Como hizo Bush en Oriente Medio, Trump decidió también modificar el mapa político de América, y puso a Venezuela en la diana, aunque el plan ya estaba preparado con Obama. Faltaba la oportunidad: llegó con John Bolton, con el ascenso de Mike Pompeo, con la complicidad de Colombia y del fascista Bolsonaro de Brasil, que sirvió para que Washington decidiera lanzar la operación para derribar a Maduro. En la campaña de acoso a Venezuela, esos personajes desempeñan un destacado papel, en el Pentágono, el Departamento de Estado, la CIA y la Casa Blanca: armados con mentiras, recurriendo a la manipulación y la desinformación, preparando la incautación de bienes y activos venezolanos, urdieron el intento de golpe de Estado.
Inició el acoso el vicepresidente Pence, con el concurso de congresistas de extrema derecha como Marco Rubio y Mario Díaz-Balart, además del secretario de Estado, Pompeo (ex director de la CIA que organizó comandos de la muerte en Oriente Medio), y de la actual responsable de la CIA, Gina Haspel (implicada en torturas a prisioneros iraquíes y organizadora de grupos de operaciones especiales que ejecutan asesinatos en distintos países del mundo), y de Bolton, el halcón del Consejo de Seguridad Nacional. Después, coordinaron con Guaidó (apenas un peón del trance) el momento para actuar.
El vicepresidente Pence dio la orden, y Guaidó se proclamó presidente. La operación fue acompañada de la presión a los aliados europeos para que reconocieran y avalasen el golpe: pese a algunas dudas, Europa cedió. El plan incluye manifestaciones en Venezuela, entrenamiento de paramilitares, nuevas sanciones económicas e incautación de activos, soborno a militares. Además, la amenaza latente de invasión, que, si se juzga necesaria, Washington prefiere que sea dirigida por Colombia y Brasil, más destacamentos de mercenarios (como en Siria o Libia) que acudirían en apoyo de la “oposición democrática”. El pretexto: una intervención humanitaria, la repugnante mentira urdida por el nuevo imperialismo. Tras ese plan, el propósito de destruir la revolución bolivariana y derribar a Maduro, y la ambición de ahogar después a Cuba, mientras Bolivia y Nicaragua esperan su turno.
Además, Trump designó como “emisario especial para Venezuela” a Elliot Abrams, un veterano de la guerra sucia, de las operaciones de castigo para aterrorizar a poblaciones civiles: en Nicaragua organizó a la guerrilla de mercenarios que intentó destruir la revolución sandinista; en Guatemala, utilizó el recurso a las “desapariciones”: decenas de miles de personas fueron asesinadas, y sus cuerpos enterrados en fosas comunes. Apoyó al general Ríos Montt, protagonista de matanzas que después sería condenado por genocidio. En El Salvador, Abrams supervisó los grupos de operaciones especiales que asesinaron a miles de personas; trabajó con el batallón Atlácatl, creado por Estados Unidos, verdugo de la matanza de El Mozote, donde ejecutó a sangre fría a más de mil personas, entre otras masacres. Con el manto de la “defensa de la democracia”, el siniestro Elliot Abrams era “Secretario de Estado adjunto para los derechos humanos”, y sembró la muerte en América central sin que le temblaran las manos.
John Bolton, que es también partidario de atacar a Irán, señaló: Cuba, Venezuela y Nicaragua son “el triángulo del terror” y “cuna de comunismo”. Bolton participó en la gigantesca mentira urdida para invadir Iraq, que culminó con el cinismo de Powell mostrando una ampolla ante el Consejo de Seguridad de la ONU: con aquellas mentiras pretendieron justificar la guerra, la invasión que ha destruido el país y asesinado a centenares de miles de personas.
Quienes sembraron la muerte en Iraq, y después en Siria, pretenden hacer creer al mundo que quieren llevar la libertad a Venezuela. Quienes destruyeron Libia, convertida hoy en escenario de mercados de esclavos, ansían implantar la democracia en Venezuela. Su cinismo, la confianza en su impunidad, explican su trayectoria. Elliot Abrams llegó a la infamia de enviar armas a la contra de Nicaragua camufladas como si fueran ayuda humanitaria. Bolton se ha referido al petróleo venezolano como un recurso disponible, y el siniestro Mike Pompeo prepara la guerra afirmando que «en Venezuela existen células de Hezbolá que ponen en riesgo la seguridad de Estados Unidos». Las sanciones y el acoso norteamericano causarán daño y sufrimiento en Venezuela, y si este intento de golpe de Estado fracasa, vendrán otros. Y hay que estar preparados.