El pasado 12 de julio tuvo lugar la cuarta sesión del Curso de Verano de la UCM “Marismo, nación y territorio”, organizado por la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM) y el Partido de la Izquierda Europea (PIE), en la localidad madrileña de San Lorenzo del Escorial.
La sesión se dedicó a uno de los debates centrales sobre la cuestión nacional como es el de las autonomías culturales en el marco de los Estados nación, y su posible solución a los debates surgidos en sociedades pluriculturales y pluriétnicas, tomando como referencia las corrientes austromarxistas y, en particular, a la figura y la obra del socialista austriaco Otto Bauer (1881-1938).
Nación y clase para Otto Bauer y el austromarxismo
Walter Baier, Presidente de Transform Europe, red de fundaciones de los partidos de la izquierda europea de la que forma parte la FIM, austriaco y profundo conocedor de la obra de Otto Bauer, fue el ponente principal de la jornada.
Baier parte de la importancia que tiene hoy Bauer, sobre todo en una coyuntura donde los discursos nacionalistas más reaccionarios de la actual UE, parten de países como Austria y Hungría, recordando como Otto Bauer fue un militante del movimiento obrero nacido en el Imperio Austrohúngaro, que elaboró su obra durante su crisis y el ascenso del fascismo en dichos países, siendo de la opinión que este regreso de los nacional populismos en estos países y la fuerza de la ultraderecha, son expresiones de los problemas nacionales no resueltos en Centro Europa y Europa del este. Contexto que explica la vigencia del pensamiento de Otto Bauer y del austromarxismo.
Así, Walter Baier entiende que para comprender la situación que vivimos en Europa, es fundamental la recuperación de la concepción marxista de la cuestión nacional, y para eso la corriente austromarxismo y de Otto Bauer, son referencias muy importantes. Partiendo de esta idea Baier analiza la obra central de Bauer La cuestión nacional y la socialdemocracia (1907), cuya premisa fundamental es el mantenimiento del Estado multinacional, una vez disuelto el Imperio Austrohúngaro. De esta forma, la solución para la cuestión nacional la concibe Bauer en términos de “evolucionismo nacional”, como estrategia de acondicionamiento progresivo de las instituciones del Estado austrohúngaro.
Para Walter Baier, lo específico del análisis de Bauer es el carácter psicocultural de su teoría del fenómeno nacional, siendo el segundo concepto clave del edificio teórico de Bauer, el de cultura nacional, base para toda su estrategia de la autonomía nacional; conceptos que traen en el plano político la necesaria asunción por parte del movimiento obrero del derecho de autodeterminación.
Asimismo, Walter Baier, considera que la obra de Otto Bauer presenta un valor teórico innegable, sobre todo por lo historicista de su método, al definir, frente al esencialismo del nacionalismo reaccionario y el fascismo de la Europa en la que vivió, una concepción de nación como resultado de una comunidad de destino histórico “como producto nunca acabado de un proceso constantemente en curso”, lo que sitúa a Bauer en la mejor tradición del materialismo histórico. Walter Baier concluye que esa es una aportación muy vigente de Bauer, la explicación histórica de las configuraciones nacionales existentes, y la compresión de la nación como proceso, como movimiento en perpetua transformación.
Una aportación que desde el marxismo, hace al movimiento obrero socialista austriaco de la época, irreconciliable con el conservadurismo nacional burgués, los mitos reaccionarios de la “nación eterna” y la ideología racista, que para Baier regresa a Europa como hija y consecuencia del neoliberalismo y su fracaso.
¿Son operativas las autonomías culturales?
Una de las mayores aportaciones del austromarxismo es el concepto de autonomía cultural, que fue analizado por la tarde por Armando Fernández Steinko, Profesor de Sociología de la UCM.
Para Steinko, el concepto de cultura tiene mucho que ver en España con los mecanismos de reproducción cultural, la coyuntura política y el grado de cualificación de la población. Pero hay que tener en cuenta dos espacios.
