Les ha faltado tiempo a los corifeos del sistema para pedir una nueva reforma laboral como panacea milagrosa para hacer frente a la crisis. El sector fundamentalista de la CEOE pide abiertamente el despido libre. Un grupo de cien – o más – lumbreras de la ciencia económica encabezados por Guillermo de la Dehesa, quien no hace tanto presentaba como un «éxito» de la economía española la «reducción estructural del déficit por cuenta corriente» en el país desarrollado con mayor déficit exterior del mundo (¡!), plantea el «contrato único» como versión descafeinada de lo mismo. Y por supuesto el inevitable Mafo apoyado ahora por el capo de todos los capos, Trichet.

Lo que nadie parece recordar es que llevamos treinta años de reformas laborales, todas con la excusa de hacer crecer el empleo reduciendo la famosa «rigidez», sin que hayamos dejado de ser el país con más paro de Europa ni por un ratito.

Ocurre como con la Ley del Suelo, que cada vez que se reforma para abaratar las viviendas se desata una burbuja especulativa.

Treinta años bastarían para cualquiera para llegar a la conclusión de que por ahí no va la cosa. Veamos: en 1971, Ernest Mandel decía que «el crecimiento de la economía capitalista española adquiere así una forma espasmódica particular. Cada fase de fiebre expansionista interna (…) provoca inflación y un aumento del déficit de la balanza comercial. Cada dificultad coyuntural de la economía imperialista internacional reduce inmediatamente los recursos exteriores que deben reabsorber este equilibrio.» Casi 20 años después, Moral Santín vuelve sobre el tema: «el capital extranjero ha continuado desempeñando en el periodo de la transición, un papel crucial en el proceso de internacionalización, y en la reproducción de la economía española, tanto desde el punto de vista de la aportación financiera y tecnológica, como en el referido al equilibrio del sector exterior.» En estos momentos, como recuerdan las tesis aún en borrador para el XVIII Congreso del PCE, volvemos a encontrarnos en una situación como la que describía Mandel. En ese tiempo hemos tenido nada menos que ¡once! reformas laborales (www.rebelion.org/noticia.php?id=53 843).

¿Para cuándo la reforma empresarial? Si tras once recortes, precarizaciones y pérdidas de derechos de los trabajadores y trabajadoras, los empresarios españoles no han sido capaces de aumentar la célebre competitividad, elevar el nivel tecnológico, mejorar la autofinanciación de las empresas será porque no saben o porque no les interesa. A lo mejor es a ellos a los que hay que reformar. O puestos a ello, echarlos.

Pero seamos moderados. Conformémonos de momento con refundar un sector público potente, apoyado en la economía social y en iniciativas de desarrollo territorial que creen empleo, atiendan necesidades sociales reales, protejan el medio ambiente y eleven el nivel tecnológico y cultural. A los empresarios privados mantengámoslos controlados y alejados de los bienes y servicios públicos y comunes. Como primer paso para flexibilizarlos. Definitivamente.