Las aletas del tiburón
se vuelven rojas cuando derrama sangre.
Maki Cuchillo lleva un guante:
asÍ ningún crimen se ve.

Bertolt Brecht, La balada de Maki Cuchillo.

Juan Orlando Hernández (JOH) ha sido detenido. Las imágenes del ex presidente encadenado, arrestado por los militares y la policía frente a su lujosa vivienda, tienen un fuerte valor simbólico: el final de ocho años marcados por la violencia y la arbitrariedad. Está acusado de narcotráfico: quinientas toneladas de cocaína hacia Estados Unidos.

Para hacer una comparación con el narco mexicano más famoso, el tristemente legendario Chapo Guzman traficó 200 toneladas. Mucho menos que lo que justifica la acusación contra JOH. Además ha surgido la noticia de los supuestos vínculos entre JOH y el Chapo para financiar la candidatura de Hernández en 2013 con el dinero del Cártel de Sinaloa que dirigía.

El pueblo hondureño, ya en fiesta por la victoria de la candidata presidencial de la izquierda Xiomara Castro, ha visto al hombre fuerte del país, antes temido, tratado ahora como un jefe de la mafia.

En el acto final de su carrera criminal -ahora se enfrenta a la posibilidad de una vida en la cárcel-, mantuvo toda su bravuconería como Maki Cuchillo, el protagonista de La Ópera de Tres Centavos de Bertolt Brecht. Esposado delante de los fotógrafos, con la policía armada con ametralladoras detrás de él, JOH puso los dedos de manera inusual. Los investigadores tienen pocas dudas: ha querido aprovechar esta oportunidad para enviar un mensaje al mundo criminal al que, cada vez más claramente, pertenece. Según la policía, el ex presidente quería decir a todos sus socios que seguía siendo leal hasta la muerte. No los traicionaría, no hablaría.

Un jefe de la mafia italiana, un padrino, no podría haberlo hecho mejor. Lo que deja la amargura en la boca es que ha representado a todo un país durante años, decidiendo, con sus políticas el destino de millones de personas. Muchas asesinadas, como la líder indígena Berta Caceres que defendió los derechos de su pueblo. Muchísimas obligadas a abandonar su país en largas caravanas, donde las menos afortunadas han perdido la vida.

/ Tegucigalpa