“… los veterinarios, tantas veces olvidados por los historiadores de la medicina…”
Francisco Guerra, médico e historiador

Y de pronto, desencajonado ya el “armagedón” de las macrogranjas, alzo su voz un personaje que no había sido invitado a la escandalera: “Lo siento, tengo que comentar esto. Yo he sido el veterinario que ha tratado durante más de 15 años a las vacas de Eva y del resto de ganaderos y ganaderas de Las Navas del Marqués…”. Con esta introducción Daniel García Gómez se atrevió a exponer en las llamadas redes sociales una serie de apreciaciones que no dejaron en muy buen lugar a Pablo Casado, después de que éste posara para unas surrealistas declaraciones entre las vacas de una explotación radicada en el citado municipio abulense. García Gómez no se anduvo por las ramas y resumió, “Casado demuestra no tener ni pajolera idea”. O sea que, finalmente, al pimpollo Casado le ha puesto en su sitio un veterinario “respondón”.

Sirva esta suerte de forzado preámbulo como justificación para recordar el papel jugado por algunos veterinarios (“respondones”) durante pasajes de nuestra historia reciente. Así, por su relevancia política habría que empezar por Félix Gordón Ordás, leonés nacido en 1885, y fallecido durante su exilio mexicano, en 1973. Nuestro personaje estudió y acabó sus estudios veterinarios en su ciudad natal, allá por 1905.

Fue el primero en proponer el establecimiento de registros pecuarios en todo el territorio nacional para un mejor control del ganado y de las enfermedades y epidemias. Consiguió que durante la Segunda República se crease una Dirección General de Ganadería, dándose un novedoso tratamiento unitario y global a la ganadería y a sus técnicos, promoviendo la Ley de Policía Sanitaria pecuaria e incluyendo una renovación integral de la veterinaria.

Elegido diputado en 1931 y 1933 por el Partido Radical-Socialista. Fue ministro de Industria y Comercio en el último gobierno del bienio progresista, bajo la presidencia de Martínez Barrio (octubre – diciembre de 1933). Exiliado en México tras el final de la contienda, llegó a ser nombrado presidente del Gobierno de la República en el exilio desde 1951 a 1960.

Otro destacado veterinario e hijo de veterinario, miembro del PCE, fue Nicanor Almarza Herranz (Villacastín, Segovia, 1898 – México, 1968). Cursó sus estudios en la Escuela Superior de Veterinaria de Madrid, graduándose en 1921. Posteriormente se especializaría en Parasitología Animal en las Escuelas de Medicina Veterinaria de Berlín, 1929, y en el Instituto Central de Veterinaria Experimental (VIEV) de Moscú, 1931, donde contactó con destacadas personalidades científicas, entre ellas, con el protozoólogo Yakimov.

Llegó a ocupar la Dirección General de Ganadería e Industrias Pecuarias del gobierno de la Segunda República, siendo nombrado por el presidente Manuel Azaña. Al término de la guerra México fue su destino de acogida, allí ejerció como funcionario de la Secretaría de Agricultura y Ganadería. Desde este organismo impulsaría la campaña de erradicación de la fiebre aftosa en 1946. Formó parte, asimismo, del grupo original de profesores de la Escuela de Medicina Veterinaria del Puerto de Veracruz en 1958, en donde sería catedrático de Parasitología, Bacteriología y Enfermedades infecciosas. Erudito, dotado con una vasta cultura, tradujo del latín, árabe, alemán y ruso. Su bonhomía y erudición lo convirtieron en un personaje muy respetado y querido.

En la meritoria obra del médico también desterrado, Don Francisco Guerra, sobre los médicos en la guerra, el autor hace constar que hubo 88 jefes y oficiales del Cuerpo de Veterinaria Militar, 8 de la escala de complemento y 301 provisionales, más 3 veterinarios extranjeros voluntarios en las brigadas internacionales. Estas breves notas no tienen como función un estudio exhaustivo del tema, ya que en verdad no fueron pocos los veterinarios que permanecieron fieles a la República y por lo que pagaron un alto precio teniendo que rehacer su vida lejos de España. Nombres como los exiliados Abelardo Gallego Canel; Moisés Calvo Redondo; Manuel Medina García; Manuel Sobrino Serrano; Guillermo Añoveros Yuste; María Roldán Castros… Otros no tuvieron tanta “suerte” y su ideal les costó la vida, como a Nicóstrato Vela Esteban, director del matadero municipal de León, quien fuera padre del pintor José Vela Zanetti, autor del mural de la ONU (Nueva York) dedicado a los derechos humanos. La vida y sus ironías.