Aunque reposando en un lugar de titularidad pública, los restos del dictador terminaron por salir del mausoleo en que se convirtió la basílica de Cuelgamuros tras depositarlos aquel noviembre de 1975, contradiciéndose con ello el fin fundacional del complejo: el homenaje a los caídos defendiendo a España del marxismo pero transfigurado posteriormente, en 1958, para recoger -sin permiso, eso sí- a los vencidos en la guerra que descansaban en fosas comunes de los cementerios de muchas de las provincias españolas, que tampoco de todas. Pero a pesar de ello, más de treinta y tres mil personas.
Junto a su modélica esposa y cerca de dos eficaces lacayos, Carrero Blanco y Carlos Arias Navarro, bajo la negra sombra del panteón de Leónidas Trujillo, dictador dominicano de idéntico calibre sanguinario que el que mantuvo siempre el español y doblemente condecorado durante el franquismo, ha quedado depositado su cadáver. Un acto sin precedentes, por lo simbólico, pero que por sí mismo poco cierra en relación con la recuperación de la memoria y de la historia democrática de nuestro país y de los derechos de las víctimas de la represión, que a día de hoy, siguen sin estar reconocidas como tales. Tampoco aporta nada a la investigación de los crímenes ni al conocimiento de la necesaria verdad y menos aún al futuro del complejo monacal y ni al del resto de los enterrados en él.
El pasado 24 de octubre, fecha de la reinhumación del general golpista, el presidente Sánchez, todavía en funciones, realizó una comparecencia institucional que reivindicaba a las víctimas y condenaba la dictadura; que tome nota de lo que dijo y que lo cumpla, si es que vuelve a ser presidenciable.
Y ahora nos vamos a permitir un chiste… Escuchar a los familiares del transportado Franco diciendo que esto es una dictadura rompe con todos los esquemas de cualquier bicho viviente. Y ni se despeinan, oye… Sobre este clan habría que hacer un juicio popular, cuanto menos. Sobre el origen de su fortuna ya hay escritos muy detallados que no han sido jamás desmentidos.
Cambiando de tercio, y en inequívoca dirección, nos topamos con que en Extremadura los responsables de Educación han de revisar, para el curso próximo, los textos de las editoriales con el objetivo de que ofrezcan una formación veraz, extensa y rigurosa sobre lo acontecido durante la Guerra en España y la dictadura que la siguió. Según nos informan, el profesorado de Geografía e Historia de 4º de ESO y el de Historia de 2º de Bachillerato tendrán el deber -así lo marca la ley aprobada para aquella comunidad- de incluir en sus clases temática sobre Memoria Histórica el próximo curso 2020-2021 que ofrezcan una información veraz, extensa y rigurosa sobre los acontecimientos ocurridos en Extremadura durante la guerra y el franquismo. Certera vía de educación hacia la convivencia y el rigor por el conocimiento de la verdad que debería implantarse en todas y cada una de las autonomías con o sin normativa de memoria.
Es necesario más que nunca -y con el involucionismo democrático que puede conllevar la entrada de la ultraderecha a las instituciones- adoptar con urgencia medidas que aseguraran el estudio durante la escolarización obligatoria, del pasado reciente del país y que el vigente plan de estudios (la LOMCE) no contempla, el estudio detenido y veraz de la II República, la guerra, la dictadura y la consecución de un régimen democrático a base de huelgas, detenciones, muerte y torturas.
Y nuestro nombre propio será en esta ocasión el de Domingo Malagón, que en los aconteceres del 80 aniversario del exilio español ha sido recuperado, al menos, en dos publicaciones españolas y en la traducción al francés de la impecable biografía que editara en su día el Viejo Topo.
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