La fosa abierta como la herida
de la mujer que espera volver a tocar
al padre muerto.
Y rozarle el cráneo,
y acariciar donde antes hubo mejilla
y besarle –a través de los dedos– como si el hueso tuviera
memoria de la carne viva
y el tacto viajara en el tiempo, para que antes que la bala
en el último momento, como la luz de un estrella,
de su hija le alcanzara el beso.
«Luisa Carnés»