“Resumió el idealismo de su generación, pero fue incapaz de vencer a una sociedad corrupta y a un gobierno inmoral.”
Carlos Fuentes, sobre J.Seberg
Hasta que me topé con ese reportaje, ‘Centenario de Romain Gary…El Escritor que amó a Jean Seberg’, EM, 4 de dic / 2014, apenas nada sabía de la actriz norteamericana Jean Seberg, la llamada musa de la Nouvelle Vague, denominación que aglutina a ese grupo de cineastas franceses surgido a finales de la década de 1950.
Fue Gary uno de los más importantes y controvertidos escritores franceses de su tiempo: aviador, luchador en la Resistencia, diplomático, amigo de Malraux y Albert Camus y ganador del premio Goncourt por dos veces. Pero, con ser toda ella extraordinaria, de la peripecia vital de Romain Gary, seudónimo de Roman Kacew, merece también un destaque especial su relación con la actriz Jean Seberg, un vínculo que marcó sus vidas hasta el final…
El escritor francés, nacido en Lituania, y la actriz norteamericana, de apariencia francesa, se conocieron cuando él era cónsul general de Francia en Los Ángeles. Gary nunca fue un diplomático al uso, pues le consideraban demasiado bohemio y, por ello nunca le nombraron embajador. La diferencia de edad (24 años) no fue obstáculo para que se casaran en 1963, el mismo año en que nació su hijo, Alessandre Diego (que fue concebido en Mallorca) y su relación se prolongó, con notables altibajos, hasta 1970. Más allá, no obstante, Romain nunca abandonó a Jean.
El hijo de ambos, Alex Diego Gary, ha recordado recientemente que sus padres: “jamás dejaron de amarse y mi padre de inspirarse en ella” (…) “Mi padre siguió ayudando siempre a mi madre, y se inquietaba mucho cuando ella desaparecía en la noche” (…) “Mi madre fue perseguida por el FBI y por la CIA y sufrió un auténtico infierno por sus compromiso con los derechos civiles, que mi padre llamaba ‘su cruzada’ ”…
Solidaria y comprometida siempre con diversas causas de derechos humanos, a fines de los 60, Seberg efectuó repetidas donaciones para asociaciones de lucha por los derechos civiles de los afroamericanos. Estas contribuciones y sus decididas declaraciones contra el racismo la situaron como una prioridad en el objetivo del FBI. Había dado comienzo la misión de acoso y aniquilamiento de aquella joven de cara ingenua, a la que el escritor Carlos Fuentes describió como, «brillante, inteligente, bella y muy vulnerable”.
En el marco de la iniciativa ‘Programa de Contrainteligencia’, se marcó a Seberg como un objetivo “a ser neutralizado”. El programa, creado en 1956 por la oficina federal a cargo de J. Edgar Hoover para “causar confusión y conseguir deserciones” en el Partido Comunista norteamericano, luego amplió su esfera de acción para “desacreditar” también a organizaciones como la trotskista Socialist Workers Party (SWP), los ‘Panteras Negras’, el grupo de Martin Luther King, la Nación del Islam, los diversos movimientos pacifistas que se oponían a la guerra de Vietnam y cualquier personalidad considerada disidente o radical. El programa preveía acciones de infiltración, espionaje, hostigamiento legal y ataques directos (que iban desde robos, asaltos y palizas hasta asesinatos selectivos). Esto se complementaba con diversas herramientas de guerra psicológica, que contemplaban calumnias públicas, falsas noticias en los medios periodísticos…
En el caso de Seberg, además de señalar su presencia en la ‘lista negra’ y boicotear sus posibilidades laborales en los Estados Unidos, el FBI decidió a principios de los setenta lanzar una campaña difamatoria sugiriendo que el hijo que estaba esperando, con Romain Gary, en realidad era el vástago de un dirigente de los ‘Panteras Negras’. Esta campaña la afectó profundamente en pleno embarazo. La noticia tuvo mucha repercusión y se convirtió en un escándalo en Estados Unidos. A raíz de aquello, su carrera americana y su vida se vieron seriamente dañadas… La niña, prematura, murió al poco de nacer.
La frágil estabilidad emocional de Jean entró en una crisis permanente, hasta que el 30 de agosto de 1979 apareció su cuerpo sin vida en el interior de su automóvil, estacionado en un céntrico distrito de París. Tenía 40 años. En su mano, se encontró un papel arrugado que contenía las siguientes palabras: ”Querido Diego: Ya no puedo soportar estos nervios. Perdóname”. Un año después, Romain Gary también pondría fin a su existencia, dejando una escueta misiva: ”No es por Jean Seberg”.
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