Vivimos tiempos tan convulsos como sorprendentes, de la irrupción de VOX en las instituciones a la llegada de Unidas Podemos al gobierno. Son tiempos de celebración y también de precaución, debemos estar a la altura del proyecto que queremos construir y que este país necesita.

Para todas las mujeres, en especial las feministas, este gobierno puede marcar la diferencia en cuanto a derechos sociales, reconciliación nacional, políticas con las minorías y un trato más justo hacia los trabajadores. El primer gobierno verdaderamente progresista de la débil democracia instaurada tras la muerte de Franco tiene demasiadas promesas que cumplir y demasiados agujeros que tapar, pero si alguna vez ha sido posible pasar página de la historia funesta de este país, es ahora.

Tenemos ante nosotros una de las pocas oportunidades de modernizar el país, transformar estructuras, renovar mentalidades. Están con nosotros mujeres de la talla de Yolanda Díaz (seguramente la única ministra de trabajo que ha estado en un piquete y partiéndose la cara en huelgas) y a Irene Montero como ministra de igualdad, además, obviamente, del Ministerio de Consumo de Garzón y la vicepresidencia de Pablo Iglesias. Pero quiero dedicar esta breve columna a las mujeres trabajadoras, porque a veces parecen inexistentes cuando siempre han estado ahí, luchando con nuestros compañeros para conquistar un mundo mejor. Y estos días, al ver las noticias, leer la prensa, meterme en redes sociales, no puedo sentir sino orgullo de ver a estas mujeres valientes representándonos a todas. A las que estamos en contra de los vientres de alquiler, de la explotación laboral, las que pensamos que hombres y mujeres merecen el mismo grado de igualdad (y las personas migrantes y cualquier minoría, solo por el hecho de ser persona) y que quienes merecen nuestro desprecio son aquellos que odian a los trabajadores, que les imponen condiciones tiránicas de existencia, solo por ganar un poco más.

Con este nuevo gobierno en alianza con los socialistas (que exigirá paciencia y mucho control a un partido que está más acostumbrado a los desayunos con la patronal que no al frío de la calle en una huelga) podemos cambiar las cosas. Podemos abrir un nuevo panorama para las mujeres y los hombres trabajadores de España e ir resolviendo conflictos que solo amenazan la diversidad cultural de este país). Como decía Chicho Sánchez Ferlosio: no se rinde un gallo rojo más que cuando está ya muerto.