El capitalismo nunca será verde. Por eso podemos afirmar que se masca la tragedia en el medio rural. El grito de auxilio es “renovables sí, pero no así” y cada vez se escucha en más pueblos de lo que llaman la España vaciada. La transición energética tan necesaria y que a su vez abre una gran oportunidad para muchas zonas del país está discurriendo, fundamentalmente con la implantación de la energía fotovoltaica y eólica, por un camino absolutamente caótico y sin apenas regulación ni planificación.
Estas grandes instalaciones se están tramitando sin tener en cuenta a las personas que habitan estas zonas, con criterios exclusivos de beneficio económico privado, atropellando su biodiversidad y su modo de vida. Las zonas rurales llevan sufriendo desde hace décadas los impactos de la despoblación, que ahora se verá agravado con la invasión del territorio por un desarrollo industrial que no genera empleo en el entorno local y le resta atractivo como destino para nuevas iniciativas y proyectos de vida.
Pero además se plantea un dilema importante. ¿Es lógico que tierras fértiles, que hasta hace una campaña estaban produciendo alimentos de calidad para alimentar a la población, vean como son arrasadas para ser alicatadas con placas solares? Necesitamos la energía para desarrollar nuestra vida pero es aún más importante la alimentación. Los terratenientes que acaparan las tierras son sanguijuelas acostumbradas a vivir de las rentas y no les importa destruir la tierra que alimenta al pueblo si al final de mes tienen unos cuantos euros más en la cuenta.
EN EXTREMADURA ARRANCAN OLIVOS PARA PONER PLACAS
El titular es grandilocuente: Queda inaugurada la planta fotovoltaica más grande de Europa. Lo inquietante es que no lo han dicho solo una vez y en Extremadura cada cierto tiempo se pone en marcha una nueva planta que supera con creces a la anterior. Así nos encontramos con que de las diez plantas fotovoltaicas más grandes del país cinco son extremeñas. Destacan en los primeros puestos las dos mayores plantas solares de Europa: la Núñez de Balboa, situada en la localidad pacense de Usagre, con un tamaño de 1.000 hectáreas, y la Francisco Pizarro, que se encuentra entre las localidades cacereñas de Torrecillas de la Tiesa y Aldeacentenera, con 1.300 hectáreas. Ambas promovidas por Iberdrola, empresa que tiene una buena relación con el PSOE y señalada por el saqueo de los recursos naturales de la región.
En un principio esto podría parecer que es bueno para una tierra que tiene tanta necesidad de trabajo. Pero lo cierto es que una vez construidas las macroplantas no queda casi nada, excepto una tierra arrasada que antes era fértil y productiva y tenía cultivos que se consideran vitales para las personas, tanto por la mano de obra que necesitan como por los alimentos que se generan. Tal es así que en Extremadura se habla de la tercera colonización energética. Primero fue la hidroeléctrica, luego la nuclear y ahora la fotovoltaica que inunda nuestro campos.
LOS DATOS
Son millones de paneles solares colocados sobre extensiones que abarcan la superficie equivalente a cientos y cientos de campos de fútbol que ya se encuentran en todas las comarcas de la región y es que Extremadura es la comunidad autónoma líder en potencia fotovoltaica instalada, con 3.336,9 megavatios (MW) puestos en servicio -casi una cuarta parte del total de España- repartidos en 626 plantas. De ellos, 1.320,9 MW se conectaron a la red el año pasado, uno de cada dos que se instalaron en todo el país. Según los datos facilitados por la Consejería para la Transición Ecológica y Sostenibilidad, hay otros 28 proyectos en construcción, con 1.820 MW, y 157 en tramitación, con 5.127,2 MW, la práctica totalidad de ellos con autorización administrativa o proyecto presentado.
¿Y que reporta todo esto a Extremadura? A esa pregunta se intenta responder en el libro elaborado por el Club Senior de Extremadura ‘Cómo evitar la tercera colonización energética de la región’ y la respuesta es que mientras se ponen en marcha se contrata a cientos de trabajadores y trabajadoras pero una vez finalizada la plantilla se puede contar con los dedos de la mano. Esta historia ya es conocida en esta tierra, pues lo mismo sucedió durante la construcción de los pantanos y las centrales nucleares, que una vez que se finalizaron y entraron en su fase productiva la riqueza que se ha producido ha sido para industrializar otros territorios, poniendo de relieve el papel de colonia de interior que el Estado le tiene otorgado a la región.
Para 2030, Extremadura podría tener instalados 20.000 megavatios de energía fotovoltaica que ocuparían unas 46.000 hectáreas, de las cuales un porcentaje muy elevado son hoy terrenos de cultivo esenciales para esta región. La instalación de infraestructuras de energías alternativas es necesaria pero la riqueza, el bienestar y el futuro de estos proyectos deben tener en cuenta a todas las personas, empezando por las que viven en el medio rural afectado por estos proyectos.
Grandes grupos empresariales y fondos de inversión intentan lucrarse a costa de la transición energética y están acaparando superficies de tierras de labor que son imprescindibles para la producción de los alimentos que demanda la sociedad.
MEDIDAS NECESARIAS
Frente al caos capitalista, es necesario llevar a cabo una planificación de la implantación, generación y distribución de las energías renovables para hacerlas compatibles y respetuosas con un desarrollo armónico de las actividades humanas y el territorio, la protección del medio ambiente y la biodiversidad, consensuando con los entes locales, las organizaciones agroganaderas, los movimientos sociales, las asociaciones ecologistas y cualquier otro sector o colectivo afectado.
Urge dotar de mayor protección a las zonas rurales, sus tierras de cultivo y su patrimonio natural y arqueológico para impedir que sean afectadas de manera lesiva por estas instalaciones. Además es de obligada lógica fomentar el autoconsumo pues, si hay que poner placas solares, lo lógico es empezar por los tejados de los miles de edificios que ofrecen esa posibilidad antes de hipotecar la tierra que hoy nos da de comer. Las macroplantas de placas de hoy son los latifundios de ayer.