables son para lo inerte.
Creo que nuestro Partido ha tenido un acierto cada vez que ha organizado y desarrollado plataformas e instancias unitarias. Y ello no es una característica que deba atribuirse exclusivamente a la ilegalidad sino que puede ser una manera peculiar de ejercer el trabajo político: ser la permanente levadura y fermento de la movilización social hacia la plena emancipación. Pudiera ser que un PCE a palo seco, con sus siglas y símbolos tuviera un 10% de los votos, pero allí se estancaría y además estaría sujeto a los vaivenes de la coyuntura política más inmediata. Para mí un Partido Comunista es la organización de una teoría política, una discurso, unos valores, una estrategia y unas alianzas; labores que requieren una cierta separación de las urgencias de lo inmediato.
La lucha contra el Capitalismo globalizado ya no es sólo una cuestión de reparto- que también- sino de modelo alternativo de sociedad, con otros valores, otros modelos de calidad de vida, una especial atención a la cultura y a la ciencia, una aplicación universal de los DDHH y unas nuevas formas de concebir y aplicar la Política. En consecuencia la reflexión al aire de la práctica y de la profundización de la Democracia exigen una fuerza política concretada en una organización de cuadros. Creo que esta es la opción que tenemos delante de nosotros; es más, creo que no tenemos otra. Quiero aclarar, para evitar malos entendidos, que no tengo en mi mente ningún modelo del pasado; un partido de cuadros no es, en absoluto, una organización de élite o de cierta aristocracia de izquierda sino una especialización hija de la voluntad, la entrega y la capacidad de ganarse en buena lid el respeto desde su apertura a todo el mundo.
Está claro que ello significa en primer lugar una concepción organizativa radicalmente distinta a la actual. Pero significa además un cambio total en la metodología de trabajo, en las características y tipo de militancia. Pero sobre todo significa la implicación de sus miembros en frentes de trabajo específicos:
organizaciones de masas, culturales, científicas, etc. La militancia en el nuevo ente comunista debería estar avalada por la aportación para el análisis, la decisión y la aplicación, desde las experiencias de cada frente y cada militante.
En consecuencia y cara al XVIII Congreso propongo una Convocatoria a las demás familias y culturas comunistas. Pero también a aquellos y aquellas que habiendo estado con nosotros durante años de lucha y militancia estarían dispuestos a reintegrarse en una entidad comunista propia del siglo XXI sus problemas, sus formas de manifestación de la lucha de clases y sobre todo con la capacidad de organizar o insertarse en el sujeto plural de la revolución y sus diversas culturas.
La dura lección de los últimos acontecimientos.
En el ánimo de muchos de nosotros estaba presente hace años la necesidad de que el PCE hiciese una profunda reflexión en torno al sentido de su existencia, su trabajo y su futuro. Los cambios operados en el mundo, el avance de la ideología conservadora, el aumento de las diferencias económicas entre poseedores y desposeídos, la multiculturalidad, el calentamiento global, el armamentismo pero sobre todo la asunción del consumismo y demás valores del neoliberalismo por grandes sectores de la población tanto en el primer mundo como en el países en vías de desarrollo, etc., exigen, desde la voluntad de cambiar mediante la Construcción de la Alternativa, un rearme precedido del conocimiento de nuestra propia realidad orgánica y política.
La puesta en marcha del Manifiesto-Programa obedecía a esa necesidad; por eso se hizo tanto hincapié en que lo importante de aquél proyecto no era sólo la elaboración del mismo sino el método participativo con que debía hacerse. Se buscaba, en definitiva, la creación de conciencia de ser, de actuar, de auto-identificarse personal y colectivamente. Para algunos de nosotros había además otra motivación no menos importante. Creíamos que el proyecto de IU iba a la deriva y que más tarde o más temprano nos encontraríamos ante lo que ya tenemos delante: la práctica extinción de IU. Pensábamos que llegado ese momento debería haber un PCE cohesionado, con ideas claras, reafirmado en sus convicciones pero con una propuesta alternativa hija de la preparación, el debate y la síntesis operativa. Y esa necesidad era más urgente aún en la medida en que, como tantas veces, dirigentes conocidos del PCE hacían derivar el Proyecto de IU hacia otros derroteros lejanos de su origen. Si repasamos la nómina de miembros y dirigentes del Partido que comparten las posiciones del Coordinador General nos reafirmaremos en la necesidad de que el Manifiesto-Programa y su metodología participativa deberían haberse aplicado antes; tiempo hubo. Ahora estamos en presencia de un Rubicón ante el que ambas organizaciones, PCE e IU, deben tomar la decisión de cruzarlo, con los riesgos inherentes o al contrario instalarse en la comodidad de la agridulce muerte por consunción, por extinción.
