El 3o de abril de 2020 el diario norteamericano The New York Times publicaba una información dando cuenta de que el gobierno Trump estaba presionando a las agencias de espionaje y de inteligencia estadounidenses para que vinculasen al virus Covid-19 con los laboratorios de Wuhan y con China. Ese propósito es perseguido por Mike Pompeo, que fue director de la CIA y es uno de los halcones del gobierno Trump más belicosos contra Pekín, y también por otros responsables y altos funcionarios de la Casa Blanca y del gobierno. Matthew Pottinger, consejero adjunto de Seguridad Nacional, ha especulado con el origen de los brotes y está también presionando a los organismos de inteligencia, en un esfuerzo conjunto que revela una cuidadosa planificación.
The New York Times citaba también a Anthony Ruggiero, jefe del gabinete del Consejo de Seguridad Nacional, como miembro del círculo que persigue remachar los clavos contra China y que, según sus fuentes, se quejó ante los analistas de la CIA de que no hubiesen encontrado todavía evidencias sobre el origen del virus en China. El propio Trump ha dado alas a la insostenible hipótesis de que el virus se habría creado en un laboratorio de Wuhan e incluso hizo referencia a la lectura de supuestos informes de las agencias de espionaje apoyando esa tesis, pese a que los organismos de inteligencia habían concluido que la comunidad científica afirmaba que el virus “no era artificial ni se había modificado genéticamente”. Una semana antes de esas revelaciones, fuentes anónimas del gobierno habían filtrado a la prensa norteamericana que “agentes chinos difundieron mensajes para crear pánico” y para desacreditar el esfuerzo de Trump, en una operación conjunta con fuentes rusas. Para el delirante personaje que gobierna desde la Casa Blanca todo encajaba.
Es un hecho que el gobierno norteamericano presiona para que los análisis de las agencias coincidan con sus apreciaciones y den solidez a sus decisiones. Primero se toma una decisión política y después se pide a las agencias de inteligencia que suministren datos e informes para sustentarla. Dos son los objetivos: continuar presionando a China en medio de la guerra comercial y, con un plan que pretende mantener la hegemonía norteamericana en el planeta, sabotear la gran apuesta de Pekín por el desarrollo de la nueva ruta de la seda, y acabar con las críticas a la desastrosa gestión del gobierno Trump sobre la pandemia. No debe olvidarse que Estados Unidos es el país más afectado del mundo por el Covid-19: más de un millón de infectados y sesenta y cinco mil muertos. Y Trump ridiculizó el peligro y desdeñó tomar decisiones pese a que Pekín ya había compartido información con Estados Unidos desde enero.
Mentir para justificar una decisión
La decisión del gobierno de Trump de culpar a China de la pandemia, aunque no tiene ninguna credibilidad y el mundo científico cree que el virus pasó de un animal a un ser humano sin que pueda precisarse el lugar, pretende que se suministren “pruebas” para continuar la campaña de acoso y descrédito. El gobierno norteamericano, a través de Trump, de Pompeo y de portavoces del Departamento de Estado, acusan regularmente a China de “ocultar información” y durante las últimas semanas han acusado también a la Organización Mundial de la Salud de connivencia con Pekín, y de facilitar información a destiempo. Pompeo ha llegado a afirmar que su gobierno “sabía que el Partido Comunista de China había investigado si el Instituto de Virología de Wuhan era el origen del virus”.
La disputa tiene más implicaciones. Si Estados Unidos elaborase un informe de inteligencia sobre la supuesta responsabilidad de China en el origen de la pandemia, el gobierno Trump podría utilizarlo para presionar a países aliados para que le acompañen en su campaña de descrédito hacia Pekín y eventualmente para responsabilizar al gobierno chino por la mortandad planetaria y exigir compensaciones económicas. El diario neoyorquino se hacía eco de la hipótesis con que trabaja el gobierno de Trump: en esa eventualidad, armado de informes elaborados por sus agencias, Estados Unidos podría demandar a China y pedir indemnizaciones de diez millones de dólares por cada persona fallecida a consecuencia de la pandemia. Trump afirmó también que su gobierno estudia pedir reparaciones “muy elevadas”.
No es nada nuevo que Washington recurra a fuentes de inteligencia e informes de espionaje basados en falsedades: la mentira que recorrió el mundo sobre las armas de destrucción masiva en poder de Iraq llevó a una guerra sanguinaria, a la práctica destrucción del país y causó la muerte de centenares de miles de iraquíes. Estados Unidos ha recurrido en muchas ocasiones a la mentira, la manipulación y la desinformación sistemática. Los espías y analistas de las agencias norteamericanos lo saben (primero, toma una decisión; después, suministraremos los informes de inteligencia), pero no pueden dejar de trabajar para su gobierno.