Más allá de sus funciones lúdicas y de entretenimiento, el cine en Rusia estaba llamado a ser una potente herramienta sociológica, política y propagandística; reivindicador, conciliador y creador de identidades y vehículo ideológico al servicio de todo poder o gobierno. Y los pioneros, sobre todo Drankov, ya eran conscientes de ello.

“Drankov conocía bien a su público. La elección del tema y el ambiente para su primera película dramática rusa estaba calculada para responder directamente a las necesidades del tipo de gente que lo componía. El público cinematográfico había vivido una revolución y, aunque derrotado por el momento, tenía conciencia ahora de una fuerza que nunca había soñado poseer. La elección de Drankov los atrajo y los concilió con el carácter de Stenka Razin, una figura heroica casi legendaria, símbolo del pueblo ruso que se levantaba contra sus opresores. Pero aunque tenía conciencia de la naturaleza de ese público, la tenía aún más del origen de su propia clase y procedió a reducir al héroe del Volga a las dimensiones de un bandido cantor, alegre y borracho que encuentra un triste final. Drankov halló la oportunidad, en los diez minutos que duraba la película, de impulsar al público a cantar una canción que estaba vinculada desde hacía mucho tiempo con los vahos de las tabernas y las personas tendidas en el arroyo: “Hacia abajo, Madre Volga”. Así se llamaba familiarmente a la balada de los borrachos.

De este modo, y desde una acertada perspectiva sociológica, sintetizaba Jay Leyda, en su obra Kino. Historia del cine ruso y soviético (1965), las claves del éxito de la primera ficción dramática que revolucionaría la cinematografía rusa.
Abierta la puerta, la competencia se volverá feroz. El número de compañías productoras y empresarios se multiplicó a finales de la década de los diez. No todos tuvieron el éxito que esperaban y la mayoría cerraron sus puertas prematuramente, con frecuencia tras un primer fracaso inicial, como en el caso de la Sociedad Primera Golondrina o la Cinta Rusa, compañías que, por otro lado, se hallaban vinculadas a la producción y promoción teatral. Otras, como Bistritski, Savva, Lomashkin, Poselski o Garlitski, destacaron brevemente por una exigua producción de dos o tres películas que basaban sus argumentos en obras literarias de baja calidad y en guiones que ‘continuaban’ historias legendarias o de grandes clásicos de la literatura, con frecuencia salpicadas de elementos eróticos o semi pornográficos.

Pero más allá de esta producción anecdótica, una serie de compañías productoras se consolidarán conformando un entramado industrial de gran éxito empresarial, e incluso artístico, desarrollando y produciendo películas que abastecerán y colmarán los nuevos gustos populares, en la estela del Sten’ka Razin de Drankov, y que irán evolucionando paulatinamente hacia producciones con mayor ambición artística y calidad argumental, recurriendo a la dramaturgia y literatura dramática de prestigio.

La Pathé mantuvo su cuota de mercado hegemónica hasta 1911, reaccionando ante la nueva situación con producciones basadas en temas locales como su famosa, en la época, serie de documentales Rusia Espectacular. En 1909 produjo sus primeras películas dramáticas rusas sobre temas y argumentos extraídos del pasado glorioso y épico ruso: Un episodio de la vida de Dmitri Donskoi, héroe del siglo XIV, primer príncipe de Moscú a la edad de 9 años, artífice de la primera victoria rusa contra los mongoles del Kan Mamai en la batalla de Kulikovo y conquistador del territorio tártaro de la Horda de Oro; Mazeppa, noble cosaco ucraniano del siglo XVII que luchó por restablecer la independencia política y militar de Ucrania frente al dominio de Rusia, convertido en héroe y leyenda tras su muerte y celebrado en poesía por Victor Hugo, Byron y Pushkin, y en música por Lizst y Tchaikovski; y, como era de esperar, Pedro el Grande, el más popular de los zares de la dinastía Romanov. Todas esas epopeyas rusas fueron dirigidas por el francodanés Hansen que contó, para Pedro el Grande, con la colaboración de Vasily Goncharov, especializado en producciones de época durante su etapa en la Gaumont. Sin embargo, a partir de 1910 la Pathé comenzó su declive ante el empuje de la compañías rusas, vendiendo gran parte de su infraestructura en el país, dejando de producir películas en Rusia y centrando su actividad en la distribución de sus propias películas hasta 1915, año en que Iosif Ermolev, un antiguo ejecutivo y director de la Pathé desde 1907, y tras varias aventuras breves con compañías propias, termina por refundar con fondos de la productora francesa la Compañía Ermolev.

Pavel Thiemann, de origen alemán nacido en Moscú, y asociado con el empresario tabaquero Friedrich Reinhardt, funda en 1909 la compañía Thiemann y Reinhardt. En 1912 compran los estudio Pathé en Moscú y producen otra serie de películas de gran éxito, la Serie Rusia Dorada. Sus primeras películas dramáticas, El mercader de Venecia y Saúl y David, también tendrán un notable éxito. Y unos años más tarde, en 1911, realizarán Viejos tiempos en Kashira, sobre la popularísima obra del dramaturgo Dmitry Averkiyev, producción especialmente cuidada, hábilmente promocionada y para la que contaron con un famoso y brillante elenco de actores de la escena rusa. ‘Jugada maestra’, como la califica Jay Leyda, que llevará a la compañía a la cumbre de la industria cinematográfica rusa e instalará un modelo ampliamente imitado con mediocres resultados. Paradójicamente, Thiemann y Reinhardt, tendrán un corto recorrido, cuando tras el estallido de la I Guerra Mundial, en 1914, sean perseguidos por sus apellidos en un pogromo antialemán. Thiemann acabará confinado en Ufa, ciudad al oeste de los Urales, en Siberia.

