Tras el resultado electoral, en el que las expectativas de cambio real han sido rechazadas por la mayoría de la población que ha votado, debe llevarnos a un análisis objetivo de la realidad económica, social, política y cultural de nuestro país, evitando caer en la autoinculpación, y/o en el flagelo individual o colectivo, y buscar entre todos como avanzar para reforzar la conciencia de la mayoría de la sociedad, sin buscar errores donde no los hay, reforzando las políticas y alternativas en aquellos sectores sociales donde más debilidad tenemos.
El desencanto y la frustración por los resultados obtenidos, no nos puede llevar a cuestionar la confluencia, y por contra, debemos reforzarla, ampliarla, y desarrollarla en la práctica política, creando plataformas de unidad popular ante problemas concretos, desarrollando prácticas unitarias en los gobiernos locales, regionales y nacionales donde tenemos representantes institucionales, y proponer alternativas concretas ante los problemas que hay planteados, y los nuevos que se van a ir planteando.
Los resultados electorales han demostrado la falsedad y falta de objetividad de las encuestas, incluso de las primeras encuestas supuestamente realizadas a pie de urnas tras las elecciones. Ninguna se ha acercado ni mínimamente a los resultados reales. Esas encuestas equivocadas, y sin duda manipuladas, han ayudado a crear falsas expectativas en gran parte de la militancia de Unidos Podemos, y sin duda, han ayudado a agrupar los votos de la derechona en torno al PP.
Una reivindicación en la modificación de la ley electoral, como existe en muchos países, debe consistir en la prohibición de publicar encuestas en campaña electoral, porque sin duda afectan a la libertad de elección del voto.
Uno de los elementos más perjudicial en los resultados electorales, y ninguneado, o escasamente analizado por los medios de manipulación de masas, y por los propios partidos, es el bajón de la participación en estas elecciones, que ha quedado en torno al 60%, y que demuestra la escasa cultura democrática y participativa del electorado. La enorme abstención favorece al poder, y perjudica las fuerzas del cambio.
Otro elemento, nada desdeñable, es la brutal campaña del miedo desarrollada por el PP, PSOE y C’s, y los medios de manipulación de masas, con temas como Venezuela, el “Brexit”, etc…, que sin duda ha ayudado a la agrupación del voto en la derechona.
Tras 40 años de dictadura franquista, y casi otros 40 años de seudo-democracia o dicta-blanda, la sociología fascista sigue impregnando un porcentaje muy elevado de la población, entre la que hechos como los anteriormente descritos influyen enormemente. Esa sociología produce un gran miedo al cambio, y perpetúa una cultura profundamente antidemocrática y no participativa. Una cultura que invisibiliza e insensibiliza entre esa población temas graves como la corrupción masiva realizada desde el poder, la evasión a los paraísos fiscales, las leyes antidemocráticas y antisociales desarrolladas por los gobiernos PP-PSOE, y que posibilita discursos hueros, vacíos de contenidos, y con gran contenido reaccionario, como los discursos desarrollados por Rajoy, Albert Rivera o Susana Díaz, entre otros muchos.
La sociología fascista esta presente, sin que sean conscientes, incluso en personas que se dicen antifascistas, pero que luego en sus prácticas diarias, colaboran sin querer con esa ideología reaccionaria con actitudes nihilistas, absteniéndose electoralmente y socialmente de participar para cambiar las políticas que las fomentan.
Cambiar esa cultura es imprescindible, pero no es fácil, y va a ser larga. Solo será posible cambiarla desde una amplia lucha social unitaria, desde los gobiernos locales, regionales y nacionales, potenciando la participación popular, con cambios profundos en las leyes y estructuras que mantienen esa sociología reaccionaria, impidiendo la participación democrática en la elaboración de leyes y políticas.
España necesita una auténtica revolución cultural para acabar con la sociología fascista mayoritariamente imperante, e impregnar a la mayoría de la sociedad de una cultura democrática, participativa y solidaria, hoy muy minoritaria en nuestra sociedad, para producir las transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales por las que luchamos.
En este primer artículo tras las elecciones, no he querido entrar en propuestas concretas que considero imprescindible introducir para fortalecer nuestra alternativa política, simplemente me he limitado a plantear cuestiones que considero fundamentales, para poder realizar un análisis objetivo de los resultados electorales, y de la necesidad de trabajar para seguir avanzando, desarrollando y aumentando la unidad y la participación popular.