Rusia se despertará de su sueño,
Y sobre los restos de la autocracia
¡Escribirán nuestros nombres!

Alexander Pushkin

PUGACHOV Y LAS INSURRECCIONES CAMPESINAS

Aunque la obra de Pushkin tuvo una influencia determinante en la literatura rusa, fue, sin embargo, infravalorada y menospreciada por amplios sectores de la alta sociedad aristocrática y burguesa, por una parte del mundo académico y universitario, por la intelligentsia y las élites de la cultura rusa. No obstante, y aún a pesar de aquella actitud, Pushkin como poeta, como escritor y pensador fue una personalidad determinante en la aparición y desarrollo de la conciencia nacional rusa.

Podemos establecer varios periodos en su corta pero intensa vida. Un primer periodo hasta su expulsión de S. Peterburgo en el año 1820, en el que, por ejemplo, conoció en 1816 a P. Chaadaev, de quien ya hemos hablado en otras ocasiones y con el que mantuvo una cordial y fructífera amistad.

Un segundo periodo se corresponde con su exilio en la ciudad de Kishiniev en 1820-1823. Como decíamos en la anterior entrega, Pushkin estuvo vinculado al movimiento decabrista al que vio como una oportunidad para modernizar a Rusia y fue precisamente en Kishiniev donde se radicalizaron sus posiciones políticas, aproximándose a los futuros decabristas. Hay que indicar que el movimiento decabrista no tuvo un programa político unificado, sino un conjunto de ideas y propuestas que tuvieron su origen en las diferentes “sociedades y uniones” que funcionaron por separado durante el corto periodo de existencia del movimiento. Puede hablarse de tres ideas o propuestas principales. Una, la transformación del Imperio ruso en una monarquía constitucional, con un fuerte control parlamentario. Otra, la creación de una república federal, la abolición de la servidumbre y el reparto de tierras entre las unidades familiares campesinas. Y una tercera, la formación de una república unitaria fuerte y centralizada, con abolición de la servidumbre y reparto de la tierra entre las comunidades campesinas. Pushkin, en lo político, defendió la liberación de los campesinos y una monar-quía de tipo constitucional, con una “ley eterna” que estuviese siempre por encima del monarca.

Durante su exilio en Mijailovskoe, entre los años 1824 a 1826, tuvo lugar la consolidación de las posiciones patrióticas de Pushkin, con dos frentes muy significativos, por un lado continuó con su crítica del absolutismo imperial ruso, centrándolo en la figura del zar Alejandro I y por otro lado consolidó sus posiciones antiliberales, que resultaron proféticas en la medida que marcaron el principio de la crítica a la intelligentsia radical rusa occidentalista.

La obra de teatro Boris Godunov, escrita en Mijailovskoe, es una expresión madura de su concepción de Rusia y su destino histórico y una importante reflexión en la búsqueda de la conciencia nacional rusa. Precisamente el estudio del periodo conocido en la historiografía rusa como Smuta (periodo de los disturbios), le llevó al convencimiento del importante papel que las personalidades singulares y de fuerte carácter juegan en la historia como expresión de la voluntad popular. En este sentido su referencia es, sin duda, Pedro I el Grande.

La profundización en la historia rusa que realizó Pushkin para escribir esta obra genial le llevó a entender la naturaleza de las insurrecciones campesinas rusas y de su terrible y despiadada fuerza. Posteriormente, fruto de aquellos estudios, publicó en 1834 su Istoria Pugachova (Historia de Pugachov), una genial investigación histórica sobre las guerras campesi-nas de 1773 a 1775, que tuvieron como figura visible al legendario Emilian Pugachov. Una continuación de aquel trabajo fue su novela Kapitanskaya dochka (La hija del capitán), ambientada en aquellas guerras campesinas y publicada por primera vez en el año 1836.

INDULTO

Según la ley de sucesión al trono imperial ruso elaborada por Pablo I en 1797, en caso de muerte del zar sin hijos herederos, el trono pasaba a un hermano del difunto según el orden de nacimiento. Es decir, tras la muerte de Alejandro I, que no tuvo hijos, el trono le correspondería a su hermano Constantino, que ya en vida de Alejandro I, llevó el título de zarevich.

Dicen las crónicas que antes de la muerte de Alejandro I, Constantino renunció al trono de forma voluntaria por haber contraído matrimonio morganático con una princesa polaca. Aunque el motivo pudo ser otro: “no quiero que me estrangulen como a mi padre, mientras duermo”. Parece que decía a sus amigos.

El caso es que la renuncia quedó recogida en documentos de carácter privado que conservados por Alejandro I deberían hacerse públicos a su muerte. Pero resultó que no se hicieron públicos, al menos con la suficiente rapidez, por lo que durante casi un mes no quedó del todo claro quién era el heredero legítimo del trono. Resultó que en aquel periodo de tiempo muchas instituciones del Estado, como el Senado o el Ejército, juraron fidelidad a Constantino.