Los acontecimientos nos han colocado ante la necesidad inminente de abordar en primer lugar la crisis de IU. Si hubiésemos avanzado en resolver la cohesión del PCE podríamos abordar el problema de IU desde una doble opción: refundarla o crear otra instancia unitaria. El caso es que así, como están las cosas, sólo cabe la primera opción. Pero escogida por necesidad esta última, el PCE debe prepararse para su propia Refundación; la asunción colectiva, consciente y dirigida a la acción de una nueva identidad comunista pero sobre otras bases políticas y organizativas que, asumiendo la herencia del pasado, le ubique en una nueva fase de su historia.
La propuesta
La Refundación del PCE no puede ser como tampoco la de IU el resultado de un proceso endogámico sino, muy al contrario, el resultado de una conjunción de personas, colectivos y grupos que se definen como comunistas, vengan de la tradición que vengan. Ex militantes, simpatizantes, apartados provisionalmente de la actividad, y otros, deben encontrar en la Convocatoria el estimulante reto de recrear una organización comunista preparada para ejercer su función revolucionaria en esta época de Globalización capitalista. Esta idea era central en la metodología primitiva del Manifiesto-Programa.
Nuestra experiencia como Partido nos ha enseñado y las enseñanzas de muchos de nuestros teóricos han reiterado que los comunistas somos los impulsores de un movimiento real que constantemente va impulsando cambios y generando procesos de masas. Esto nos sitúa en el ejercicio de un papel extremadamente importante pero a la vez difícil. Exige una permanente capacidad de análisis colectivo y un saber estar en el sitio justo; no es una cuestión de vanguardia sino de centro-eje que impulse desde la reflexión una actividad política transformadora y simultáneamente liberadora de conciencias. En definitiva se trata de una fuerza política que se asemeje a lo que en otros momentos se ha llamado partido de cuadros cuyos militantes ejercen una parte muy importante de su actividad en otras instancias unitarias de masas y en otros colectivos sociales, culturales, artísticos y alternativos.
Es obvio que la organización territorial de esta fuerza es la menos indicada para tal trabajo; creo que se debe recuperar la organización sectorial o aquella otra que tenga como objetivo la acumulación de análisis, propuestas e impulsos de determinados Frentes de Trabajo
La nueva organización debe tener una estructura federal que no es otra cosa que la manifestación de una entidad unitaria que acuerda su unidad desde el consenso, con unas reglas claras y con una jerarquía pactada, de competencias, responsabilidades y estatutos. Los taifatos deben ser erradicados totalmente. Nuestro concepto de federalidad tiene como base la eficacia democrática en orden al supremo interés de los trabajadores. El objetivo último, el Socialismo junto con lo que le es inherente, la Democracia, son los únicos conceptos que son a la vez instrumento y objetivo.
Dos vías alternativas
Desde la puesta en marcha del método expuesto anteriormente y con las características descritas quedaría una doble opción con referencia a la fuerza surgida de este proceso:
A) La creación de una fuerza política de carácter, nombre y entidad marxistas que recogiendo la herencia del PCE supusiese la evidencia de una nueva fase de la organización revolucionaria.
B) La creación de un Partido Comunista de España que manteniendo su nombre incorporase en sus siglas elementos indicadores de su Refundación en aras de la actualización de las tareas revolucionarias.
Soy más que consciente de que esta última cuestión puede suscitar el mayor debate a la luz de los nominalismos y de los escapismos. Pero sé también que si, de una vez, no afrontamos las cosas con racionalidad, no acabaremos nunca la interiorización. El Partido es un instrumento, no un bien en sí mismo.
¿Cuándo y Cómo?
En la reunión que mantuvimos los miembros del Secretariado de la Comisión Redactora con camaradas de la Permanente ( Francisco Frutos, Felipe Alcaraz y Curro Martínez) se llegó a la conclusión, y en vista de la situación del Manifiesto-Programa, de que se publicarían sistematizadas las respuestas que habían enviado los camaradas y organizaciones participantes en el debate del Cuestionario. Prácticamente hemos terminado de hacerlo y estamos en fase de publicarlas. Pero seguíamos pensando que el debate colectivo seguía siendo necesario, por lo que acordamos también la creación de una especie de célula de reflexión que elaborara las líneas maestras de un documento-Tesis sobre las cuales discutirían la Comisión Redactora y la Dirección del Partido en última instancia. El resultado final se elevaría como proyecto de Tesis a la Conferencia del Partido convocada al afecto o al Congreso del mismo.
Lo que he expresado en las líneas anteriores y que responde a mi visión personal obedece a dos razones:
1. La necesidad política y personal de expresarme y manifestar el resultado de mis reflexiones que no irían más allá si no fuera porque creo que los momentos por lo que atravesamos necesitan del estímulo y la provocación al debate.
2. Creo que muchas de las ideas expuestas sintonizan con las opiniones y visiones de bastantes camaradas. Si he conseguido estimular la reflexión y las ganas de debatir para buscar síntesis y construir alternativas me doy por satisfecho. En todo caso quiero que se den por reproducidas aquí las mismas precisiones que he hecho al comienzo del documento sobre IU que fue conocido en el Comité Federal del 12 de Abril del 2008.