En plena curva ascendente de la pandemia, caminé cada semana un corto trayecto, siempre el mismo, durante más de dos meses. Por un centro de Madrid nublado, silencioso y distópico. Ese tiempo ya pasó. Ahora vuelvo a experimentar esa sensación de caminar por el tumulto, perdido entre rostros cubiertos de mascarillas, sumergido en conversaciones y risas a veces hasta exageradas, en mesas de terrazas poco respetuosas de la distancia mínima y con escasa memoria de lo ocurrido.

Las víctimas siguen aumentando, personas que ya no podrán celebrar nunca la vuelta a tu normalidad. Se olvida que el mundo no acaba en España, la curva sigue ascendiendo en muchos países y continúa acechando y amenazando otras vidas.

¿Puedo exponer mi utopía sobre lo que sería pasar el tiempo con la gente tras el periodo de aislamiento?

La conversación anodina que se inicia en un ¿qué tal?, que empiece en un cuéntame que yo también tengo mucho que contarte y escuchar tu parecer sobre estas nuevas reflexiones.

Abandonar los tópicos sobre la vida cotidiana, los planes de fin de semana y las marcas. Abrir tertulias sobre temáticas de toda índole, también sobre las que nos duelen pero no queremos admitirlo o miramos hacia otro lado.

El chiste ordinario y sin gracia compartido en redes sociales, se convierte en un golpe ingenioso, surgido de la espontaneidad del momento o del recuerdo.

Los lugares comunes se convierten en ideas nacidas de cada uno, propias y originales. No se hablaría de programas de televisión, sino de literatura, historia, ideas políticas, cine, arte, música, países por visitar, personajes universales, historias vividas.

No me cuentes en detalle tu viaje a Japón, déjame que lo descubra y organicemos juntos el próximo y no se nos olvide el movimiento popular.

Tu cara de asco se torna en un brillo en los ojos si se habla de movimientos sociales, Marx, Fidel y la Revolución, feminismo, Naomi Klein o Noam Chomsky.

Cuando comparta mis ideas, pensamientos o creaciones, encuentra el tiempo de verdad y míralo, analízalo, disfrútalo, detéstalo, coméntalo y dame tu opinión sincera de amigo. No acepto un ya lo miraré por respuesta.

Si tu deseo exclusivo es salir y respirar de lo agotadores que han sido tus niños, si deseas volver al ritmo frenético de las oficinas pudiendo teletrabajar, si echaste de menos tu coche todos los días, entonces tu mundo no quiere cambiar, ni contribuirás a cambiarlo.

No cuentes conmigo para el tardeo, en mi pequeño apartamento el aburrimiento no entró por la puerta.

No me digas “hay que cuadrar agendas”, toca el timbre de mi casa.

No abuses del Whatsapp, quiero escuchar tu voz.

Si tu encierro se hizo largo durante tres meses, lamentablemente no le diste importancia al tiempo que tuviste.

Ayer ya no volverá a ser. Ayer, como escribió Antonio Machado, es nunca jamás.