El primero, el espacio tradicional, como espacio estático regido por espacios locales, donde la cultura se transmite en un contexto donde las clases populares son iletradas, siendo la comarca, la familia la comunidad el medio reproductor de la cultura. Es una idea de cultura genuina muy defendida por la Iglesia y otras instituciones y corrientes políticas, el tradicionalismo y la defensa de una cultura “pura”, que desemboca en una concepción de una cultura ahistórica y permanente en el tiempo. Esto desemboca en la fascinación romántica de la cultura popular, fundamentalmente utilizada por los movimientos nacionalistas.
Un segundo espacio, seria el espacio moderno, como producto de la transformación del capitalismo y las relaciones de producciones regidas por el trabajo asalariado y una dinámica espacial del capital en geografías cada más amplia, que rompen con las economías y comunidades locales predominantes hasta entonces. La cultura nace y se reproduce de una manera muy distinta a la tradicional, pero que proviene de la cultura popular tradicional. El trabajador asalariado se incorpora en la sociedad capitalista con el bagaje cultural e indentitario propio de la sociedad tradicional, que posteriormente se va transformando.
A medida que la modernización capitalista se profundiza, aparece un actor fundamental para entender la cultura: El Estado. El Estado crece a partir de la I Guerra Mundial, con una capacidad redistribuidora no conocida, muy diferente al Estado del siglo XIX y su pequeña burocracia funcionarial de raíz cosmopolita. Pero el Estado posterior de la I Guerra Mundial y con la generalización de los pactos sociales posteriores a la II Guerra Mundial, el Estado juega un rol como configurador y reproductor de cultura, un modo de producción cultural diferente al anterior, dentro del que destaca su papel en la generalización de la educación y posteriormente de los medios de comunicación, así como la articulación territorial y las infraestructuras.
En el caso de España, la construcción nacional en España tiene dos características particulares: la incapacidad del liberalismo de enfrentarse a la aristocracia e imponer que la misma pague impuestos (el predominio de las capas rentitstas), de ahí la construcción de un Estado débil, sin capacidad fiscal ni de gasto que como ejemplo, no elaboró un censo agrícola hasta el siglo XX. El segundo motivo, el factor territorial y al identidad territorial marcada por la Guerra Civil entre carlismo y liberalismo, y la reacción de la población rural frente a un Estado liberal visto como algo del que solo venía represión y nada de infraestructuras, ni soluciones; que combatía a un liberalismo que tampoco creía en el Estado.
En la situación actual, España es un país con cuatro lenguas, una de ellas pre-románica, que es un patrimonio fundamental para España, sobre todo, en un contexto de hegemonía neoliberal. Sin embargo, las CC AA son una superestructura competitiva, modelo pensado para competir y enfrentarse por los recursos. Lo fundamental es compartir la defensa de un acervo cultural común, hay que concentrar recursos y defender el patrimonio común, y la necesidad de construir un proyecto común del que compartir la defensa de nuestro patrimonio frente al neoliberalismo y el capitalismo. Para eso es fundamental crear un espacio multicultural y plurilingüístico.
Enlace de los vídeos correspondientes a la cuarta jornada del Curso de Verano “Marxismo, nación y territorio”
– Walter Baier (Transform). [Parte 1] El austromarxismo y Otto Bauer: https://www.youtube.com/watch?v=HOHZVpha7SE&index=11&t=0s&list=PLvosl4K_VCEyhyIsTEXgBXhnOFlQHXUkd
– Walter Baier (Transform). [Parte 2] El austromarxismo y Otto Bauer: https://www.youtube.com/watch?v=nlgOCrp02cU&index=11&list=PLvosl4K_VCEyhyIsTEXgBXhnOFlQHXUkd
– Mesa redonda “¿Son operativas las autonomías culturales?”: Walter Baier (Transform) y Armando Fernández Steinko (UCM): https://m.youtube.com/watch?v=BumaEpIBYPk