Al ritmo de Bella Ciao y del recién creado Himno de la Desbandá, el sábado 16 de febrero más de 500 personas recorrieron la ciudad de Almería –desde su entrada por el viejo barrio de la Pescadería hasta el memorial a las victimas republicanas en Mathausen- rememorando el forzado éxodo de más de doscientas mil personas que huían del terror fascista que se abatía sobre Málaga, caminando inermes bajo la metralla en busca de la salvación tras las líneas del frente republicano. Muchas desbandás llegadas de la Andalucía ocupada confluyeron en esta tragedia humanitaria que cada año rememoramos a lo largo de 260 kilómetros como imprescriptible crimen de lesa humanidad, muestra del planificado genocidio franquista y al mismo tiempo símbolo de la capacidad de resistencia del pueblo andaluz, más allá de la costa mediterránea que constituyó el escenario físico del crimen. La columna vertebral de este inmenso acto de resistencia antifascista y de confianza en la patria republicana fueron las mujeres que hicieron posible la supervivencia de miles de familias, junto con anónimas milicianas y voluntarias del Socorro Rojo Internacional.

El relato historiográfico sobre la Desbandá también participa del sesgo patriarcal con el que se viene contando toda la Historia de la Humanidad, y buena muestra de ello es la memoria incompleta y centrada en una figura masculina -Norman Bethune- que conservamos de la fundamental intervención humanitaria que el SRI (Socorro Rojo Internacional, creado en el VII Congreso de la Komitern para ayudar a las víctimas de la lucha de clases) llevó a cabo desde Motril a Almería. Tras la caída de Málaga, el Consejo Nacional del Socorro Rojo de España consideró la necesidad de enviar una delegación cualificada a Almería, dirigida por Matilde Landa, Tina Modotti y el conocido médico canadiense Norman Bethune, quienes llevaron a cabo junto con el resto del equipo una labor prodigiosa y heroica salvando vidas y rescatando huérfanos. Hora es ya de rescatar y rememorar con fuerza el protagonismo de Matilde Landa, de Tina Modotti y de tantas mujeres valientes, lúcidas y cualificadas en los días de resistencia y muerte de la Desbandá.

Pero lo que realmente diferencia como hecho histórico al éxodo malagueño de otros crímenes franquistas en la guerra de España, fue la composición por edades y por género de las víctimas. Mientras que las grandes fosas de Córdoba, de Badajoz o de las riberas del Ebro están llenas sobre todo de hombres –como consecuencia evidente de la distribución de roles sociales de la época- la población que sale de Málaga está constituida por familias formadas por una mujer entre 20 y 40 años con sus hijos e hijas, con el marido en el frente. También se dan grupos familiares más amplios procedentes de localidades de fuera de Málaga, en que el núcleo central era un matrimonio o una mujer sola con sus hijos a los que se unían los padres del matrimonio, en calidad de abuelos. La estructura de género que acabamos de apuntar, junto con la abundante población infantil, determina y explica el papel vertebral de las mujeres como sostenedoras cotidianas de la supervivencia de los huidos, organizando, alimentando y animando a los más desprotegidos. Sin la tenacidad y la entrega de miles de mujeres anónimas no cabe duda alguna de que el número de víctimas y el grado de sufrimiento habría alcanzado límites inimaginables y el mismo logro de alcanzar la zona republicana se hubiese puesto en peligro.

Cientos de testimonios rescatados del olvido corroboran el papel central de las mujeres en este inmenso acto de resistencia antifascista. Como ejemplo de heroísmo cotidiano, valga este fragmento recogido en el indispensable libro de Lucia Prieto y Encarnación Barranquero “Población y guerra civil en Málaga. Éxodo y refugio”. Nos habla Josefa Ramos Perdiguero, entonces una niña de 11 años:

(…) Lo que no puedo olvidar es lo que nos pasó. Mi madre, cuando salimos de Málaga, llevaba lo que pilló: Garbanzos, huevos y azúcar. Y eso lo fuimos comiendo como pudimos y nos quedaban unos pocos garbanzos. Parece cómico y es trágico. En Adra mi madre entró en una cuadra y de un comedero de caballos cogió cebada. La tostó como pudo, la machacó con una piedra y nos hizo café ¡y le echó los garbanzos que nos quedaban! En esto, entra un miliciano y sin decir nada mi madre fue y le dio un poco de cebada en la lata y lo cogió, lo bebió y se echó en el pesebre y se murió. Venía herido, se tomó un poco de aquello y, el pobre, sin decir nada, descompuesto ¡Muerto venía! (…)

Mujeres en guerra, mujeres defendiendo a los más débiles, sosteniendo una huida que fue a la vez una inmensa denuncia del terror fascista y expresión de la esperanza de la población en la España republicana que aún mantenía la lucha. Exhumar su recuerdo es un acto de justicia y un paso más hacia la igualdad que incorpora también la mirada hacia nuestro pasado.

Hoy, con cada paso que damos recordando este crimen, luchamos contra la impunidad del franquismo y de sus verdugos, y de su peor y más injusta expresión que se llama Negacionismo. El negacionismo que se nos va a intentar imponer por el poder reaccionario del actual gobierno andaluz es la última vuelta de tuerca del muro de silencio y de olvido que ha sepultado la memoria de los vencidos y de las víctimas. Frente a este miserable empeño, debemos enarbolar, explicar y difundir el genocidio de la carretera de Málaga a Almería como un hecho histórico innegable, como la mayor tragedia humanitaria de la guerra de España, preludio de la barbarie nazi en los campos de Europa.

Para luchar contra la impunidad y el negacionismo necesitamos compromiso social, movilización ciudadana y hechos concretos desde el poder político democrático. No basta con gestos, declaraciones y palabras. Decimos no a la impunidad exigiendo la Comisión de la Verdad, prevista en la Ley de Memoria Democrática de Andalucía, que elabore un censo oficial y público de víctimas de la Desbandá e impulse un mapa de fosas actualizado. Decimos no a la impunidad pidiendo una declaración del parlamento andaluz reconociendo y condenando los crímenes de guerra y contra la Humanidad cometidos del 7 al 13 de febrero de 1937 entre Málaga y Almería. En fin, decimos no a la impunidad reclamando Lugares de Memoria y un centro de interpretación de la Desbandá que divulgue y fundamente el relato veraz y comprometido con los valores democráticos de lo que aquí ocurrió.

En momentos históricos como los que estamos viviendo, resistir es vencer. Por la dignidad de las víctimas y la condena de los verdugos, mantengamos y hagamos crecer el compromiso social y político con la Desbandá, como referente andaluz de resistencia antifascista.

Delegado en Córdoba del Club Senderista de La Desbandá