El dispositivo Karl Marx potencia política y lógica materialista
Juan Manuel Aragüés EstraguésPrensas Universitarias de Zaragoza

Profesor titular del Departamento de Filosofía de la Universidad de Zaragoza, Juan Manuel Aragüés es un investigador especializado en autores como Jean-Paul Sartre, Lukács, Deleuze, Lordon y el propio Marx. Interesado en temas de actualidad como la globalización, la posmodernidad, el marxismo y la filosofía política, Aragüés es además un prolijo activista político, secretario general del Partido Comunista de Aragón entre 1993 y 1999.

Juan Manuel Aragüés nos presenta un libro que se centra en aristas de Marx menos exploradas por la tradición interpretativa. Si bien estamos ante una obra que incide en aspectos de cierta complejidad filosófica, estamos ante un libro escrito con gran claridad, que hace del mismo un texto útil no solo para las facultades de filosofía sino también para activistas y militantes.

El libro parte de una reivindicación del Marx ateo, inaugurador de una filosofía de la inmanencia frente a la trascendencia dominante en la historia del pensamiento desde Sócrates y Platón. En este sentido, el autor conecta a Marx con otros autores que también pueden considerarse inauguradores de esta tradición, tales como Spinoza o Nietzsche.

A partir de este presupuesto el libro ofrece un Marx pegado a la realidad concreta y alejado de restos metafísicos heredados de tradiciones anteriores, como se pone de manifiesto en el análisis crítico de la filosofía de la historia marxiana.

Así, el capítulo segundo trata las diferentes concepciones de la filosofía de la historia que conviven en Marx, un aspecto sobre el que ya puso énfasis Manuel Sacristán en su momento. En un cierto Marx podemos leer una visión teleológica, etapista y progresista (de indudable raíz hegeliana), es decir, una concepción por la cual la historia camina necesariamente hacia un progreso que ha de atravesar unas ciertas etapas. Así puede leerse con claridad en El Capital, por ejemplo. Sin embargo, los escritos del Marx tardío en su diálogo con diversos revolucionarios rusos (señaladamente su borrador de respuesta a Vera Zasúlich) ponen de manifiesto que en realidad Marx, o al menos el último Marx, no creía en una visión teleológica o etapista de la historia.

Otro aspecto muy sugerente de este libro es la tesis de Aragüés acerca de Marx como un filósofo del sujeto y de la individualidad, frente a la caricaturización del marxismo como un pensamiento que subsume al individuo bajo la colectividad. En realidad, afirma Aragüés, el manido individualismo burgués no es una defensa del individuo, sino más bien su negación, dado que la ideología burguesa postula un individuo desposeído de sus caracteres sociales. El nuevo hombre burgués, el mito del hombre hecho a sí mismo, es en realidad una negación de las diferencias reales entre individuos, en especial la diferencia más importante, es decir, la social. Frente a ese falso individualismo burgués, Aragüés lee en Marx una antropología de la diferencia, donde la clase es un factor que constituye al individuo, si bien no es el único. Al simplismo idealista no se puede contraponer otro simplismo, pues el materialismo y la dialéctica implican precisamente la atención a la complejidad. Así, Aragüés observa la existencia de una reivindicación por Marx de la diferencia subjetiva (oculta bajo tradición interpretativa de materialismo vulgar y mecanicista), reivindicación que puede leerse en distintos fragmentos de obras centrales de Marx, tales como la Contribución a la Crítica de la Economía Política y muy especialmente los Grundrisse.

Una vez formulado a Marx como filósofo del sujeto, cabría preguntarse ¿cómo se constituye el sujeto bajo el capitalismo? En este punto Aragüés conecta la noción marxiana de subsunción real con la acción en el campo ideológico que generan los medios de comunicación, condicionando nuestra conciencia subjetiva para prender en ella deseos de consumo. Aragüés define los medios de comunicación como verdaderas “máquinas ontológicas”, cuya función es la “producción de realidad desencadenadas por los medios, los simulacros mediáticos (…) poseen poderosos efectos de subjetivación, en la medida en que generan una parte de la realidad en la que se desenvuelve el sujeto” (p. 92). El propio Marx reflexionó acerca de los medios de comunicación, como puede leerse en su carta a Kugelmann de 1871.

Frente a la gran maquinaria del capital, la pregunta es ¿cómo constituir un sujeto antagonista? Partiendo del final de la tercera Tesis sobre Feuerbach de Marx (“la coincidencia de la transformación de las circunstancias y de la actividad humana o autotransformación no se puede captar más que como práctica revolucionaria”), Aragüés plantea que el sujeto antagónico es una construcción, por tanto. No hay una esencia previa. Es en la práctica donde se encuentra (o se construye) el sujeto antagonista.

Estas reflexiones conducen finalmente a pensar cómo llevar a cabo la transición a una nueva sociedad, donde Aragüés realiza una reivindicación del acto revolucionario: no hay “islotes de comunismo” dentro del capitalismo, sino que todo queda a expensas del “terreno de la imaginación”.

En conclusión, estamos ante una lectura diferente de Marx que pone el énfasis en su vertiente más laica y subjetivista, si bien se asiente de manera rigurosa sobre textos directos del propio Marx. Estamos ante un libro que trata de fundamentar teóricamente la recuperación de Marx para la acción política y la crítica social y cultural del presente.

Profesor de Filosofía Contemporánea de la Universidad de Salamanca (USAL)