1. El poder local tiene una relación directa con la proximidad, es decir, con la intervención en los problemas que afectan a la vida cotidiana de las personas. En este sentido, ser comunista en el poder local pasa por poner en marcha políticas públicas y acciones concretas que transformen las condiciones de vida de nuestros vecinos y vecinas, la mayoría social trabajadora, garantizando sus derechos en plenitud. Madrid es un ejemplo. Los gobiernos del PP han dejado una ciudad endeudada que ha sacrificado el bienestar general por el interés de unos pocos, una ciudad de enormes desigualdades y de servicios públicos desmantelados. Un Madrid al servicio del negocio privado mientras el trabajo se precariza o desaparece. Un Madrid contaminado y degradado por un planeamiento indiferente a las necesidades de la mayoría. Ser comunista hoy es revertir las políticas que nos han llevaron a esta situación y poner en el centro de la vida política a la gente y responder a sus necesidades e intereses comunes. El otro eje fundamental es la participación de los vecinos y vecinas en la política local. Me refiero a fortalecer el tejido popular y a descentralizar, dar más poder a la gente, de acercar recursos y capacidades ahí donde se producen los problemas y se han de aplicar las soluciones. Ser comunista –hoy- en el poder local también pasa por seguir en la calle y en la movilización y desde el poder local crear espacios para una sociedad civil crítica, activa y vertebrada.

2. Sin duda, un papel determinante. Prueba de ello es que los denominados Gobiernos del Cambio estamos en el foco continuamente y somos, a día de hoy, el principal objetivo de los defensores del régimen. Si no hubiera una posibilidad real de ruptura democrática, de cambio en profundidad en beneficio de la mayoría social trabajadora de nuestro país en el que los ayuntamientos somos parte imprescindible, no seríamos portada permanente, objeto de una persecución insidiosa, de manipulaciones a menudo burdas. Desde los Ayuntamientos no se pueden propiciar los cambios estructurales que requiere el proyecto de ruptura democrática pero, sin embargo, la política de proximidad a la que antes hacía referencia es una pieza clave para la acumulación de fuerzas. De forma mucho más concreta, desde los ayuntamientos se pueden articular mecanismos de participación, de democracia radical y se pueden crear las condiciones para que la ciudadanía se vertebre, participe e incida en la política, en la propuesta y en la decisión. Profundizar en estos procesos es imprescindible en el proyecto de ruptura y los Ayuntamientos son un lugar inmejorable para impulsarlos.

3. Con todas sus carencias, las mejores experiencias de construcción de unidad popular se dieron en el proceso de elecciones municipales de 2015. Un proceso asimétrico, diverso, con actores diferentes y circunstancias específicas en cada territorio pero también con algunos elementos en común, como el carácter de unidad popular de esos espacios, claramente superador del marco de las alianzas tradicionales entre partidos políticos. Desde luego, tres años después de esa experiencia es imprescindible analizar qué elementos han supuesto un avance en la construcción de unidad popular y qué problemas o incluso qué retrocesos hemos podido sufrir en este tiempo. A mi juicio, una de estas carencias más significativas es la ausencia o debilidad de una organización popular, política y social, estructurada. Contamos con nuevas formas embrionarias, ilusionantes, con un gran potencial, pero que en su desarrollo reflejan más la crisis de lo viejo, sin que se haya consolidado un cauce nuevo que lo sustituya. Este es el reto de cara a las próximas elecciones municipales, primero seguir la hoja de ruta aprobada en nuestros órganos que pasa por trabajar la confluencia con otras fuerzas políticas y movimientos sociales de lo que algunos llaman “espacio del cambio”. Sin duda, ésta es la tarea fundamental de cara a las próximas elecciones municipales que se celebrarán en 2019, pero también tenemos la obligación de avanzar en la construcción de los espacios de confluencia ya existentes como herramienta de participación política y social. Una mayor implicación para desarrollar una organización activa, más plural, abierta a la ciudadanía, radicalmente democrática y transparente. Los procesos de unidad popular que no pueden limitarse a espacios de concurrencia electoral. La rendición de cuentas, la elaboración colectiva, la construcción programática, la movilización, son hoy más necesarias que nunca. Si no somos capaces de mantener estos embriones el camino será mucho más arduo, perderemos fuerzas, desaprovecharemos una parte relevante de nuestro potencial.

4. Llevamos casi tres años de gobierno y creo que ya tenemos algunos elementos de juico importantes para valorar los cambios que se han ido produciendo en la ciudad desde la llegada de nuestro Gobierno y para sentirme satisfecho del cambio que ha significado este Gobierno para los vecinos y vecinas de Madrid.
Madrid ha ganado en democracia; hemos avanzado en nuestro reto de abrir y democratizar las instituciones con mecanismos de transparencia y contra la corrupción. Este es un cambio fundamental del que podemos sentirnos orgullosos. También son motivo de satisfacción algunas medidas tomadas por el Gobierno (en la que nuestro compañero Carlos Sánchez Mato ha sido fundamental) que persiguen poner la economía al servicio de la gente. En este sentido, ha habido un importante incremento en inversión social, multiplicando la inversión en vivienda, recuperando servicios básicos en educación y sanidad, transformando el modelo urbano y luchando contra la contaminación. En este tiempo, con distintos ritmos, hemos puesto fin a las políticas de austeridad y a los recortes; los dos presupuestos aprobados en este periodo han sido capaces de abordar la emergencia social.

5. Lo fundamental, a mi juicio, es construir una hoja de ruta realista y ajustada a nuestra experiencia de estos cuatro años, con sus luces y sombras, para recuperar los instrumentos necesarios para hacer políticas desde los servicios públicos que garanticen derechos sociales, no sólo con la remunicipalización imprescindible sino también desde la planificación urbana, la dotación de mayor empleo público y medios para la lucha contra las desigualdades y discriminaciones.