Uno de los aspectos seguramente menos conocido de la obra de Miguel Hernández es su tarea de lo que puede llamarse “corresponsal de guerra”. Esto es, sus prosas aparecidas en diferentes publicaciones (entre ellas, precisamente, Nuestra Bandera) cuando como miliciano de la cultura o simplemente miliciano, luchó en distintos frentes. 1 Conviene, en pri mer lugar, recordar esas publicaciones, donde en alguna ocasión firmó con los seudónimos de “Antonio López” o “Miguel López”:
Acero. Madrid. De la Agrupación Modesto, luego Quinto Cuerpo de Ejército.
Avanzadilla. De la 36 Brigada Mixta.Ayuda. Madrid. Del Socorro Rojo Internacional.
Al ataque. Madrid. De la Brigada de El Campesino
Frente Sur. Jaén. Altavoz del Frente Sur.
Jaén. Diario de esta ciudad.
La voz del combatiente. Diario de la Comisaría de Guerra del Ejército del Pueblo.
Milicia Popular. Del Quinto Regimiento de Milicias Populares.
Nuestra Bandera. Órgano del Comité Central del Partido Comunista de España.
En estas publicaciones se incluyen treinta y tres textos de Miguel Hernández, alguno no de guerra (como lo relativo a su viaje a la URSS en setiembre de l937). Se conservan, ade- más, fragmentos, esbozos, etc.
Los temas de estas crónicas de guerra son variados, y al mismo tiempo únicos: aspectos diversos de la guerra civil y la necesidad de luchar hasta la victoria, mas no sin derivaciones y ramificaciones, como veremos. Los menciono a continuación por orden cronológico.
– “Defensa de Madrid. Madrid y las ciudades de la retaguardia” y “Para ganar la guerra” (Al ataque, l6-I-l937) constituyen una acerba crítica de las ciudades de la retaguardia republicana, alegres y confiadas mientras Madrid lucha y resiste, se desangra y se defiende a sí misma y a toda la República. En particular, le disgusta Valencia, y así lo declara Miguel Hernández en más de una ocasión.
– “Los seis meses de guerra civil vistos por un miliciano” (Milicia Popular, l9-I-l937). Trata de la improvisación de los primeros momentos en Madrid, de la organización de Quinto Regimiento y de la formación del Ejército Popular.
– “El deber del campesinado” (Al ataque, 23-I-l937). Llamamiento a los campesinos para que se incorporen a la lucha popular:
“Cada baja que ocasionéis al enemigo, es un palmo de tierras que se libra de tiranos y de imposiciones. Cada muerto fascista es un montón de estiércol que tenéis para cosechas venideras”.– “Primeros días de un combatiente” (Al ataque, 23-I-l937). Se trata de un “anónimo” recreado por Miguel Hernández, al igual que buena parte de lo que cuenta. Primeros días de la defensa de Madrid, tras la mínima instrucción militar de un campesino en “uno de sus cuarteles”.
