Durante su estancia en Marruecos a mediados de noviembre, Pedro Sánchez tuvo la osadía de realizar al rey Mohamed VI en persona una propuesta intrépida, audaz y sorprendente. “Es un proyecto transformador, inspirador y, sobre todo, esperanzador”, señaló nuestro Presidente al respecto. No se trata de un calendario para la celebración del ansiado referéndum en el que el pueblo saharahui ejercería su derecho de autodeterminación, reconocido por Naciones Unidas a través de múltiples resoluciones. Ni se trata de la entrega a Marruecos de Ceuta y Melilla. Tampoco existe constancia de que el secretario general del PSOE haya exigido al absolutista monarca alauita el fin de la represión policial en el país, el cese de los bombardeos marroquíes en Yemen o simplemente que deje de robar a su pueblo y mantener en la miseria y el analfabetismo a la mayoría del país. No. Pedro Sánchez lanzó al rey marroquí la descabellada idea de celebrar conjuntamente el campeonato mundial de fútbol entre Marruecos, Portugal y España. Una propuesta a la altura revolucionaria de la toma de la Bastilla, la constitución de los soviets o la nacionalización de las empresas norteamericanas en la Cuba de los melenudos.
Unos días después de visitar el país norteafricano, Pedrito asistió a la XXX Cumbre Hispano-Portuguesa, y en declaraciones a los medios afirmó que su propuesta también había sido muy bien acogida por su homólogo portugués, Antonio Costa, a quien se lo habría comentado oficiosamente hace meses. De manera que el secretario general del partido socialista en el país vecino también se entusiasma con la subversiva ocurrencia. Sánchez fue aún más allá: «El Gobierno lo mira con un entusiasmo ferviente”.
Recuerda el mismo entusiasmo ferviente con el que el mundo celebraba el mundial de fútbol de 1978 en Argentina, en plena dictadura de la Junta Militar. A poco más de un quilómetro de distancia del estadio Monumental, donde los argentinos celebraron su mayor éxito deportivo, se encontraba la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el centro clandestino donde los desaparecidos eran vilmente torturados. «Por fin el mundo puede ver la verdadera imagen de la Argentina», dijo en aquel entonces João Havelange, el brasileño que presidió la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) durante 24 años, quien además de recibir sobornos de millones de dólares durante años por los derechos de varios mundiales de fútbol, traficó con armas como antes lo había hecho su padre y estuvo vinculado con el tráfico de drogas.
Pocas instituciones existen tan corruptas como la FIFA y la Real Federación Española de Fútbol (RFEF). A estas alturas lo sabe todo el mundo. Sin embargo la idea del mundial tripartito surge de una reunión en septiembre entre Pedro Sánchez, el presidente de la FIFA Gianni Infantino, y el presidente de la RFEF Luis Rubiales. Hace unos meses el diario francés Le Monde acusó a Infantino de corrupción y un juzgado de Valencia investiga a Rubiales por corrupción y administración desleal. Sin embargo, Pedro Sánchez lo tiene también claro: «Ahora toca a las federaciones materializar el proyecto del Mundial 2030».
Supongo que el Presidente sabrá que existe un muro levantado por Marruecos en el Sáhara occidental, financiado por Arabia Saudita y supervisado por el MOSAD israelí, que mide 2.720 quilómetros y es defendido diariamente por 100.000 soldados marroquíes. 40 millones de minas fueron sembradas en el exterior del muro para evitar que los 140.000 refugiados saharauis que viven en los campamentos de Tinduf (Argelia) regresen a su propia tierra. Quizá Pedro Sánchez, Mohamed VI, Antonio Costa, Gianni Infantino, Luis Rubiales, los 100.000 soldados del muro, los represores marroquíes y los saqueadores alauitas lleguen a aplaudir los goles mientras saharahuis y marroquíes inocentes son torturados. Pero deseo y espero que en 2030, con doce años por delante, le hayamos dado la vuelta a la tortilla porque…
— Y digo yo… ¿aquí no haría falta una Revolución?
— Y luego, ¿por qué me lo preguntas?