Va a cumplirse un año de Barak Obama en la Casa Blanca y en política exterior el balance no puede ser más negativo para los pueblos de América Latina y los gobiernos reformistas y revolucionarios en la región. El mandato de Bush terminó con la IV Flota de los EEUU recorriendo amenazante el mapa costero de Brasil. Sobre Cuba, el presidente Obama anunció una posible revisión del inacabable embargo que sufre la isla, pero todo quedó en nada. Como el cierre del campo de concentración y tortura de Guantánamo.

Tras la V Cumbre de las Américas de abril de 2009, donde Obama anunció una nueva etapa en su relación con sus vecinos del sur, se produjo en junio el Golpe de Estado en Honduras dirigido -como afirmó Hugo Chávez- «al eslabón más débil del ALBA» organizado por la oligarquía hondureña con el apoyo y planificación de la ultraderecha del pentágono y del establishment norteamericano de Hilary Clinton, quien ha mantenido en su cargo a la mayor parte de los halcones republicanos de la etapa Bush.

EEUU ha aceptado ya públicamente el golpe de estado en Honduras, la no reposición de Zelaya previa a las elecciones y el resultado ilegal de unas votaciones fraudulentas. Golpe de Estado que tiene entre sus motivos la anunciada decisión de Zelaya a Bush de convertir la base ilegal militar de EEUU en Honduras en un aeropuerto civil y comercial.

El anuncio de la instalación de siete bases militares de EEUU en Colombia es la respuesta a la valiente decisión del presidente de Ecuador, Rafael Correa, del cierre de la base militar USA en Manta (Ecuador). Este anuncio ha provocado una masiva respuesta de repudio en toda Latinoamérica, de sus pueblos y gobiernos, a excepción del peruano Alan García.

Se han terminado las expectativas que levantó Obama en relación a una nueva política exterior para América Latina. Los demócratas, que criticaban a Bush por no haber prestado atención a su ‘patio trasero’ priorizando la guerras imperialistas de Irak y Afganistán, demuestran ahora que están decididos, con golpes y con bases militares, a poner freno a los triunfos electorales de los gobiernos de izquierda, a la expansión del ALBA y al desarrollo de un proyecto regional de integración latinoamericana. Liderada por Venezuela y Brasil de distinta manera, esta integración busca consolidar un bloque político regional de poder latinoamericano, que logre junto al desarrollo de los derechos humanos de los pueblos, una verdadera soberanía económica, política y militar, inexistente en estos países desde las independencias de Bolívar.

Guerra entre
Colombia y Venezuela

¿Desde cuándo el sometimiento es soberanía? El gobierno de extrema derecha de Uribe, que tiene ya más de 70 diputados y senadores procesados, imputados o encarcelados por vínculos con el narcotráfico y el paramilitarismo, ha presentado este acuerdo con EEUU como una decisión soberana de Colombia que se llevará a efecto mediante el arrendamiento de bases colombianas ya existentes con excusa filantrópica de combatir «al narcotráfico y al terrorismo». Esta decisión supone una grave amenaza para la paz, un aumento del intervencionismo de EEUU en América Latina y la posibilidad de futuros conflictos entre Colombia y Venezuela o Ecudor, que podrían extenderse a la región.

EEUU tenía ya en Colombia tres bases militares. La de Arauca, en teoría diseñada para combatir el narcotráfico, es utilizada como punto estratégico para las escuchas con rádar, el monitoreo y control social y militar de toda la zona petrolera, especialmente la de Venezuela.

Larandia es una base para helicópteros y aviones con una pista de aterrizaje para bombarderos B-52, y con cobertura para ataques en todo el continente. La base militar Tres Esquinas, que sirve para operaciones terrestres, helitácticas y fluviales, es un punto estratégico para la lucha contra la guerrilla, instalación receptora de armamento y logística permanente, y punto de entrenamiento de tropas de combate.