Así que, una vez aclarado quién era el heredero, hubo que repetir los juramentos de fidelidad en la persona de Nicolás I, el tercero de los hermanos. El nuevo juramento del Ejército en S. Peterburgo fue organizado para el 14 de diciembre de 1825, día que los militares constitucionalistas, intentando aprovechar la confusión, organizaron su insurrección o golpe de Estado sacando a las tropas a la Plaza del Senado con la supuesta intención de defender los derechos al trono de Constantino. No debieron organizarla muy bien porque fracasaron y fueron duramente reprimidos.

Como ya dijimos, Pushkin escapó de aquella represión y poco después el nuevo soberano concedió una amnistía al poeta que le permitió reincorporarse a la vida social en S. Peterburgo y le reintegró al servicio estatal activo. Incluso prometió liberarle de la censura y convertirse personalmente en «su único censor». Pero era sólo la parte aparente del plan. La parte no visible supuso la entrega de Pushkin a la tutela del general Alexander Benckendorv, Jefe de la Gendarmería y Jefe de la Policía Política, quien a su vez puso la obra y la vida del poeta bajo un estricto control policial. Al final, la percepción positiva que Pushkin llegó a tener del nuevo zar se convirtió en un desengaño político, llegando a escribir aquello de que… «Nicolás tiene mucho de cabo cuartelero y poco de Pedro el Grande».

JÓVENES ARISTÓCRATAS ABURRIDOS Y DESOCUPADOS

La insurrección polaca de 1831 y la intromisión de las potencias europeas en aquel asunto puso a Rusia al borde de la guerra con Europa. Pushkin interpretó aquel conflicto como una grave amenaza para el Estado ruso y condenó sin paliativos la actitud de los polacos. Su posicionamiento fue aplaudido por muchos de los decabristas exiliados y por parte de sus amigos próximos, como fue el caso de Chaadaev. Otros, sin embargo, no lo compartieron y criticaron sus poemas y escritos relacionados con la toma de Varsovia por las tropas rusas.

Pero el poeta no sólo puso de manifiesto el peligro de la amenaza europea, sino que acertó plenamente en el diagnóstico del enemigo interno. Ya a final de la década de los años 20 del siglo XIX la mayoría de los jóvenes de la generación de Pushkin había renunciado a su conciencia nacional, si es que alguna vez la habían tenido. Aquella juventud y en general toda la intelligentsia posterior quedaron atrapadas en un sentimiento cosmopolita de admiración de todo lo occidental y de condena y desprecio de la cultura rusa.

En los días siguientes a los acontecimientos de Polonia, escribió… «Daba pena oír los comentarios de la alta sociedad moscovita durante la última insurrección polaca. Asco daba ver a los lectores sin alma de los periódicos franceses, reírse ante las noticias de nuestros infortunios». En 1832, Pushkin señaló con precisión quirúrgica en el punto exacto: «están en la oposición, no contra el Gobierno, sino contra Rusia».

Pushkin, reconociendo la necesidad de profundos cambios, no renegó de Rusia, como era habitual en los ambientes revolucionarios de aquellos años. El 16 de octubre de 1836, escribió una esclarecedora carta a su amigo Chaadaev en respuesta a otra del filósofo: “en relación con sus pensamientos, usted sabe que yo me encuentro lejos de estar de acuerdo con todo. No hay duda … que no tomamos parte en ninguno de los grandes acontecimientos que sacudieron (a Europa), pero nosotros teníamos nuestro propio destino. Fue Rusia y su espacio inabarcable los que absorbieron la invasión mongola. Los tártaros no se atrevieron a cruzar nuestras fronteras occidentales y dejarnos en su retaguardia. Se retiraron a sus desiertos y la civilización cristiana fue salvada. Para la consecución de este objetivo nosotros tuvimos que llevar una existencia particular que, manteniéndonos cristianos, nos hizo por completo ajenos al resto del mundo cristiano”.

En definitiva, Pushkin no estuvo de acuerdo con la concepción hegeliana que deja a Rusia “fuera de la Historia”, y en la misma carta escribe… “en lo relativo a nuestra insignificante historia, decididamente no puedo estar de acuerdo con usted. … La invasión tártara fue un triste y grandioso espectáculo. El despertar de Rusia, el desarrollo de su poder, su marcha hacia la unidad … es un grandioso drama. … ¿Acaso todo esto no es historia? … ¿Y Pedro I el Grande, que es él solo toda una historia? … ni de lejos me entusiasma todo lo que veo a mi alrededor: como escritor me molesta, como persona … me ofende. Pero le juro por mi honor que por nada en el mundo quisiera cambiar de patria o tener otra historia de nuestros antepasados diferente a la que Dios nos ha dado.”

(*) Historiador