El 4 de octubre, Alberto San Juan estrenará su último trabajo en el Teatro Español. Se llama, como la cabecera de este periódico, Mundo Obrero, y versa sobre la historia del movimiento obrero, retrocediendo en el tiempo hasta finales del siglo XIX y extendiéndose hasta nuestros días. Promete no dejar a nadie indiferente. Alberto cuenta cómo arranca la obra en un café de la Barcelona de 1920: “Un mendigo se acerca a una mesa y pide una moneda a un hombre. Este saca una pistola de su chaqueta, se la pone en la mano al mendigo y le dice: “Ve a un banco y coge lo que necesites. Es tuyo”. Y a partir de ahí comienza la música. Porque la obra es un musical.

“Escogí el título de Mundo Obrero porque me gusta la fuerza expresiva que reúnen estas dos palabras. Y también porque hay un homenaje a vuestra cabecera. Creo que habría mucho que hablar sobre el Partido Comunista de España y de la militancia comunista, que tuvo un papel central en la lucha antifranquista”.

«El progreso surge de movimientos populares de emancipación, a los que luego ponen límite los acuerdos institucionales»

“Cuando digo Mundo Obrero hablo de la clase trabajadora, de las personas que viven de su salario, que es la mayor parte de la comunidad humana. Me refiero al pueblo entendido como sujeto cuya naturaleza es activa aunque a veces no lo parezca”.

Entrevistamos a Alberto en el teatro. Ensayaban una pieza musical de Santiago Auserón en la que el boom de los electrodomésticos que se van incorporando a los hogares para liberalizar tareas domésticas, van endeudando los bolsillos en una carrera acelerada hacia el consumismo. Alberto que ha escrito la obra, va dirigiendo la escena en un proceso de creación participativo y asertivo.

Antes de comenzar a conversar nos pide permiso para aclarar un mal titular publicado en una entrevista que le hicieron en Interview antes de cerrar la publicación. Decía que ni el PCE en la Transición se llevó tantas hostias como Podemos hoy. Cuenta que hubo gente que se molestó “con toda la razón” porque ningún miembro de Podemos ha sido torturado ni asesinado ni siquiera encarcelado por ser de Podemos. Aclara que por supuesto la violencia física que sufrieron los militantes comunistas no es comparable a nada, que lo que él quería era hablar del poder de los grandes medios de comunicación para frustrar alternativas electorales y de lo interesante que sería comparar el trato de acoso y derribo que se dio al PCE en la prensa durante la transición y el que se le da hoy a Unidos Podemos. “Siempre que ha habido una fuerza política transformadora, como antes del 77, o Anguita en los 90 o Unidos Podemos en estos tiempos, se les ha atacado con toda fiereza para deslegitimarles electoralmente. Y eso demuestra la homogeneidad del sistema donde aparentemente hay diversidad hasta que toca cerrar filas cuando aparece un cuestionamiento con capacidad de hacer daño al sistema”.

«Siempre que se organiza un movimiento por la emancipación hay un movimiento de reacción en defensa del sistema. Lo estamos viendo organizado institucionalmente a través del PP, Ciudadanos y del PSOE»

Un día su padre, el dibujante y escritor Máximo, le dijo que si quería una sociedad más justa, libre y fraterna, no se sentara a esperar a que llegara”. Y Alberto tomó partido hasta mojarse, en el teatro y en la política. En su vida profesional pasó del periodismo a la dramaturgia para contar historias; del cine, donde ganó el Goya al mejor actor -el año del NO a la Guerra-, al teatro, que es donde se siente más cómodo y donde recibió el premio Max. Fue uno de los creadores de Animalario, y más tarde de El teatro del Barrio. Escribe, dirige e interpreta obras como Autoretrato de un joven anarquista español, que el PP pidió suspender, Masacre y El Rey. Al ABC le gusta llamarle “irreverente”, “paladín anticapitalista”, descalificándole por defender a Alfon, e interpretar la obra de los titiriteros detenidos por terroristas desafiando al juez para que los detuviera también a ellos.

En lo político también se moja. En 2011 pidió el voto por Izquierda Unida, luego apoyó a Podemos y acabó como el candidato más votado en el Consejo Ciudadano de Madrid. De Podemos ha dicho que forma parte del movimiento emancipatorio pero no es el movimiento en sí. Podemos sin Unidos Podemos se queda corto.

MUNDO OBRERO: ¿Qué papel crees que juega el movimiento obrero hoy? ¿Está derrotado?
ALBERTO SAN JUAN: En absoluto. Lo que pasa es que lo de obrero ya no lo podemos identificar con fábrica. Yo me considero clase obrera y soy actor. Todas las personas asalariadas somos clase obrera, salvo los grandes ejecutivos

Los primeros ejecutivos de este país cobran una media de cien veces el salario medio. Cuando los sueldos alcanzan cierto nivel están en el lado de los patrones, de la clase propietaria aunque no sean los propietarios de la empresa. Esa es una de las diferentes transformaciones que ha habido en la estructura de clases. Por supuesto que ha cambiado pero, en definitiva, sigue habiendo patrones y asalariados. Esa división social no se ha superado.

