Hace unas semanas la multinacional canadiense Linamar Corporation anunció un ERE de carácter extintivo en Alumalsa para 230 de sus trabajadores. Una parte importante de la plantilla estaba afectada por un ERTE a causa del coronavirus. Hace un año la histórica fundición de aluminio zaragozana, fundada en 1946, contaba con más de 750 empleados. Si los trabajadores y la sociedad aragonesa no lo impiden, en unos meses la planta contará con solo 220 trabajadores: más de 500 puestos de trabajo perdidos.
El ERE viene a completar un ciclo de destrucción de empleo que había estado afectando a los trabajadores temporales. Como todos nos podemos imaginar, los más afectados por los despidos son los jóvenes y las mujeres, es decir, los y las trabajadoras de más reciente incorporación, los que menos años llevan en la fundición y son más baratos de despedir gracias a las reformas laborales que han ido apuntalando la precariedad, la temporalidad y la inestabilidad. De los 230 despidos 201 están en la categoría laboral de obrero. El gran mazazo va dirigido contra los operarios y operarias. Como siempre, cuando el capital mueve ficha los que perdemos somos los trabajadores.
La multinacional justifica semejante recorte de la plantilla por la cancelación de pedidos por parte de Borg Warner, proveedora de componentes para la industria de la automoción, a causa de la pandemia y la anticipada paralización de algunos modelos de vehículos de motor diesel.
Pero para el conjunto de la clase trabajadora aragonesa este solo es el último ataque al empleo y a la industria de la región. Future Pipe en Ejea de los Caballeros, pasando por Schindler, con más de 100 despidos, o la paralización de la Central Térmica de Andorra. También el nuevo convenio en Opel Figueruelas, negociado a la baja y con muchas presiones a todos los niveles para que la plantilla lo aceptara, supuso un duro golpe a las condiciones de trabajo y salario de sus 6.000 trabajadores. Y también al conjunto de la clase obrera de Zaragoza, pues la capacidad de arrastre de las condiciones de la fábrica de automóviles es enorme.
Un plan de viabilidad
En lo inmediato y coyuntural, la solución pasa por la intervención de las instituciones para asegurar el empleo encontrando contratos para la fundición. Como mínimo se debe asegurar la propuesta del Comité de Empresa: que ni un solo trabajador se vaya a la calle a la fuerza y que se aseguren los puestos de trabajo con contratos de relevo y continuando el ERTE si es necesario. Hay que garantizar a su vez que la fundición no huya, que no eche el cierre total como se temen los trabajadores, y para ello es necesario un Plan de Viabilidad.
En el medio plazo se debe parar la pérdida de puestos de trabajo en empresas del sector industrial. Las cuales por su alta afiliación sindical y capacidad de lucha tiran para arriba de las condiciones de trabajo y salarios de toda la clase trabajadora aragonesa. Porque este conflicto no solo supone una pérdida de puestos de trabajo en la que hasta hace poco era la mayor fundición de aluminio por gravedad del país sino que también es una pérdida de soberanía productiva e industrial para Aragón y para toda España.
El único camino es la lucha, la organización del movimiento obrero y su potenciación. La experiencia nos demuestra que los despidos se paran con la movilización y la lucha. El escudo social que siempre ha protegido a la clase trabajadora es su organización, su capacidad de lucha, su unidad y su movilización. Por último, no podemos perder de vista los planes de Transición Ecológica Justa y de Digitalización de la Economía. Que por nuestro bien no se conviertan en una segunda reconversión industrial.
Núcleo de Industria