En diciembre de 2018, el presidente de la República Popular China y secretario general del Partido Comunista de China realizó un viaje a Portugal que ha marcado la evolución del país a una situación económica especial dentro de la Unión Europea. Posición que coloca a Portugal en una situación inmejorable, con lo que ha podido afrontar el COVID-19 de manera sobresaliente y se coloca en un lugar privilegiado para la salida post-pandemia.

No podemos olvidar que Portugal fue uno de los países europeos más golpeados por la crisis financiera y que, sin embargo, por esa relación especial con China, se encuentra en estos momentos en esa situación privilegiada de cara a la recuperación.

En ese viaje a finales del 2018, se firmaron varios acuerdos bilaterales que vinieron fraguándose en encuentros anteriores de menor nivel y fueron trabajados a lo largo de varios años.

Con uno de esos acuerdos se integraba el puerto de Sines en la Belt and Road Iniciative, más conocida como la Nueva Ruta de la Seda, proyecto geoestratégico chino compuesto por un conjunto de planes e infraestructuras que van a servir para desarrollar las relaciones comerciales de China en Asia, Europa y África.

El presidente de Portugal ha mantenido abiertamente que en Portugal no están preocupados por el origen de las inversiones extranjeras. Esta frase evidencia una experiencia dura vivida en Portugal: las exigencias y contraprestaciones de las ayudas de la UE y del FMI que impusieron a Portugal severas medidas de austeridad presupuestaria y un amplio programa de privatizaciones. Curiosamente, con estas llegaron las primeras inversiones chinas.

Los acuerdos negociados con China no tienen ningún tipo de contraprestación como las exigidas por la UE y el FMI, con lo que la soberanía portuguesa y su independencia no se ven afectadas de la misma manera. En esas negociaciones con China, Portugal consiguió que en las contraprestaciones no hubiera ningún derecho de veto en cuanto al papel de Portugal en la mundialización.

Antes de la importante visita de Xi Jinping en 2018, China ya había invertido desde el 2011 más de 6.000 millones de euros en Portugal, con lo que tenía el control de la mayor empresa portuguesa de activos, la empresa eléctrica Energías de Portugal (EDP), el primer banco privado del país, BPC, la primera aseguradora, Fidelidade, y la gestora de la red eléctrica, REN. Inversiones que han dado un gran resultado para ambas partes pero sobre todo para la economía portuguesa.

En 2018, en España, las empresas chinas invirtieron 1.700 millones de dólares. En 2019 se redujo a 80 millones. Los motivos pueden ser varios pero nadie puede dudar que la visita desaprovechada de Xi Jinpig en noviembre de 2018 a España y la falta de firma del principal acuerdo estratégico de la Ruta de la Seda, algo habrá tenido que ver. No obstante en años anteriores las inversiones también fueron oscilantes. Así, en 2016 la cifra de inversiones ascendió a unos 1.800 millones para caer al año siguiente a escasos 450 millones. En esa misma fecha en Portugal las inversiones se acercaron al 5% del PIB luso en el último quinquenio. Entre 2011 y 2017 alcanzaron los 10.000 millones de euros.

El descenso en las inversiones de China ha tenido efecto en todo el mundo pero en niveles mucho más bajos de ese desplome del 95 por ciento de España.
Hasta esa visita a España -como decimos desaprovechada-, las inversiones chinas, al contrario que en Portugal, no se encaminaban a los mismos sectores. En nuestro país se centraron en la hostelería, el turismo y los deportes. Las cantidades como vemos tampoco eran las mismas.

Un socio muy necesario

Es cierto que la economía española no estaba en la misma situación que la portuguesa pero no es menos cierto que en 2020 la situación ha cambiado y podríamos decir que, en la recuperación, Portugal ha recortado espacio.

Evidentemente el error estratégico de España en 2018 o el acierto de Portugal en cuanto a la oportunidad que brindaba la visita del Xi Jimping y la firma del acuerdo estratégico de la Ruta de la Seda, ha sido un condicionante de la nueva realidad. Portugal es un socio de China y España un amigo. China trata evidentemente de manera distinta a sus socios y amigos que a los solamente amigos. Lo hemos observado en el desarrollo de la lucha contra la pandemia. Aún con la notable ayuda que China ha prestado a nuestro país, los ajustes y errores en los suministros no los han sufrido y vivido igual los portugueses. Tampoco los italianos que también firmaron el acuerdo.

Habrá que ver cómo se continúa en relación a la reconstrucción post-pandemia. No hay que ser un gran especialista ni adivino para darse cuenta de que el nuevo Plan Marshal viene de oriente y España no puede ser de nuevo el último país que se sume. Es necesario volver a abrir la posibilidad de una negociación que nos lleve al igual que a Portugal, Italia, Grecia, Serbia, Alemania o Francia a explorar bilateralmente con China acuerdos mutuos de inversión sin tutelajes de la UE y transatlánticos. España debe defender su soberanía y su independencia y, dentro de esa UE multilateral, fijar sus necesidades y sus acuerdos económicos con cualquier país del mundo, incluida China. La estrategia de acabar con la pobreza en nuestro país tiene una pizarra nítida en la experiencia china que desde 1978, año en que comenzó su política de apertura, y que coincide con el inicio de nuestra democracia, ha sacado a 750 millones de personas de la pobreza.

Portugal ha sido uno de esos gobiernos que piensan en la prosperidad de su pueblo, que han sido conscientes de los beneficios de las inversiones chinas en su país, inversiones que no exigen recortes y que no anulan la soberanía al estar basadas en el todos ganan, es decir que no se invierte con el fin de saquear. España debería hacer lo mismo y si no lo hace, explicar a su pueblo cuál es la razón de cerrar las puertas a esa colaboración. Un gobierno progresista, que diseña una salida en forma de reconstrucción de la economía y de sectores estratégicos, no puede mirar a otro lado cuando existe la posibilidad de tener un socio de esas características. Utilicemos todas nuestras capacidades e influencias para poder revertir la situación y conseguir esa inyección en la economía española que ayude a colocarnos al nivel del resto de los vecinos que ya negocian con ese socio.