Se acerca un extranjero, el grupo ahí reunido lo recibe con abrazos. Un Kamaz destartalado acapara la atención, ha venido de Siberia en una plataforma de 6 ejes. Debería haber cruzado a Lugansk esta noche “por lo verde”, pero Kiev ha comenzado a vigilar la frontera rebelde con helicópteros y Rusia no deja pasar ayuda extraoficial. Hay que descargar el Kamaz y esperar momentos mejores. Sacos de harina, arroz, trigo, productos de higiene, medicamentos, miel, tocino… todo se hacina en la casa de los cosacos. La plataforma se va, el camión sin matricula ni pilotos se queda en la calle. Trae más de 6.000 kg de ayuda humanitaria donada por voluntarios, miembros de ninguna organización.
En la red podemos encontrar numerosas organizaciones que envían ayuda civil y militar a Donbass, como “spasidonbass” de glen Kornilov, activista por la unidad de Novorossia, herido en los combates del aeropuerto de Donetsk. Un discreto almacén en Moscú reúne material y lo envía a Donetsk. El Partido Comunista de la Federación Rusa ha abierto puestos de recogida de ayuda por todo el país, su trabajo es tan discreto como extenso, se han sumado a la doctrina de la unidad eslava. Tras ellos hay numerosas organizaciones religiosas o humanitarias centradas en la ayuda civil y un montón de grupúsculos (como los “fans de Tolkien”) que combinan el turismo de guerra con el trasporte de medicamentos en maletas personales. Los medicamentos es lo más importante, subraya Emilie, responsable de Médicos sin Fronteras en Lugansk, cuya presencia nos recuerda que esta guerra no es de broma.
En el frente, lo mismo, faltan medicamentos y celox (pasta para frenar las hemorragias). Los manuales de medicina de guerra americanos no sirven: una primera cura en el campo de batalla no va seguida de una evacuación en helicoptero y el hospital: “al hospital puedes llegar 1 o 2 días después de ser herido”, cuenta un médico discreto y experimentado. Ha venido “por lo verde” desde Rusia a entrenar médicos locales. Como muchos instructores militares, no les dicen a su familia ni a su gobierno a dónde van. Todos se lamentan de lo mismo: “¡Bardak!”, una expresión rusa que mezcla “desorganización y bandidaje”. Quizá por eso muchas personas del lugar no entran en el ejército, saben quién es quién, conocen la “biográfia” y las ambiciones de algunos oscuros jefes políticos y militares. Más arriba aparece la corrupción apuntalada en la ley marcial. Los voluntarios nos lo recuerdan: “la ayuda se entrega de mano a mano, si no…”. Y es que en Donbass no solo lucha la oligarquía ucraniana, el estado y el mundo-empresa; también es el campo de batalla de la solidaridad y el egoísmo. Por eso atrae a tantos y tan diversos activistas: la milicia recoge desde veinteañeros con ganas de adrenalina hasta mayores que en lugar de dormir discuten sobre Marx y Engels. La edad media, 38.
Lugansk