La aglomeración de artesanos y jornaleros hizo posible en Córdoba la toma de conciencia de su fuerza y surgieron aspiraciones a la confiscación del patrimonio de los ricos. Se incorporaron los hombres del trabajo al partido de Mohamed en la insurrección contra los amiridas y se formaron contingentes de tropas mandadas por hombres de los gremios, por menestrales.

Así se vio, en lo que Gonzalo de Reparaz llamó la primera república española, en el motín de Arrabal, a tejedores, carniceros, guarnicioneros, etc. convertidos en jefes de las milicias, participando en los conflictos y en la lucha por el poder. Cuando Mohamed, después de su triunfo, asustado ante fuerzas que no podía someter a su control, quiso desarmarlos, los menestrales se opusieron y proclamaron califa a Abderramán y como éste no cumplió con sus reivindicaciones lo destronaron, nombrando en su lugar a Omega, que hacía causa común con los trabajadores y nombró primer ministro a un tejedor.

LA HUELGA GENERAL DE 1855 Y SU IMPORTANCIA

Jutglar recoge los precedentes que llevaron a esta huelga general de 1855 y escribe: «Raventós señala con respecto a dicha huelga que el chispazo que produjo los precedentes en Igualada y Berga, por ejemplo, fue la presión de los obreros para que fueran reconocidas sus asociaciones. Lo cierto es que, evidenciando una madurez organizativa, desde el mes de marzo hasta finales de junio se produce en toda Cataluña una gran oleada de agitación obrera, con huelgas y lock-outs. La causa directa de la huelga general en Barcelona parte, sin embargo, de la orden del capitán general de Barcelona, del 21 de junio, disolviendo –una vez más– las sociedades obreras ilegales y poniendo bajo la autoridad militar el control de las asociaciones de socorros mutuos. Los obreros desafiaron la orden –en un esfuerzo de solidificación y demostración de su realidad societaria– teniendo lugar del día 2 al 11 de julio la huelga general».

Veamos cómo nos explica los sucesos Vicens Vives en Indusrials i politics, citado por Jutglar: «La amplitud de la huelga –que se extendió a otras ciudades de Cataluña– no se explicaría sin una dirección eficaz y unas ramificaciones sociales que la sostuviesen. El 2 de julio de 1855, mientras en Sanz caía asesinado Sol y Padrís, presidente del Instituto Industrial de Cataluña, seguramente como tristísima represalia de la ejecución de José Barceló, presidente de la Sociedad de Tejedores de Barcelona, en la madrugada del 6 de junio anterior, los obreros se manifestaban en el llano de la Boquería con una bandera roja, donde se leían las palabras ‘Asociación o Muerte’. Por tanto, la consigna de los huelguistas era la de hacerse reconocer el derecho de asociarse como condición previa para la resolución de sus reivindicaciones directas, entre las cuales figuraba la jornada de 10 horas».

LA HUELGA DE LA CANADIENSE

Riegos y Fuerzas del Ebro era la filial de una compañía de gran importancia, fundada en Barcelona, llamada Barcelona Traction, Light and Power, que obtuvo el monopolio del suministro de energía eléctrica y la explotación de los tranvías de la capital catalana. También tenía centrales en Tarragona, Lérida y Gerona. Una idea de la importancia de este trust internacional, conocido por La Canadiense, (por ser su director F. Frasser Lawton, originario del Canadá, y por su control a través de un banco de este país) la da el que solo en sus oficinas tenía más de mil empleados, y los grupos financieros que participaban eran estos: Canadian Bank of Comerce Toronto, London Bank of Scotland, Dan Fishey y Cia, Stollears at Lowentein y Societé Generale de Banque (Francia).

A fines de enero de 1919, la dirección de esta gran empresa ordenó que varios empleados y obreros que trabajaban a jornal fuesen considerados como de plantilla. Pero, de hecho, la medida era una represalia puesto que sus ingresos disminuían con esta solución. El Sindicato Único de Agua, Gas y Electricidad, que acababa de constituirse, declaró la huelga el día 8 de febrero por solidaridad con los citados trabajadores que, al negarse a aceptar la disminución, habían sido despedidos. La industria textil fue a la huelga el 18 de febrero para apoyar a estos trabajadores. El 21, los obreros de las empresas del textil, agua, gas y electricidad y transporte estaban en paro, que en pocos días fue total.