– “Hombres de la Primera Brigada Móvil de Choque” (Ayuda, 23-I-1937). Incluye semblanzas de Valentín González, El Campesino; del capitán José Aliaga, antitanquista muerto a los veintidós años de edad; de Chocolate, chófer de Valentín González; de Manuel Moral, también chófer; del comandante Candón, cubano…. Y de dos mujeres, pese al título de la crónica: Rosario y Felisa, ambas de dieciocho años. La primera es Rosario Sánchez, la dinamitera, a la que Miguel Hernández dedicó un extraordinario poema; la segunda es Felisa Moreno, secretaria de El Campesino:
“Felisa habla poco. Trabaja mucho y siempre parece andar envuelta en el resplandor de agua mediterránea de sus ojos largos. Va a todas partes con su máquina de escribir en la mano y no interrumpen su escritura ni las bombas que la rodean de continuo ni los obuses“(p. 2178).– “El pueblo en armas” (La voz del combatiente, 23-I-l937). Aquí podemos leer un texto en verdad hernandiano, eco en prosa de poemas suyos:
“España yergue hoy su glorioso cuerpo terrestre más desnudo que nunca, y el universo y sus numerosos ojos la ven anegarse en la sangre de su juventud vehemente al pie de una diaria tempestad de aeroplanos y bombardeos (…). El pueblo, mi pueblo, se ha sentido injuriado en sus más remotas raíces” (p. 2l81).– “El reposo del soldado” (Al ataque, 30-I-l937). Se trata de una exhortación no exactamente moralista, sino más bien práctica y “militar”, para los soldados de El Campesino:
“vosotros sabéis que una cantidad de caídos, inutilizados y agotados en los frentes de lucha son producto de la vida desenfrenada, cabaretera, chula, sucia y miserable que han seguido. La gravedad de la situación en que se encuentra la patria que nos ha parido (…) exige (…) un estilo de vida duro con todos los vicios y mezquindades (p. 2184).– “Carta abierta a Valentín González, El Campesino” (Al ataque, 27-II-l937). Publicada el día indicado, la carta está fechada el 2l de febrero. Destinado al Frente Sur (Andalucía), Miguel Hernández se despide de El Campesino:
“Estoy orgulloso de haber peleado a tus órdenes con un fusil, y a ti vuelvo la memoria y la mirada para aprender a diario dignidad, generosidad, bravura, sencillez. Porque sé que lo que te digo no te halaga blandamente, sino que te hace ser con más pasión el hombre austero de siempre, te lo digo (…). Tú, que eres hoy uno de los destructores principales del fascismo frente a Madrid, tal vez seas a mi vuelta uno de los principales constructores de la España que soñamos y apetecemos desde que empezáramos a trabajar sus campos poblados de injusticias y sufrimientos” (pp. 2185-2186).
Ya en Andalucía (en la unidad del comandante Carlos Contreras: Vittorio Vidali) publicará otra serie de crónicas, algunas de las cuales —las más significativas— menciono aquí.
– “La lucha y la vida del campesino andaluz”, con el seudónimo de Antonio López
(Jaén, 4-III-l937):
“Si vuelve la mirada atrás el campesino andaluz, y no puede dejar de vol- verla, únicamente campos de tristeza ven sus ojos. Su lucha contra los amos, su vida, bajo la inhumanidad de estos, conteniendo, reprimiendo, durante siglos y siglos los sentimientos y movimientos de libertad con que ha nacido junto al toro libre, han amontonado sobre sus corazones la desesperación y han impreso a su mirar una luz oprimida y oscura (…). En cuanto ha sabido andar, ha sido arrojado al trabajo, brutal para el niño, de la tierra. El hambre le ha mordido a diario. Los palos han abundado sobre sus espaldas (…). ¿Qué andaluz y qué español del trabajo no ha sentido la mano, la mano cuando menos, de la criminal guardiacivil, la celosa guar- dadora de la riqueza que amontonaban a costa de mares de sudor y lágri- mas los propietarios? (pp. 2187-2188).– “Compañera de nuestros días”, con el seudónimo de Antonio López (Frente Sur,
21-III-1937), fundamental texto sobre la mujer campesina:
“La compañera de los días del hombre ha llevado en España una vida humillada, animal, apaleada, moribunda. Me refiero a la mujer nacida encima del jergón pobre del pueblo, en el rincón ceniciento de la aldea, sobre la misma extensión del campo (…). A los catorce años, la chiquilla ganaba un jornal humillante recogiendo aceituna, espigando rastrojos, trillando centeno, cogiendo la fruta de los huertos de los señores amos. Luego, ya mayor, vinieron labores más rudas y deshonrosas para su cuerpo: empuñó la hoz y la esteva como el hombre. Y si sus huesos y su carne, a pesar de las agotadoras faenas, se resistían a la deformación, no se masculinizaban, se alzaban prodigiosamente bellos, femeninos, eran presa forzosa del rico que poseía la tierra de su padre (…). Nuestras madres, nuestras novias, nuestras mujeres han de venir pronto hacia nosotros detrás de la risa, por una avenida de trigales, ante un firmamento despojado de pólvora, con rastrillos relucientes al hombro (pp. 2191-2193).”
