El 20 de octubre, ETA daba a conocer un comunicado anunciando el «cese definitivo de su actividad armada», apostando por la lucha ciudadana al plantear que «cada paso, cada logro, será fruto del esfuerzo y de la lucha de la ciudadanía vasca». Al tiempo que hacia un «llamamiento a los Gobiernos de España y Francia para abrir un diálogo directo que tenga por objetivo la resolución de las consecuencias del conflicto y, así, la superación de la confrontación armada». Párrafo éste último inquietante porque pretende seguir tutelando tanto la gestión como la resolución del tema de los presos y sus activistas.

Este comunicado ha venido precedido de la Conferencia de Paz celebrada en Donostia dos días antes, en la que han participado personalidades internacionales, exigiendo a la banda terrorista su desaparición y ha servido de aterrizaje a ETA para escenificar su final, intentando ésta presentarlo como un triunfo de su estrategia violenta y ocultando, por tanto, su debilidad extrema y su derrota en toda regla.

El comunicado ha sido celebrado por casi todas las fuerzas políticas y gobiernos, si bien gran parte de las víctimas han expresado su escepticismo ante el mismo, tras más de una decena de declaraciones de tregua que han resultado fallidas.

La banda terrorista deja un reguero de muerte de más de 800 asesinatos, de miles de heridos, destrozos cuantiosos, amenazados, extorsionados, nos deja el miedo a hablar a una ciudadanía que, salvo honrosas excepciones, ha mirado hacia otro lado.

Balance realmente espantoso para que Batasuna intente disfrazarlo de victoria y menos aún, desde una óptica de izquierdas. No han conseguido ni una de sus aspiraciones políticas: ni la independencia, ni el derecho de autodeterminación, ni la territorialidad (Euskadi, Navarra y el País Vasco francés). Eso sin hablar de la aspiración de alcanzar mayores cotas de bienestar para la ciudadanía vasca, que ha tenido que sufragar el enorme gasto de proteger a miles de políticos, jueces y otras personas. Que ha visto como la derecha política recortaba derechos de reunión, expresión o manifestación o cómo la actividad violenta representaba un obstáculo insalvable para alcanzar políticas de alianzas transformadoras y de clase en Euskadi y Navarra.

El comunicado viene precedido y ha sido posible porque han interactuado muchos factores: el acoso policial, judicial e institucional que ha ido debilitando a ETA y a Batasuna; la conciencia social de rechazo al terrorismo que se ha ido abriendo paso con mayor fuerza en los últimos años; la falta de apoyo internacional; la irrupción en escena del terrorismo de Al Qaeda; la apuesta de la izquierda abertzale por las vías democráticas tras llegar al convencimiento de que ETA ya no le servía a sus intereses y acabaría arrastrándola hacia su desaparición.

Sin duda, este es un momento histórico que debemos saber gestionar todas las fuerzas políticas y sociales para que desemboque en el fin definitivo del terrorismo, sin escatimar esfuerzo alguno, sabiendo que será un camino de difícil complejidad y que la convivencia social y la superación del miedo a expresar libremente las diferencias llegará más pronto que tarde.

Desde el Partido Comunista de Euskadi hemos defendido en treguas anteriores una serie de pasos que son de plena actualidad:

– El reconocimiento y apoyo a todas las víctimas, así como la garantía de que serán tenidas en cuenta en todo el proceso, desde la premisa de que la mejor contribución que se les puede hacer es asegurar que en el futuro no habrá ni una víctima más.

– La verificación de la destrucción de las armas, desmantelamiento de estructuras y disolución de la banda.

– La exigencia al Gobierno español para que promueva la derogación de aquellas leyes que atentan directamente contra las libertades democráticas, como la Ley de Partidos, así como de aquellas medidas penitencias penalizadoras como la Doctrina Parot.

– El cumplimiento de la legislación vigente en materia penitenciaria referida al acercamiento de los presos a sus lugares de origen, dando respuesta a la demanda de sus familiares y amplios sectores de la sociedad vasca.

Por último, una vez desaparecida la violencia de ETA, será el momento de abordar el encaje de Euskadi en el Estado español, a través de un proceso de participación ciudadana y bajo la premisa del derecho que tienen los pueblos y sus ciudadanías a decidir libremente su futuro de convivencia.