El nombre de Oscar Robertson, una de las leyendas del baloncesto profesional norteamericano, volvió a ser noticia recientemente cuando su mítico triple-doble de media, alcanzado en la temporada 1961-62 (un hito en la historia de la NBA), fue superado al fin. La National Basketball Association, más conocida simplemente por sus siglas NBA, es una liga privada de baloncesto profesional que se disputa en Estados Unidos desde 1949. Nuestro personaje de esta entrega, Oscar Palmer Robertson, disputó catorce temporadas como jugador en activo (1960–1974), en las que acumuló títulos para sus equipos, así como reconocimientos individuales. La Asociación de Periodistas de Baloncesto de Estados Unidos decidió en 1998 usar su nombre para renombrar los premios al jugador más valioso del baloncesto universitario.
Pero no es exactamente de basket de lo que tratamos en esta columna, pues desde una perspectiva histórica y de evolución social, la mayor contribución de Robertson al baloncesto profesional no fue en la cancha, sino en el activismo por los derechos laborales y en los tribunales de justicia. La cosa comenzó en el verano de 1963, cuando un grupo de jugadores trasladó a los propietarios una serie de reclamaciones largamente postergadas. Eran mínimos que incluían seguros médicos y de vida, pensiones, el pago de la pretemporada y la presencia de un entrenador en los viajes… El tiempo pasaba y no había respuesta. Al comienzo del All Star de 1964, el primero retransmitido por televisión a todo el país, un comité formado por Robertson, Heinsohn, Baylor y West, decidió permanecer encerrado en los vestuarios hasta que los dueños accedieran a negociar mejoras en las condiciones de trabajo. Hubo fuertes presiones y amenazas, pero los jugadores lo consiguieron. Era un primer paso…
En 1970, representando a los jugadores, Oscar Robertson interpuso a la NBA una de las demandas, a la postre, más importantes en la historia del deporte profesional. La reclamación se sustentaba en tres pilares: paralizar la fusión con la ABA; una liga de baloncesto creada en 1967 en directa competencia con la NBA (la fusión suponía una opción mínima de fuga y habría empeorado las cosas); fortalecer a los jugadores como entidad jurídica y combatir determinadas prácticas ilegales al amparo de las leyes antimonopolio (Sherman Antitrust Act). La demanda también ponía en el foco al ‘draft’, un procedimiento de selección de jugadores cuyo manejo de derechos reservados distaba de ser completamente legal. La llamada ‘reserve clause’ era una vieja herencia de la liga de béisbol (1870) que apresaba a un trabajador de por vida.
El litigio, dirimido en los tribunales, llegaría al Congreso y duró seis años, hasta la fusión efectiva con la ABA, momento en que el acuerdo –Robertson Settlement Agreement–, cerrado en agosto 1976, inclinó la balanza hacia los jugadores. Fue eliminada la retención forzosa por una nueva cláusula que permitía las ofertas, a la franquicia propietaria igualarlas y al jugador decidir: “Asiste a los jugadores el derecho de vender sus destrezas al mejor postor por el precio más alto posible”. El cambio originó un nuevo escenario que promovía un mercado real, forzando a las franquicias a competir por los jugadores.
Nacido en 1938, Robertson pasó su infancia en un barrio pobre y segregado de Indianápolis. Su bisabuelo, Marshall Collier, que falleció en 1954 con 116 años y siendo el hombre más viejo de los Estados Unidos, fue la viva encarnación de una genealogía que hunde sus raíces en la América esclavista. Con todo, al llegar al instituto de Attucks, un centro educativo solo para afroamericanos, pudo demostrar Oscar sus grandes cualidades. En agradecimiento, Oscar siempre ha recordado a personas como el entrenador, Ray Crowe y al director del centro, Alonzo Watford, quien se adelantaba en los viajes del equipo a localidades difíciles para evitar problemas mayores. Se malcomía aprisa en el autobús porque nadie los servía en los restaurantes. Para entrenar, debían aguardar a que otros equipos blancos, de inferior categoría, abandonaran el recinto. Las celebraciones públicas por los títulos ni se contemplaban… De vuelta al gueto, más de una vez sollozó el joven Oscar ante su padre: “No nos quieren”… Pero la vida siguió su curso y ningún obstáculo impediría que Robertson llegase a ser ‘Big O’ en las canchas y un sindicalista al que estudian las escuelas de dirección de empresas.