Hay otra serie de crónicas de Miguel Hernández escritas en el Frente Sur, en que se incluye el importante episodio de la larga resistencia y final rendición a los republicanos (1 de mayo de l937) del Santuario de Santa María de la Cabeza, episodio en que partici- pó Miguel Hernández. Menciono unas palabras del mismo de “Sobre la toma de la Cabe- za: carta y aclaración” (Frente Sur, 13-V-1937), en que comenta ciertos aspectos de una carta publicada en dicho semanario, palabras que me parecen definitorias de su tarea como cronista de guerra:
“aunque no soy periodista, sino poeta, escribo en el periódico de mis com- pañeros de Altavoz del Sur la prosa de la poesía que veo y siento en lo más hondo de esta guerra (p.2217).
Lo cual sin duda tiene mucho que ver con una prosa hernandiana que precede al poema “Fuerza del Manzanares” (Nuestra Bandera, 22-VIII-l937), y que, en parte, dice así:
(…) La poesía es en mí una necesidad y escribo porque no encuentro reme- dio para no escribir. La sentí, como sentí mi condición de hombre (…). Me he metido con toda ella dentro de esta tremenda España popular, de la que no sé salido nunca. En la guerra, la escribo como un arma, y en la paz será un arma también aunque reposada. Vivo para exaltar los valores puros del pueblo, y a su lado estoy tan dispuesto a vivir como a morir (p.2227).
En una sección de crónicas de guerra que podríamos considerar como miscelánea encontramos textos como los siguientes:
– “Un acto en el Ateneo de Alicante” (Nuestra Bandera, 22-VIII-1937), en que su autor traza una compendiada autobiografía.
– “La URSS y España fuerzas hermanas” (Nuestra Bandera, 10-XI-1937), crónica de su viaje a la Unión Soviética en septiembre de dicho año para asistir al V Festival de Teatro Soviético; no es, claro está, una crónica de guerra como tal. Cito únicamente esta visión de la Europa continental, occidental y capitalista, y de Inglaterra:
(…) hienas leyendo el periódico, sapos eructando chocolate, zorros y lobos mirándose de reojo y gruñendo de tener que rozarse. Cuerpos humanos afi – cionados a no serlo y propensos a ser larvas, moluscos, carne de pulpo y cara – col, viscosa, lenta (…), Inglaterra, donde vi a los hombres más encerrados en un egoísmo de aguiluchos, rapaces y en una elegancia monótona, uniforme, llena de bombines, cuellos duros y hoteles como cárceles de recreo: una ele- gancia de presidiarios capitalistas (p.2230).
En resumen,
una humanidad automática, mecanizada, sorda por indiferencia egoísta al clamor de los pueblos atropellados; manca para darles ayuda por inhumanidad perezosa, por temor a tender los brazos y retirarlos manchados de sangre (ibid).
– “No dejar solo a ningún hombre” (Nuestra Bandera, l4-XI-l937) lleva por título una frase de El Campesino referente a no abandonar a los heridos en el campo de bata- lla. De ahí, y tras narrar un episodio en verdad impresionante, Miguel Hernández se eleva más allá de lo anecdótico:
(…) me arrodillé a su lado y le repetí muchas veces: “¡No hay quien te deje solo, compañero!”. Y ahora, como entonces, me siento en disposición de no dejar solo en sus desgracias a ningún hombre (p. 2234).
Menciono sin más otros dos importantes textos, “Nuestro homenaje al 7 de noviembre” (Avanzadilla, l6-XII-l937, sobre el primer aniversario de la heroica defensa de Madrid) y “Firmes en nuestros puestos” (pp.2238-2239) y paso a referirme a un interesantísimo trabajo de Miguel Hernández de corte muy diferente: “Hay que ascender las artes hacia donde ordena la guerra” (Nuestra Bandera, 21-XI-1937). He aquí algunos de sus párrafos más significativos:
(…) Ninguna materia tan perpetua para el hombre que hace arte como la de una Humanidad en plena conmoción, emoción, revolución de todos sus valores morales y materiales.
