El de Yolanda González es uno de los ejemplos -y que desgraciadamente no él único- de la violencia en la que se asienta el actual sistema en el que convivimos. Cronológicamente, y superada el periodo de “transición”, ella, junto con otros jóvenes como Arturo Ruiz, María José Bravo, Juan Carlos García o José Luís Alcazo, cayeron víctimas de la intransigencia y la sinrazón de los defensores de aquel régimen franquista que, si caduco, era evidente que se negaba a desaparecer, como bien sabemos que así ha sido.

35 años después de aquel asesinato, y con los criminales y sus cómplices en la calle, el barrio de Aluche, en el que vivía Yolanda -aunque era oriunda de Deusto- cuando fue secuestrada aquel febrero de 1980, tiene un jardín con su nombre desde el pasado mes de junio como reconocimiento y reparación de su memoria y la de esa etapa tan negra y tan reciente de nuestras vidas. A la inauguración asistió su hermano Asier: “…a Yolanda la mataron por defender una sociedad más justa. Y lo que podemos aprender de su muerte y de tantas otras muertes por motivación política es que la vida está por encima de cualquier ideología…” dijo ante el público concentrado en el nuevo espacio público que la Junta del distrito de Latina acordó por unanimidad el pasado 15 de febrero dedicar a la joven.

Madrid, ya desde el día anterior, tenía nueva corporación municipal. Con la esperanza puesta en el cambio y en sus resultados, hay que dejar constancia también de la escasa, por no decir nula, presencia de la memoria democrática –e incluso del discurso por la República- en el gran debate electoral al que hemos asistido. Nosotros creemos que es básica la memoria en el reforzamiento democrático de nuestra sociedad y en la consolidación, desarrollo y mantenimiento de esos valores, el de los derechos de sus ciudadanos y el de la convivencia en igualdad. Desde nuestra asociación ya hemos planteado al nuevo gobierno una seria de propuestas básicas y de emergencia que abran la puerta a la participación y la propuesta de las entidades sociales y de familiares de víctimas que trabajamos en este frente: modificación en el callejero y en diferentes espacios y centros públicos o la creación de un instituto municipal de memoria democrática que gestione y planifique las actividades concretas a desarrollar en esta ciudad.

Y ya que en esta ocasión las referencias están siendo para Madrid, hemos de referenciar la importancia que están teniendo, en el desarrollo de actividades concretas, las visitas guiadas al destacamento penitenciario para presos acogidos a la reducción de penas por trabajo recuperado y rehabilitado en la localidad serrana de Bustarviejo, consolidado como ejemplo vivo de trabajo esclavo desarrollado por el régimen franquista durante toda su existencia, por cuyas instalaciones pasaron cerca de mil trabadores entre 1944 y 1952 para realizar los trabajos de infraestructura (trincheras, túneles y puentes) de la línea férrea en la zona de Somosierra y que uniría definitivamente Burgos con la capital allá por 1968.

Terminar con un nombre propio: Anita Sirgo, una de aquellas bravas asturianas de las de la huelga de la minería de 1962 cuyo testimonio y denuncia ya forma parte de la querella que, desde Argentina, tiene abierta la jueza María Servini y que intenta investigar los crímenes cometidos por los Gobiernos de Franco y que, como venimos recordando desde esta columna de manera reiterada, tenemos negados en España desde la sentencia 101/2012 del Tribunal supremo del 27 de febrero que absolvió al ex juez Garzón de un delito de prevaricación judicial en el caso denominado “juicios de la verdad” pero abortó la posibilidad de abrir cualquier proceso de investigación.

La Asociación Foro por la Memoria tiene una oficina de atención en Madrid todos los lunes y miércoles de 10 a 13 horas.
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