El 25 de noviembre según reza el santoral es el día de Santa Catalina de Alejandría, una mujer del siglo IV d.C muy adelantada a su tiempo, mujer de extraordinaria belleza y aún mayor inteligencia que destacó en los círculos filosóficos de la época y en su incesante búsqueda de la verdad. Fue ejecutada por orden del emperador Majencio y torturada en una rueda de afiladas cuchillas.

Un 25 de noviembre de 1960, el cielo de la actual República Dominicana se teñía del color de la sangre por el asesinato de las hermanas Mirabal; tres hermanas que, se opusieron a la dictadura militar de Trujillo haciendo ardua militancia política para defender los derechos y libertades civiles, tres valientes mujeres que fueron apaleadas hasta morir, y es en su homenaje por lo que la Organización de Naciones Unidas decretó que el 25 de noviembre fuese el día Internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer.

En pleno siglo XXI seguimos lamentando el feminicidio en muchos países. Aquí en España la cifra de este año asciende a casi un centenar; es alarmante o cuanto menos significativo que aún no se considere esto como terrorismo doméstico en estado puro, pues en las últimas tres décadas han sido asesinadas más de 2400 mujeres en éste país, lo cual triplica las víctimas de ETA en cincuenta años.

Haciendo un análisis por diferentes regiones del planeta se calcula (según estudios recientes de la ONU) que en varios países de Asia-Pacífico tales como Bangladesh, Sri Lanka, Camboya, China, Indonesia o Papúa Nueva Guinea, casi una cuarta parte de los encuestados reconocía abiertamente haber cometido una violación a una mujer o a una niña. La mayoría de ellos se benefició de la clara impunidad existente hacia la violencia sexual en ésta región.

En África la situación a éste respecto es desoladora, Amnistía Internacional se refiere al Congo como la “capital de la violencia sexual”, en Somalia la violación a mujeres sigue utilizándose como arma de guerra; la consecuencia que esperan las denunciantes no es otra que reiterados abusos y la estigmatización social. En Egipto durante las revueltas más de 200 mujeres sufrieron agresiones en la plaza Tahrir de El Cairo.

La sociedad latinoamericana tiene muy presente que uno de sus más serios problemas es el de la violencia machista; en México por ejemplo han habido más de 36000 feminicidios en los últimos 25 años. El caso concreto de Ciudad Juárez es espeluznante, muchas mujeres trabajan en empresas ensambladoras en condiciones de esclavitud, cuando acaban la interminable jornada suelen ser asaltadas de camino a casa y un porcentaje muy elevado han sido asesinadas. Denunciar ésta deleznable situación y lejos de solucionarla, ha contribuido sin embargo a que muchas personas estén siendo amenazadas de muerte.

Si fijamos la vista en países llamados del primer mundo que gozan de democracias supuestamente ejemplares como Finlandia, Dinamarca, Suecia o Reino Unido descubriremos ingratamente que se encuentran en el “Top Ten” de Europa en violencia de género.

Es realmente triste que los gobiernos no hagan políticas eficaces en pro de la igualdad de género, porque cuando se aborda la problemática de la igualdad o más bien de la desigualdad se ha de hacer en todos los órdenes de la vida social, pues las diferencias salariales entre hombres y mujeres suponen también un atentado machista consentido por los estados.

Por parte de la patronal la falta en muchos casos de buenas prácticas de conciliación de vida laboral-familiar de sus trabajadoras también contribuye a aumentar la brecha, amén de los procesos de selección profundamente sexistas que muchas compañías emplean a la hora de escoger a sus candidatas, procesos basados en muchos casos en razones estrictamente físicas cuando el puesto ofertado es de cara al público sin tener apenas en cuenta la adecuada formación de la postulante.

Todo esto entre muchas otras formas de violencia no física que las ciudadanas afrontan diariamente.

Lo preocupante es acostumbrarse a éstas anómalas y anacrónicas situaciones que se viven de manera cotidiana, incorporándolas a la normalidad e invisibilizando así a todas las santas catalinas anónimas del mundo que padecen estoicamente unas y en la lucha activa (y jugándose la vida más aún si cabe) otras cada día en éste mundo en el que queda aún mucho por aprender y avanzar en la defensa de derechos y libertades de las mujeres, y en la educación que hará de hombres y mujeres mejores ciudadanos.