M.O.: Háblanos del movimiento obrero en tu obra
A.S.:
En Mundo Obrero hablo de un personaje que es Ferrer y Guardia, el maestro anarquista creador de la escuela moderna que se refiere al pueblo como comunidad política con capacidad para gobernarse a sí misma. Es un intento de seguir el rastro de esta comunidad política con capacidad potencialmente para gobernarse a sí misma a lo largo de nuestra historia y en los momentos de mayor impulso como el primer tercio del siglo XX, la República, el antifranquismo de los sesenta y los setenta y hoy en día. Es indudable que vivimos en un momento de confrontación… aunque las cosas ya no son tan claras. En aquel momento, digamos en el antifranquismo había una centralidad obrera, también tenía una gran importancia el movimiento vecinal, el estudiantil y los movimiento ecologistas y feministas que empezaban a surgir. Pero hoy día, la heterogeneidad del mundo obrero es mucho mayor. Primero, ya no hay fábricas, como antes. Ya no hay grandes plantillas, sino subcontratas. En fin, son mecanismos que ha ido encontrando el sistema capitalista para hacer más difícil la cohesión de la clase trabajadora y su organización y movilización. Pero a pesar de todo, como el caso Telefónica, se llevaron a cabo movilizaciones aunque la plantilla estaba fragmentada y no se conocían.

«Siempre que ha habido una fuerza política transformadora se la ha atacado con toda fiereza para deslegitimarla electoralmente»

M.O.: ¿Tu obra es un ejercicio de memoria?
A.S.:
Sí. Es un ejercicio de memoria sobre las luchas populares, una memoria que el poder se esfuerza en borrar una y otra vez, y cuenta el progreso como fruto de acuerdos institucionales entre las élites de cada momento. Y yo creo que es más bien al revés. El progreso surge de movimientos populares de emancipación a los que luego ponen límite los acuerdos institucionales. El relato oficial dice que el rey y los partidos que venían del franquismo y las élites de los partidos que venían del franquismo y del antifranquismo, trajeron la democracia. Yo creo que no, que lo que hicieron fue contener la democracia dentro de unos límites, un impulso democrático, real, que estaba en la sociedad y que hubiera podido ir mucho más allá.

Mundo Obrero no es una clase de historia ni una conferencia ni un mitin. Es un relato teatral, una ficción partiendo de materiales, personajes y hechos reales. Está desde una clase en una escuela moderna de principios del siglo XX, la Semana Trágica de Barcelona de 1909… pero todo son trocitos, pequeñas impresiones, porque va al galope a lo largo de la historia: la República, la guerra, la posguerra, el franquismo, el consenso, la crisis… y lo que sí me he permitido es un final feliz, un final de convicción en la idea de que la comunidad humana logrará su emancipación, su autogobierno, y que la democracia será posible algún día.

M.O.: Te gusta hablar del teatro como herramienta de intervención y transformación. ¿A qué te refieres?
A.S.:
El teatro es un ámbito más sobre el que reflexionar acerca de nuestra forma de convivir. Y la reflexión es bastante necesaria para, a partir de la experiencia, poder pasar a la acción. El teatro es un lugar más y un lugar potente. El mundo no va a cambiar por sí solo, pero el teatro es uno más de los lugares desde donde se cambia el mundo.

M.O.: ¿Cómo vives como artista, creador y ciudadano este retroceso y represión contra la libertad de expresión?
A.S.:
Como creador no me afecta. Nunca me he autocensurado. Pero lo vivo con gran preocupación como ciudadano. Hoy se encarcela por actividades sindicales, por ejercer la libertad de expresión… Me preocupa tanto la detención de Willy o la persecución de Valtonic como la multa de 3.000 euros que le pusieron hace poco a un activista por frenar un desahucio y que tiene que pagar a la empresa propietaria del piso, que es Bankia. El ha dicho que se niega a pagar y está dispuesto a ir a la cárcel por ello. O la gente que ha sido detenida por actividades sindicales. O los chicos de Alsasua que han sufrido lo que parece un claro abuso de la ley usándoles en un proceso parece ser bastante dudoso y con una penas absolutamente desproporcionadas.

A partir de la crisis y del 15 M se abre un nuevo periodo de confrontación y como siempre que se organiza un movimiento por la emancipación hay un movimiento de reacción. Lo estamos viendo organizado institucionalmente a través del Partido Popular, Ciudadanos y del PSOE en defensa del sistema. El PSOE se diferencia, y a veces no poco, en cuestiones sociales, pero a veces con un margen muy estrecho puesto que sigue las mismas líneas económicas. Pero hoy día parte de la reacción es esta defensa abierta que se está haciendo del franquismo. Ayer leí un artículo de Sánchez Drago, que no me podía creer, diciendo que el 14 de abril de 1931 hubo un golpe de Estado y que lo hizo Franco fue algo necesario salvar a España. Y lo grave no es que Sánchez Dragó escriba eso sino que lo publique un periódico de tirada nacional. Y no pasa nada. Puedes decir abiertamente que Franco fue un bien para el país. Pero luego detienen a Willy Toledo por cagarse en Dios.

Hay un impulso por la emancipación, que parece que tiene menos fuerza que antes, pero que sigue teniéndolo porque si no al sistema no le haría falta reaccionar con esa fuerza a través de los medios de comunicación social, los medios judiciales y políticos.