Es recurrente escuchar a medios y políticos hablar de los problemas económicos y encarecimientos a los que nos estamos enfrentando como consecuencia de la guerra de Ucrania. Con esa afirmación no aclaran cuáles de esas consecuencias son de la guerra y cuáles de las sanciones impuestas por la Unión Europea. De este modo, resulta cómodo descargar en Putin cualquier problema económico que enfrentemos, incluso los que ya teníamos antes de la guerra, por ejemplo, el aumento de la inflación.

Uno de los grandes encarecimientos es el de la energía, algo que tiene consecuencias no solo en las economías familiares, sino también en muchas empresas y transportes. Efectivamente, Rusia es fundamental en el suministro de energía en Europa. Proporciona alrededor del 40% del gas que consume Europa y el 10,43% del que utiliza España. En cuanto a petróleo, es el octavo proveedor de España. Pero no hay nada en la propia guerra que impida que Rusia siga suministrando el gas y petróleo comprometido en los contratos. Han sido las sanciones y las intenciones europeas y estadounidenses de intentar acabar con esas compras las que han obligado a buscar otras vías más caras, lo que ha supuesto la subida del precio en los mercados internacionales. Otras medidas como el acoso bancario a Rusia, la paralización del gaseoducto previsto desde Rusia a Alemania y la incertidumbre sobre posibles nuevas sanciones han supuesto más inestabilidad en los mercados que han afectado a los precios.

Las sanciones occidentales también incluyen la paralización de 630.000 millones de dólares en reservas rusas, un dinero que podría ser utilizado por Rusia para la guerra, pero que también se utilizaba para pagar sus deudas a bancos europeos o compras a productos importados de nuestros países y que ahora no podrá pagar. Algunos de ellos se enfrentan a una posible bancarrota.

En 2021, según datos del ICEX, España exportó productos a Rusia por valor de 2.213 millones de euros. La mayoría de esos productos ya no los podrá pagar gracias a nuestras sanciones. Los productos más proveídos por España a Rusia, y, por ende, los que más se verían afectados, son la confección femenina (292,4 millones de euros); los equipos, componentes y accesorios de automoción (190,8 millones); los minerales metálicos y no metálicos, excepto cobre y cinc (111,3 millones); los automóviles (107,3 millones), y las materias primas y semimanufacturadas de plástico (83,7 millones).

Las sanciones también suponen que no podemos comprarles nada. Les comprábamos a los rusos por valor de 6.033 millones de euros. Además de combustibles y lubricantes (5.048 millones de euros); productos de fundición de hierro (221,9 millones); química inorgánica (93,8 millones); protección de cultivos (89,1 millones), y residuos de la industria agroalimentaria (57 millones). Todo eso ahora habrá que salir a buscarlo a otros mercados y a un precio más caro.

Rusia es el primer país en exportaciones de trigo, independiente del porcentaje que compremos en España, bloquear esa compra supone que se dispararán los precios en el mercado mundial.

A nadie se le escapa que también afectará al turismo español, sabemos que el turista ruso era importante en algunas zonas de la costa. Además hay 131 empresas españolas establecidas en Rusia que se han paralizado. Entre ellas, algunas tan conocidas como Acerinox, Fagor, Iberia, Indra, Inditex, Joyeria Tous, Lladró. Meliá, Repsol o Roca.

Cualquiera podrá estar o no de acuerdo con las sanciones, pensar que servirán para parar la guerra o no, lo que es evidente es que el motivo va más allá que el de la solidaridad con Ucrania, porque todos sabemos que no se han aplicado sanciones a regímenes que han estado provocando otras guerras y masacres.

Lo que es importante es que se diga a los españoles que no es la guerra la que ha desencadenado nuestros problemas económicos y encarecimientos, que ha sido la decisión de nuestros gobiernos europeos. Por encargo estadounidense, por supuesto