Es conocido el compromiso de Izquierda Unida con el cierre de las centrales nucleares pero, como todo lo que exigimos, va acompañado de una propuesta elaborada. En este caso también va acompañada la reivindicación con una alternativa.
Es evidente que una de las preocupaciones para el sector energético es resolver el problema de compatibilizar los compromisos del Protocolo de Kyoto con el mantenimiento del suministro energético de calidad y, añadimos nosotros, libre de los inconvenientes y peligros de la generación de energía de origen nuclear.
No se nos olvida, pero no es el elemento central de esta propuesta, que en el diseño futuro del sector energético deben jugar papel preponderante las medidas de ahorro y eficiencia así como el decidido impulso a las energías renovables.
El Plan que denominamos Plan Puente para Garantizar el Cierre de las Centrales Nucleares en el Primer Cuarto del Siglo XXI se centra en tres aspectos fundamentales: mantener un suministro de calidad sin encarecimiento de los costes de producción; cumplir los compromisos del Protocolo de Kyoto y disponer, desde lo público, un fondo económico suficiente para impulsar las inversiones necesarias en energías renovables y en ahorro y eficiencia energética.
En estos momentos las centrales nucleares tienen una estructura financiera que supone que el 70% de los costes se aplican a la amortización de la inversión inicial (incluidos los costes financieros). Esos costes, en España, se habían calculado para un período de 30 años.
Otra realidad es que, actualmente, la energía que producen las nucleares supone el 24 % del total producido en nuestro país lo que, en estos momentos, justifica para el lobby nuclear la necesidad de su mantenimiento. Alegan los problemas que esa pérdida del 24 % de la producción eléctrica acarrearía, y más en plena crisis dicen, para la competitividad de nuestra economía.
Por eso es urgente y necesario sustituir los KW producidos por la industria nuclear por otros que tengan su origen en las energías limpias.
Pero es evidente que ello requiere un importante esfuerzo inversor al que no parecen estar dispuestas las empresas eléctricas ni tampoco el sector privado.
Es, entonces, necesaria una acción decidida y potente por parte del sector público para impulsar las energías limpias.
Procede planificar adecuadamente el sector de las renovables para evitar que cuando concluya el período de amortización de las nucleares (recuérdese Garoña que lo acaba y las resistencias a cerrarla) se justifique su mantenimiento, o prórroga, por no haber previsto la producción energética sustitutiva de la de origen nuclear.
Por ello estamos dispuestos a aceptar una prórroga de 5 años de cada central nuclear existente si durante esa prórroga los importantes excedentes económicos que supone ese tiempo se ponen a disposición de un fondo finalista para la inversión a favor de las renovables y de las medidas de ahorro y eficiencia.
Este fondo, controlado públicamente, proponemos que tenga el destino siguiente:20 % para mantenimiento y seguridad de las nucleares en ese período; 15 % para la entidad gestora de la central correspondiente (nóminas, …); 15 % para la dinamización socioeconómica de la zonas que se verán afectadas en el futuro por el cierre de la nuclear (con participación de Ayuntamientos); 50 % para el impulso y la inversión en planes de energías renovables y de mejora del ahorro y la eficiencia energética (con participación de todas las CC.AA. y no sólo las que tengan nucleares).
Con el desarrollo de este Plan consideramos que podrían asumirse los objetivos fundamentales que toda planificación energética debe cumplir.
Creemos que nuestro Plan posibilita los siguientes puntos: los fondos necesarios para implementar los planes de ahorro y eficiencia y los de desarrollo de las energías renovables en todo el Estado; el incremento de la autonomía energética y diversificación de las fuentes de producción; la contribución al cumplimiento de los compromisos con el Protocolo de Kyoto; la seguridad de suministro y aprovisionamiento a la población y a la industria contribuyendo a la estabilidad de los precios de la energía, y por último, el establecimiento de una fecha fiable y segura del cierre de las nucleares
* Responsable Federal de I.U. de Agua, Energía, Transporte y Sostenibilidad
La falacia nuclear
El problema radica en que la situación de la energía nuclear en el mundo no puede seguirse por los medios de comunicación porque la imagen que se obtiene es manifiestamente falsa. Se llegaría entonces a la conclusión, vista la abundancia de noticias y la unanimidad que reflejan a la hora de aludir a lo necesario que es su despliegue, de que el mundo vive un renacer de esta industria que sólo representa el 3% del consumo de energía primaria total mundial. Cuando se miran los datos reales con detalle se aprecia que la potencia instalada total mundial está estancada, con una pequeña tendencia a decrecer desde hace más de 6 años.