Partidarios de métodos expeditivos, el capitán general Millán del Bosch y el gobernador militar general Martínez Anido, que acababa de llegar, eran partidarios de declarar el estado de guerra. Fue la intransigencia de estas autoridades lo que impidió al gerente de nacionalidad extranjera iniciar conversaciones con los sindicatos. Romanones, entonces jefe de Gobierno, decretó la militarización de los trabajadores sin éxito. Los militantes más conocidos fueron encarcelados; pero a la intransigencia gubernamental patronal respondió el endurecimiento de los sindicatos. La ciudad quedó prácticamente a oscuras. Más del 70% de las fábricas estaban paralizadas.

Desde el 6 de marzo, hecho sin precedentes, el Sindicato Único de Artes Gráficas replicaba a la censura gubernativa estableciendo la «censura roja» y no dejaba publicar en la prensa ninguna nota desfavorable a los huelguistas. Esta censura fue tan eficaz que el bando redactado por el capitán general ordenando la militarización de los huelguistas no se publicó.

El día 13 de marzo, el Gobierno declaró el estado de guerra, pero iniciaba el camino de la negociación, nombrando a Carlos Montañés como gobernador civil y enviando a Barcelona al subsecretario de la Presidencia José Morate. «Se llegó a un acuerdo, en virtud del cual se liberaría a los detenidos, que eran unos 3.000, se admitiría a los represaliados y La Canadiense aceptaba un aumento general y proporcional de salarios, el pago de la mitad del mes que tuvo de duración la huelga y establecía la jornada de 8 horas para su personal. Estos acuerdos necesitaban el refrendo de los huelguistas que, en número de más 20.000, se reunieron en la Plaza de Toros de las Arenas, donde Salvador Seguí, secretario de la Confederación Catalana, informó que se aprobaba la vuelta al trabajo y el citado refrendo, confiando en la palabra de las autoridades sobre la liberación de los detenidos.

LA ALIANZA SINDICAL

Unos días antes, el 18 de marzo, se dio a conocer el documento que consagraba ante el país el Pacto de Alianza Sindical, firmado por la UGT y la CNT, a la vez que formaba un comité de enlace y vigilancia del cumplimiento del pacto, compuesto por Horacio Prieto y Roberto Alfonso en representación de la CNT y por Rodríguez Vega y César Lombardía por la UGT.

(…)

Contrariamente a lo que tratan de hacer creer ciertos partidarios del apoliticismo a ultranza, a ese pacto UGT-CNT y a esta participación decidida en el Gobierno y en el Frente Popular se llegó como consecuencia de la lucha nacional-revolucionaria de nuestra clase obrera a través de un largo, difícil proceso, en el que se contrastaron prácticas e ideas. Todas las fuerzas del Frente Popular contribuyeron a este proceso y se vieron inmersas en él.

(…)

Antes de esta declaración, se habían reunido al final de la primera quincena de agosto la CNT y el PCE, a través de delegaciones del Comité Nacional de la primera y del Comité Central del segundo; el comunicado de la reunión decía entre otras cosas que: «Después de aclaraciones mutuas, los reunidos estuvieron de acuerdo en establecer las condiciones para una acción común entre el PCE, la CNT y todas las organizaciones antifascistas». Este proceso unitario, hace decir al dirigente socialista Araquistáin lo siguiente:

“Se ha radicalizado el Partido Socialista como lo prueba el proyecto de reforma que aprobó en marzo del 36 la Agrupación Socialista Madrileña. Se ha radicalizado también la UGT en lo político y en lo sindical, adscribiéndose en la mayoría de los sindicatos al socialismo revolucionario y aceptando la unión revolucionaria que a juicio de Marx y Lenin corresponde a los sindicatos en el periodo de la transición del capitalismo al socialismo”.

“Se ha socializado la CNT en el sentido de reconocer la necesidad del Estado como instrumento de la lucha y consolidación de las conquistas revolucionarias en el interior y en el exterior del país. Qué alegría para un socialista leer el programa de nacionalización, de municipalización y de colectivización, contenida en la propuesta de la CNT. Parecen artículos arrancados a nuestro programa socialista y, sobre todo, al proyecto de reforma antes mencionado de la Agrupación de Madrid. Bakunin y Marx se darían un abrazo sobre este documento de la CNT”.

(*) Fragmentos de su libro ‘Apuntes sobre el movimiento obrero’ editorial Atrapasueños

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