Yo veo a los pintores, los escultores, los poetas de España, empeñados en una labor de fáciles resoluciones, sin el reflejo mejor de los problemas que la situación de este tiempo ha planteado. Advierto a estos hombres llenos de una frivolidad artística heredada de otros hombres, artistas de relumbrón, escépticos en pintura, escultura, poe- sía, arte en general. Veo que los pintores temen a la pintura, la rehúyen y se entregan a juegos ya en desuso del cubismo y sus provocadores. A los escultores, a los poetas, les sucede lo mismo: les falta consistencia espiritual, formalidad que decimos (…).En medio de esta realidad han aparecido libros, revistas, obras de arte que demues- tran lo ajenos que se encuentran sus autores a ella (…). Pero mi confianza en el porvenir de España me hace tenerla en quienes han de dar cauce bueno en ese porvenir, y espero que las artes empiecen a ascender hacia donde ordena el pueblo español victorioso y conmovido (p.2235).
¿Se transparenta acaso una crítica de Picasso y de su Guernica, pintado pocos meses antes? Este posicionamiento del poeta, ¿no es, acaso una defensa de lo que se llamaría realismo socialista?
Bajo el título inventado de “Arengas y reflexiones sobre España”, los editores de las Obras Completas de Miguel Hernández incluyen “varios inéditos que pertenecen con toda probabilidad a la época de guerra” (p. 2274). Son notas acaso destinadas a un desarrollo posterior en Altavoz del frente, en charlas culturales para los soldados republicanos, etc. Algunas de estas notas son ciertamente dignas de consideración, como la dedicada a comentar la empresa americana de España, en que pueden hallarse sorprendentes ecos de la Institución Libre de Enseñanza o de Américo Castro:
España descubre un mundo y se lo arrebatan. Si al pueblo español se le hubiera encauzado su Estado en las nuevas formas de vida que el fenómeno del descubrimiento provocara; si el Estado español hubiera renovado su arcaica organización económica, y en vez de fomentar el aventurismo hubiese fomentado, impulsado, una industria, una ciencia una cultura con las que conquistar además de las tierras descu- biertas su producción, otro gallo cantara en adelante al oído de los españoles, y no el gallo de la miseria que nos viene cantando. Toda la América se nos fue en sermones, predicaciones, religiones: se nos fue tras derrochar un heroísmo desatinado, una locura mal administrada y regida (p. 2240).
Y sobre la unidad nacional dice:
Hablan de la unidad indivisible de España aquellos que se la han repartido en cachos o feudos o latifundios, que procuran ser cada vez mayores. Aquellos que dicen patria y se llevan la mano al bolsillo, que dicen honor, y se la vuelven a llevar.
La tierra es una unidad indivisible. Nos pertenece a todos y todos hemos de trabajarla y hemos de gozarla todos. No es justo que yo la trabaje y tú la goces (p.2244).
Y, en fin:
Urge alegrar esta tierra, urge arrancar de raíz la tristeza que tantos sistemas de miseria han acumulado sobre ella (p. 2245).
Cierto. Quizá por eso Miguel Hernández pudo escribir, aludiendo a sí mismo aquello de:
que hay ruiseñores que cantan encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
(*) Transcripción del texto de la ponencia “Miguel Hernández, corresponsal de guerra”, leída en el Ateneo de Madrid el 6 de mayo de 2010, dentro de los actos del Centenario de Miguel Hernández.
(**) Julio Rodríguez Puértolas, Universidad Autónoma de Madrid.
1 Todo lo mencionado, en Miguel Hernández, Obra Completa , II, Teatro. Prosas. Correspondencia (Madrid, Espa – sa Calpe, l992), pp. 2166—2279; ed. de Agustín Sánchez Vidal, José Carlos Rovira y Carmen Alemany.
Publicado en el nº 224-225 de Nuestra Bandera. Año 2010
(**)