Que en realidad sólo tres países, Rusia con 7 reactores en construcción, India con 6, y China con 6, tienen programas nucleares que merezcan consideración. Que en Europa sólo hay dos reactores en construcción, uno en Finlandia, que acumula importantes retrasos y sobrecostes y otro en Francia. Que en EE.UU, pese a que existe desde el Gobierno de Bush un programa de apoyo estatal a esta energía que proporciona financiación por el 80 % del coste de instalación, no se ha iniciado ningún nuevo reactor nuclear desde los años 80 y que en el mejor de los casos, se espera que en los próximos años se inicien de 2 a 5 reactores que apenas servirán para mantener la potencia instalada. Hoy funcionan 104 reactores en ese país que hace unos años eran 110. Que una cosa es que Sarkozi firme memorando de acuerdos para el desarrollo de la energía nuclear en todas las visitas que hace, y otra bien distinta es que después se construyan los reactores.
La paradoja para los que añoran esta tecnología es que los mercados eléctricos, cada vez más desregulados que se han ido imponiendo en buena parte del planeta en los últimos años, han hecho casi imposible el desarrollo de esta energía que tiene unos costes de construcción muy elevados, unos periodos desde que se inicia el proyecto hasta que se vierte el primer kw a la red muy largos, y, por tanto, una radical incompatibilidad con las aspiraciones de un sector económico que quiere hacer beneficios a corto plazo y con bajo nivel de riesgo. Si se escucha con atención los discursos de sus promotores, quienes piensan en construir centrales nucleares, piden al tiempo seguridades a largo plazo y apoyos públicos para afrontar el reto. Nada nuevo, el consabido liberalismo de los liberales.
En nuestro país las cosas tienen algún rasgo diferencial. No deben pasarse por alto los datos objetivos. Llegó a haber 10 centrales nucleares, de las que se han cerrado 2 (Vandellós I tras accidente en 1989, y Zorita por agotar su vida en 2006), pese a lo cual la potencia eléctrica nuclear ha aumentado ligeramente por la repotenciación de las que existían. La central nuclear mas “joven” es Trillo I y se terminó en 1988. El porcentaje de electricidad de origen nuclear viene descendiendo lentamente hasta situarse por debajo del 20%.
Y lo que es más importante, cuando se habla de c nstruir centrales nucleares nuevas, lo que en realidad se quiere es no cerrar las centrales viejas. Las centrales nucleares, que fueron amortizadas en el viejo sistema de “costes reconocidos” que funcionó en nuestro país hasta finales del siglo pasado, y después a través de los Costes de Transición de la Competencia establecidos en el nuevo marco legal, son hoy en el marco del nuevo sistema eléctrico, que funciona mediante “oferta competitiva” una máquina de hacer grandes beneficios. La paradoja es que son más rentables, cuanto más viejas e inseguras son. Por eso la resistencia numantina que ofreció todo el sector al cierre de la planta de Garoña.
Por insuficiente que parezca (y sea) el resultado de la prorroga por 4 años que se ha otorgado a Garoña, no debe perderse de vista, que este hecho marca un escenario de posible cierre de la restantes centrales nucleares. El reto por tanto, para los próximos años es mantener el sentimiento antinuclear, todavía mayoritario en nuestro país pese a la brutal propaganda desplegada, para conseguir que se cierren todas las centrales en el menor tiempo posible.
*Es portavoz de la plataforma contra las centrales térmicas