Cada 24 de agosto se recuerda que los combatientes de La Nueve, una unidad militar de las fuerzas francesas libres, compuesta mayoritariamente por combatientes republicanos españoles, fueron los primeros en penetrar en París para comenzar su liberación de los ocupantes nazis. Es una anécdota; pudieron no haber sido ellos los primeros en llegar hasta el centro de la capital gala; lo que es un hecho es el papel de los republicanos españoles, perseguidos, encerrados en infames campos de concentración, obligados a alistarse en batallones de trabajo forzado, en la resistencia antifascista en Francia y en toda Europa. El PCE fue una parte significativa de la misma; lo fue por su organización y su capacidad de resistencia, sin duda, pero también por la concepción internacionalista que constituye una de sus señas de identidad que queremos recordar y mantener en el centenario que se celebrará a lo largo de 2021. El internacionalismo caracterizó los primeros pasos del movimiento obrero desde mediados del siglo XIX y, en la gran encrucijada que enfrentó durante la primera guerra mundial, la opción de determinados partidos de someterse a las estrategias belicistas de los nacionalismos oficiales fue una de las causas de los diferentes caminos emprendidos desde ese momento. El PCE surge en noviembre de 1921 como Sección Española de la Internacional Comunista, hecho que se reflejaba en sus estatutos, en sus órganos de expresión y en los carnets que se entregaban a sus militantes. Como principio general, los comunistas, que en muchas ocasiones tenían que huir de sus países de origen como consecuencia de su actividad política, militaban en su lugar de residencia. Esto provocó que en las filas del PCE figuraran personas de varias nacionalidades, como el poeta peruano Cesar Vallejo, y viceversa. Una de las pruebas de fuego, que deslindó los campos entre quienes defendían el internacionalismo frente a los que, de una u otra forma se mantenían en el egoísmo del chovinismo, fue la posición frente al régimen de dominación y explotación colonial, que ejercían sin rubor las grandes potencias europeas que se autocalificaban de democráticas y se horrorizaban de la URSS y de los movimientos organizados de la clase obrera. Sin duda que hay mucho que cuestionarse en las experiencias socialistas, no hacerlo sería una muestra de debilidad y una hipoteca para el futuro, pero sin olvidar el contexto de violencia sistemática y opresión de quienes hablaban en nombre de la libertad y los derechos humanos pero mantuvieron un sistema colonial hasta más allá de la mitad del siglo XX, con su secuela de represión y racismo institucionalizado. El PCE mantuvo una posición inequívoca contra la guerra colonial en Marruecos, una aventura sangrienta, que provocó miles de muertos entre los reclutas españoles y, lo que a veces se olvida, auténticas masacres entre la población local, víctima, entre otras armas de destrucción masiva, de las químicas que empleó el ejército español.

De las Brigadas Internacionales a la Resistencia

El territorio español fue sometido a una auténtica invasión tras el golpe de los militares golpistas en julio de 1936, con presencia efectiva de tropas alemanas, italianas, portuguesas y de otros destacamentos fascistas, al tiempo que presenció uno de los hechos solidarios que más impacto han tenido en el siglo XX, las Brigadas Internacionales. Como expresó Dolores Ibárruri, en el discurso de su despedida pronunciado en Barcelona el primero de noviembre de 1938: “Por primera vez en la historia de las luchas de los pueblos se ha dado el espectáculo, asombroso por su grandeza, de la formación de las Brigadas Internacionales para ayudar a salvar la libertad y la independencia de un país amenazado, de nuestra España. Comunistas, socialistas, anarquistas, republicanos, hombres de distinto color, de ideología diferente, de religiones antagónicas, pero amando todos ellos profundamente la libertad y la justicia, vinieron a ofrecerse a nosotros incondicionalmente”. La segunda guerra mundial estalló en un momento de dispersión de los refugiados españoles y sus organizaciones políticas, entre ellas el PCE. En este contexto, cobra mayor relevancia la implicación de los republicanos y los comunistas españoles en la resistencia europea al nazi-fascismo, que se desarrolló en mayor medida en Francia pero también en la Unión Soviética y otros frentes de batalla. El valor y la entrega de nuestros combatientes fueron valores reconocidos por todos, fruto de la dura experiencia vivida y de la convicción internacionalista de luchar por una causa que no se limitaba a un ámbito geográfico determinado. Concluida la segunda guerra mundial, ante la nueva traición de las potencias capitalistas, que optaron por apuntalar el franquismo de acuerdo con sus intereses geoestratégicos, la diáspora republicana española hizo aportaciones decisivas a las sociedades de acogida desde un punto de vista profesional, a la vez que canalizó su compromiso con las fuerzas democráticas y progresistas. En el caso del PCE, para aquellos militantes a los que no les era posible su vinculación con el trabajo clandestino en el interior de España, se dio la consigna de integrarse y reforzar a los partidos hermanos, lo que tuvo una especial incidencia en Latinoamérica. Es una historia que está todavía por escribir en gran medida, pero que prueba la importancia que supuso la lucha por las libertades y el socialismo en territorio español. Un ejemplo claro de cómo mantuvo el PCE la lucha en España y el internacionalismo de sus convicciones fue la actividad política de Marcos Ana. El preso político que estuvo más de veinte años en las cárceles de la dictadura fue un embajador de la causa antifranquista por el mundo, pero tuvo la grandeza de empatizar con las luchas de otros pueblos y entender que lo que hoy sufren otros lo podemos sufrir nosotros mañana. Que la causa de la clase trabajadora es única. Que de lo que suceda en Vietnam, Congo, Chile, Bolivia, Cuba, Grecia, Palestina o el Sahara dependerá también nuestro futuro. Por eso, no extraña que Marcos Ana figure como representante del PCE en el acta de fundación de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado al acabar la dictadura. La experiencia histórica del PCE resalta la importancia de su compromiso internacionalista. Muchas veces, compañeros en las luchas se sorprenden de nuestro empeño en defender los proyectos de transformación o la soberanía de otros países que sufren la agresión del imperialismo, con las dificultades y las contradicciones que a veces conllevan. No es un capricho, nuestros derechos y libertades nos las jugamos en cada rincón de planeta, porque el anhelo de un mundo mejor no tiene fronteras.

Responsable de la Comisión Preparatoria del Centenario del PCE