En 1915 aparecerá la compañía de Dmitri Kharitonov, que en muy poco tiempo se convertirá en la más importante de la industria cinematográfica rusa. Su fulgurante éxito radicará en adoptar un modelo de producción basado en un ‘star system’ al estilo danés de la época. Kharitonov no ignoraba la operación de la productora danesa Nordisk que a finales de 1910 exporta a Rusia la película El abismo, dirigida por Urban Gad e interpretada por una nueva y joven actriz, llamada a convertirse en la estrella más importante del cine europeo de las décadas de 1910 y 1920: Asta Nielsen. La película fue un éxito absoluto y Asta Nielsen se convertirá en la actriz más popular de todo el imperio ruso hasta el extremo de agotar las entradas tras el anuncio de la exhibición de cada película suya. La otra clave del éxito de Kharitonov, residió en su colaboración, entre 1914 y 1919, con Piotr Chardynin, uno de los directores rusos más apreciados y con más éxito entre el público. La trayectoria de Chardynin arranca en 1909 con su colaboración con Khanzhonkov, otro gran productor ruso, que continuará hasta 1916. Exiliado en 1919 y retornado en 1923, su carrera se extenderá durante el periodo soviético hasta el año 1930.

Aleksandr Khanzhonkov es otro de los grandes nombres de la producción rusa. Eterno rival de Drankov, con quien se disputa película a película el éxito y el mercado, sus estrategias pasan, inicialmente, por la importación, distribución y exhibición de películas extranjeras de especial calidad y declarado éxito en sus países de origen. También cuidaba la elección de temas y géneros, oscilando de este modo entre el drama y la ficción histórica, adaptándose a la demanda y los gustos populares que a estas alturas ya estaban decantados por la ficción dramática en detrimento de la actualidad local. A través de la Itala Films, productora italiana especializada en películas dramáticas, históricas y de comedia, y participada por el gran director Giovanni Pastrone, distribuirá algunos de los éxitos de la compañía, incluidas las famosas películas de aventuras ambientadas en la época clásica, generalmente adaptadas de famosas obras literarias, que caracterizadas por sus elaborados escenarios y sus escenas de masas, son conocidas genéricamente bajo el nombre de ‘Kolossal’ italiano. Cabiria, Maciste, caídas de Troya y ‘peplums’ varios harán, también, las delicias del público ruso. Al mismo tiempo, y en parte como respuesta al último gran éxito de Drankov que, con la complicidad de su mujer, Sophia Andreyevna, había conseguido filmar a Tolstoi el día de su ochenta cumpleaños (Tolstoi tenia alergia al cinematógrafo) en varias situaciones y escenas de su intimidad familiar, Khanzhonkov adquirió los derechos de distribución para Rusia de las obras de la nueva productora francesa Film d’Art, cuidadas y selectas representaciones teatrales filmadas e interpretadas por actores de prestigio, que triunfaban en toda Europa occidental. En cuanto a su producción propia, las obras de Tolstoi, Lermontov, Dostoievski, Ostrovski, Pushkin y de diversos autores teatrales de moda en la época, serán las fuentes argumentales de sus películas. En este sentido, podemos afirmar que tanto la actividad distribuidora como la productora de Khanzhonkov son, en parte, responsables de la evolución de los gustos populares hacia una ficción dramática de mayor calidad ‘literaria’.

Sin embargo, no deja de ser curioso, que la producción por la que más se recuerda a Khanzhonkov, y uno de los films que consagra el cine ruso de los orígenes, sea Oborona Sevastopolya (La defensa de Sebastopol, 1911), una superproducción, sobre el sitio de Sebastopol durante la guerra de Crimea, dirigida por él mismo y Vasily Goncharov, y auspiciada por el Estado con la aprobación y apoyo del zar, que dispuso todos los medios necesarios para su realización: tropas, unidades de la flota, oficiales y hasta el coro de la catedral de Sebastopol. También fue la primera película en el mundo filmada con dos cámaras y un notable uso de «efectos especiales de sonido» (disparos de cañones). Una producción sin precedentes y un éxito clamoroso que supuso un nuevo gran paso desde Sten’ka Razin.

Hacia 1916 son 47 las empresas productoras que se contabilizan en Rusia. El número de películas crece año a año: en el periodo que va de 1908 a 1911 se produjeron 351 películas (139 fueron dramas y 212, noticiarios y documentales), 129 en 1913, 232 en 1914, 370 en 1915 y 499 en 1916. El negocio de la importación de películas se fue desplomando, hasta apenas suponer, un año antes de la Revolución del 1917, un 20% del mercado, en beneficio de la producción nacional.

El cine se convertirá en un Arte, sí, pero nació con vocación de negocio, cosa que atendiendo al presente, se mire a donde se mire, es algo que no se puede negar. A pesar de que todavía es demasiado pronto para hablar de autores, tal y como se entenderá este concepto décadas más tarde y que será motivo de revisiones historiográficas con carácter retroactivo, en el cine de los primeros años en Rusia (al igual que en el resto de cinematografías mundiales), la pulsión creadora recaerá sobre los productores, extraños, poco atendidos y, con frecuencia, olvidados personajes: empresarios y hombres de negocios promotores de historias para ser filmadas, distribuidas y exhibidas. El cine de esta época es un cine de productores.

Fotógrafo especializado en arquitectura y patrimonio, realizador de cine documental