Y esto ocurrirá con la complacencia de gobiernos europeos como el español, que apoyan un proyecto neocolonizal apoyando a unas multinacionales que sin escrúpulos, saquean la economía de esos países, explotan a sus trabajadores, violan derechos de indígenas y campesinos, estafan a sus Estados y dañan el medio ambiente.

Esto implicará para suramérica una vuelta a las políticas de dominación y militarización más tradicionales del imperialismo, también con Obama. El pentágono es consciente de que tras la emergencia como nuevas potencias de China, India o Brasil, y los fracasos militares en Oriente Medio, es tarea de este periodo demostrar al mundo al menos el pleno control de su ‘patio trasero’, muy revolucionario en los últimos tiempos, o no podrá seguir imponiendo su hegemonía. Aunque el coste sea un conflicto o una guerra regional en la zona andina de impredecibles consecuencias.

Guerra que bien podría empezar Colombia contra Chávez o Correa cuyos proyectos de país son opuestos al de Álvaro Uribe. En la teoría y en la práctica son los gobiernos, junto a Bolivia, más antiimperialistas en la región y han sido constantemente atacados por el gobierno del protectorado en que se ha convertido Colombia.

Uribe, señalado como el narcotraficante 82 para el Departamento de Estado antes de llegar al poder, violó en 2008 la soberanía de Ecuador con la decisión ilegal de bombardear un campamento de las FARC y asesinar a Raúl Reyes. Las provocaciones de Uribe a Chávez han sido constantes, como la de ‘vender armas y ser amigo de las FARC. Muy a su pesar, porque sus proyectos son proyectos de paz, Ecuador y Venezuela se hayan en una ‘guerra fría’ con Colombia. Conscientes del nuevo papel de este país como nueva plataforma de expansión militar imperial, los países del UNASUR han constituido recientemente el Consejo de Defensa Sudamericano, y en la Cumbre celebrada en Argentina han dicho que ‘las bases son la semilla de la guerra’.

Una guerra colombo-venezolana, iniciada tras uno de los muchos conflictos que ya se producen en la frontera, ¿no supondría la paralización al menos parcial de las reformas políticas chavistas y el fin del liderazgo antiimperialista e integracionista de Venezuela en la región? ¿No se empleó la guerra para truncar el proyecto político transformador que supuso la II República Española?

La guerra regional podría convertirse en la solución temporal a la extensión y el desarrollo de proyectos políticos de transformación social a la izquierda en países como Ecuador, Paraguay, Bolivia o El Salvador, que no podrán ser frenados de otra manera. El golpe preventivo, una vez experimentado en Honduras y aceptado por la comunidad internacional, podría ser exportable a todos aquellos países cuyos pueblos establezcan en las Asambleas Constituyentes el primer paso para proyectos revolucionarios.

Las bases militares de EEUU en el mundo son varios centenares, pero en América Latina son veinte. Ubicadas varias en el Caribe, rodean ya de hecho a Venezuela. Hay bases en Guantánamo (Cuba) y Puerto Rico (Vieques). Las de Aruba y Curazao se utilizan para el monitoreo satelital y para la vigilancia del Caribe. En Centroamérica, hay bases en Panamá, El Salvador, Costa Rica y Honduras. En Perú hay bases en Iquitos y Manaos. En Paraguay, en el Chaco, existe la base naval Mariscal Estigarribia. Uribe y Obama quieren instalar ahora otras siete: tres aéreas (Palanquero, Apia y Malambo); dos navales (Cartagena y Bahía Málaga); y tres del ejército: Tolemaida, Cundinamarca y Larandia. ¿Le parecía poco a Obama y al imperialismo?

Estemos alerta. El deber de Izquierda Unida, como fuerza internacionalista, no puede ser otro que la denuncia contundente de estos hechos en todo foro y ocasión. La solidaridad con América Latina requiere una vez más de nuestra movilización. El imperialismo siempre estuvo contra la paz y contra los derechos humanos de los pueblos. También con Obama.

* Fran Pérez Esteban es Secretario de DDHH y Solidaridad Internacional de IU