– Hola Menos ¿preparando las vacaciones?
– Ya quisiera Marx, ya quisiera. Pero mi paga de jubilado no va mucho más allá de los 859 euros del salario mínimo interprofesional. No da para mucha playa.
– Vaya pues bien que lo siento. Que a todos unos días fuera del mundanal ruido nos viene muy bien. Solo una vez me bañé en el Mediterráneo pero todavía me acuerdo del sol de las playas de Argel y Niza. La verdad es que lo del salario mínimo parece algo intolerable. Llamar Unión Europea a esa realidad en la que el salario mínimo de Francia es el doble del salario mínimo de España me parece una broma. Pesada, por no decir patética.
– Bien que lo dices Marx, pero estamos en lo de siempre: hay tanto miedo a caer en el paro que hasta la opresión salarial se vive como un privilegio. Aparte de la brecha salarial de género convendría no olvidar esa otra y brutal brecha salarial introeuropea. El miedo a lo peor, paradójicamente legitima a lo peor.
– Bueno, cambiemos de tema, que hablando de legitimaciones parece que ahora ya no hay por qué preocuparse. El Gobierno del socialista Pedro Sánchez anuncia prontas políticas de rescate social. De nuevo la socialdemocracia prometiendo el retorno del bienestar. De nuevo, por arte de magia parlamentaria, otro mundo es posible.
– Cómo eres Marx, siempre tan sarcástico. Ya sabemos, o deberíamos saber, lo que los gobiernos socialistas dan de sí, pero habernos librado de las políticas tan radicalmente reaccionarias del gobierno de Rajoy es algo que hay que celebrar. Yo me conformaría con que sirva para librarnos de la Ley Mordaza, detenga, o al menos aminore, el brutal avance de las desigualdades y trate de recomponer el papel del consenso civil que todo Estado está obligado a sostener.
-Sí Menos, sí, no dejas de tener razón, pero no deja de ser triste que una vez más el árbol de las alternativas parlamentarias no dejen ver ni el bosque ni, lo más importante, la tierra sobre la que ese bosque crece: el sistema de producción de la realidad social que nos oprime. Una vez más la derecha parlamentaria ha cumplido con el papel del policía malo tan conveniente para que cuando el buen policía socialdemócrata entra en acción nos sintamos liberados. De lo que se trata en definitiva es de que no nos demos cuenta de que vivimos encarcelados por las reglas del capital.
– Comprendo lo que dices y a mi también me preocupa. Sale el nuevo gobierno y de pronto una mayoría importante de ciudadanos pasa del cabreo general a sentirse como niños con zapatos nuevos. Sánchez se ha marcado un gobierno con un casting de película, ha soltado tres o cuatro promesas y seis buenas intenciones y de decepcionados al borde de un ataque de crisis nos ha reconvertido en ciudadanos llenos de ilusión. En ilusos.
– Eso no es tan raro como parece. La socialdemocracia siempre se ha aprovechado de esa extraña necesidad de ser engañados que crece en el corazón y el cerebro de los derrotados, de los que piensan que es imposible cambiar la realidad. Los sueños de la razón producen monstruos y los de la socialdemocracia ilusiones baratas. Siempre hablando y hablando de derechos y nunca con hechos.
– Cierto Marx pero también es cierto y no podemos negar que si derogan la Ley Mordaza, ponen en marcha políticas de rescate social y favorecen las luchas contra la desigualdades, como ciudadanos nuestra existencia puede mejorar notablemente.
– Nunca he afirmado lo contrario. No soy partidario del cuanto peor mejor. Pero volvemos a lo de siempre. Confundiendo los efectos con las causas, como si las desigualdades fueran meros y subsanables efectos colaterales y no expresión inevitable de una maquinaria que las usa como instrumento social para crear división en el interior del mundo del trabajo. Pero no es eso lo más grave: la clave de la perversidad ideológica de sus discursos tú mismo la has enunciado: su capacidad para transfigurarnos en ciudadanos, esa sustancia civil en la que se diluye y desvanece nuestra condición de trabajadores, la condición que nos permite devenir en revolucionarios.
– Pero qué podríamos hacer para qué el hecho de sentirnos ciudadanos no nos haga olvidar que somos trabajadores explotados.
– De entrada entender que con decir trabajador sobra lo de explotado. Hay redundancias que nos delatan. Y luego recordarnos que soportar que alguien tenga el derecho a darte o no darte trabajo es algo inadmisible sea cual sea el salario mínimo que se negocie.
– Ya Marx, pero como dice Lenin, análisis concreto de la realidad concreta y en tiempos como estos de crisis, de alta precariedad y paro amenazante hasta ser explotado se vive como un privilegio.
– Por desgracia tienes razón. Mientras ese sea el pensamiento dominante entre la mayoría de los trabajadores y trabajadoras la tentación socialdemócrata seguirá existiendo. Además ese pensamiento no se desmonta solamente con discursos. Se necesitan hechos y organización. Y esa debe ser la tarea de los comunistas. Hasta antesdeayer mismo daba la impresión de que el consenso social que el capitalismo necesita para sostenerse estaba empezando a quebrarse. Movimientos como el feminista, el de pensionistas, la repulsa contra la corrupción generalizada y el auge de las reclamaciones de orden laboral así parecían indicarlo. Y ahora, de pronto y porque tenemos nuevo gobierno, el estado de ánimo parece estar cambiando. No podemos permitir que ese consenso, ese decirse que todos somos ciudadanos con iguales derechos, vuelva a ser dominante en nuestro paisaje social. Y esa debe ser la tarea, entiendo, de los comunistas. Que ante todo los trabajadores y trabajadoras se reconozcan y asuman como lo que son: como trabajadoras y trabajadores.