La Administración Trump lleva la guerra contra Cuba hasta el extremo de presionar a terceros países para que expulsen a las brigadas médicas cubanas que los socorren en la pandemia. Más de veinte naciones, entre ellas Italia y Andorra. El Secretario de Estado, Mike Pompeo, acaba de amenazar con dejar de financiar a la Organización Panamericana de la Salud por facilitar en 2013 la negociación entre Brasilia y La Habana para el envío de 8.000 médicos cubanos a las zonas más pobres de Brasil.

Donald Trump ha reforzado el bloqueo contra Cuba con el objetivo de ahogar económicamente al cubano de a pie y provocar un levantamiento popular. Busca dañar las zonas sensibles de la economía cubana. Prohibió la tímida apertura turística de Obama que permitía la visita de estadounidenses a la isla, canceló la llegada de cruceros y obligó a Sheraton a dejar el único hotel administrado por un grupo de Estados Unidos. Estableció sanciones para las empresas extranjeras que utilicen en Cuba bienes nacionalizados y demandaron incluso a cadenas hoteleras españolas. Y castigan a los buques petroleros que lleven crudo de Venezuela a Cuba.

La guinda de la tarta es el ataque a las remesas, el dinero que envían los emigrados a sus familiares en la isla. Primero las redujeron a un máximo de 1.000 dólares por trimestre y ahora amenazan con prohibir a la Western Union negociar con la empresa cubana Fincimex que ha funcionado como contraparte. Todo en medio de la pandemia y con los cubanos de a pie más necesitados que nunca. “El colapso de las remesas es muy grave, tanto para el Estado como para las familias”, dice el economista Ricardo Torres, del Centro de Estudios de la Economía Cubana.

Aunque finalmente no se ha llevado a cabo, la amenaza sigue pendiente como espada de Damocles. Torres cree que hay que prepararse para contrarrestar el ataque: “Habría que reiniciar los vuelos para los viajes de las mulas que traen las remesas en sus bolsillos. Habría además que firmar rápidamente acuerdos con empresas de terceros países para triangular el envío del dinero”. Por su parte, el economista independiente Omar Everleny Pérez sostiene que Washington no puede eliminar todo el flujo de remesas, porque “hay un grupo de empresas dedicadas a este asunto que son incluso más eficientes que la Western Union y cobran menos”.

En plena campaña electoral, la Casa Blanca se cuidará mucho de perder el voto cubano, importante para ganar La Florida, un estado clave en la carrera hacia la reelección. Lo ocurrido con el anuncio del cierre de remesas y la pausa posterior podría ser un globo sonda para conocer la reacción del electorado cubanoamericano. El resultado fue evidente, miles de emigrados haciendo colas para mandar dinero a sus familiares en la isla ante el temor de que se produjera la anunciada prohibición.

¿Tiene Cuba opciones?

Los economistas cubanos creen que sí. Es más, consideran que ni siquiera es necesario ponerse de acuerdo en qué hacer. “La ventaja es que no hay que debatir las medidas, ya fueron discutidas, aprobadas y están escritas en los lineamientos aprobados por el Partido Comunista de Cuba, el gobierno y la población e incluso en la Constitución de la República”, nos explica Omar Everleny Pérez y agrega que “una de estas reformas ya aprobadas e incorporadas a la Constitución es la apertura de las PYMES”.

El antiguo profesor de la Universidad de La Habana considera que el proceso es aún más fácil porque “ya existen aunque no haya aún forma legal de registrarlas, hay restaurantes privados con setenta empleados que figuran como trabajadores autónomos, así que el dueño y sus asalariados están en la misma categoría”. Esto facilitaría el trabajo de las PYMES: “Podrían crecer, importar y exportar, absorber la mano de obra excedente de las empresas estatales y aportar impuestos significativos a las arcas del Estado para que se puedan subir los salarios del resto de los trabajadores”.

Omar Everleny Pérez considera que “los trabajadores por cuenta propia (autónomos) deben multiplicarse, debemos cambiar la lista de los oficios que se pueden ejercer por una en la que sólo figuren los trabajos que no se puedan realizar de forma privada, como en la educación, la medicina y las Fuerzas Armadas. Cuba ha graduado a 1.200.000 universitarios pero mantiene prohibido que ejerzan de forma privada su trabajo, por lo que se ven obligados a ser empleados del Estado con salarios muy bajos. Muchos solo encuentran una salida en la migración, con lo cual las universidades cubanas están invirtiendo sus recursos materiales y humanos para que otras economías se beneficien”.

También, según este economista, se necesitaría facilitar el crecimiento de la inversión extranjera: “Hay que acelerar los trámites para la aceptación de inversores extranjeros. En algunos momentos hemos tenido 400 empresarios esperando durante dos años sin siquiera darles una respuesta. Hay que abrir las puertas a todos los que quieran invertir. Quien lo haga ahora, a pesar de toda la presión de Estados Unidos, merece un trato expedito”.

Poco ha cambiado la proyección de Estados Unidos contra Cuba desde que en 1960 proclamaran su política de cerco económico, comercial y financiero: “Hay que utilizar todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba. Una línea de acción hábil y discreta para negarle dinero y suministros, para disminuir el salario real, con el objetivo de provocar hambre, desesperación y derrocar al gobierno”.

Cuando la mayor potencia militar y económica del mundo toma semejante determinación contra una pequeña isla poco se puede hacer para evitar las consecuencias exteriores. Sin embargo, Cuba puede desbloquear las trabas internas que le impiden avanzar y mejorar las condiciones de vida de su pueblo. Los pasos que se necesitan ya fueron debatidos por el Congreso del PCC, por el Parlamento y por el pueblo en asambleas barriales. Y aprobado en referéndum. Solo falta que las autoridades materialicen el cambio.

/ La Habana