El 18 de mayo de 1967, Eduardo Blanco Rodríguez, director general de Seguridad del régimen franquista, dirigió una carta a Manuel Fraga Iribarne, Ministro de Información y Turismo, proponiéndole una campaña para actuar contra el “clima de degradación espiritual” que provocaba la poesía de Miguel Hernández entre la juventud universitaria.
La misiva, conservada en el Archivo General de la Administración, es breve y merece ser reproducida textualmente: “Entre ‘las perlas’ que llegan a mis manos te envío éstas de la más pura autenticidad y nacidas y criadas en el clima de degradación espiritual que constituye la poesía de MIGUEL HERNÁNDEZ ídolo de nuestros rebeldes de hoy. Podría proyectarse una maniobra (como la que hicimos una vez con el “Mundo Obrero” pro-chino) incluyendo en los profusos panfletos ideológicos de Miguel Hernández que circulan por la Universidad estas culminaciones de inspiración bellaca del pobre autor cuyo suegro fue, como sabes, asesinado por los rojos aunque no por ello la viuda de Miguel Hernández haya pasado a nuestro campo”.
Pocas veces es posible disponer de una prueba tan concluyente de manipulación gubernativa y degradación moral de la extrema derecha. De manera clara y concisa, Blanco planteaba utilizar información maliciosa sobre Miguel Hernández para incluirla en las propias publicaciones de la izquierda universitaria, con el fin de desprestigiar políticamente la figura del poeta comunista. Una táctica que demuestra la infiltración de elementos policiales en las filas de la izquierda, dado que era la única manera de garantizar la publicación de los libelos. Como él mismo señalaba, se trataba de una “maniobra” ya utilizada en otra ocasión con el “Mundo Obrero pro-chino”.
En 1963, los grupos de ultraderecha presentes en la universidad habían creado Defensa Universitaria (DU) con el apoyo de los servicios de información franquistas, con el objetivo de contrarrestar violentamente a la izquierda organizada. En 1968, DU cambió su nombre por el de Guerrilleros de Cristo Rey, cuya actividad violenta se extendió por todo el país, en paralelo con lo sucedido en la mayor parte de Europa occidental. Simultáneamente, el Consejo de Ministros franquista creó la Organización Contra-Subversiva Nacional (OCN), dirigida por el servicio de información del Alto Estado Mayor, que en enero de 1972 pasaría a convertirse en el Servicio Central de Documentación (SECED) de Presidencia del Gobierno, el actual Cuerpo Nacional de Inteligencia (CNI). La OCN se encargó de la represión de los movimientos de oposición al régimen, incluyendo la vigilancia e infiltración de los sindicatos universitarios.
No eran tácticas exclusivas del franquismo. Durante los años de la llamada “estrategia de la tensión”, los servicios de información de media Europa manipularon a sus anchas a la extrema derecha, pero también a la extrema izquierda en su objetivo de acabar con el comunismo. La OTAN y sus servicios secretos infiltraron y crearon grupos izquierdistas de diversa índole, preparando el terreno para responsabilizarlos más tarde de atentados y acciones violentas. En 1968, la neofascista Aginter Presse daba orden de “atacar la estructura del Estado democrático bajo la tapadera de actividades comunistas y pro-chinas”. Dos años antes, los servicios secretos y los neofascistas habían organizado en Italia la denominada Operación Carteles Chinos, una campaña de desinformación contra el PCI consistente en llenar todo el país de carteles provenientes, aparentemente, de miembros críticos del propio partido.
El coronel Eduardo Blanco Rodríguez combatió con el ejército nazi en el Frente Oriental durante la II Guerra Mundial. En 1962, fue nombrado jefe del Servicio de información de la Dirección General de Seguridad, y entre 1965 y febrero de 1974 ejerció el cargo de director general. Por supuesto, mantenía una relación directa con Vernon Walters, número dos de la CIA estadounidense, y con Néstor D. Sánchez, jefe de la estación CIA en Madrid. Tras su cese, fue nombrado director general de Promoción del Sáhara, cargo que ejerció hasta diciembre de 1977, con la Marcha Verde por el medio. Dos de sus subordinados más aventajados eran el comisario Roberto Conesa y Antonio González Pacheco “Billy el Niño”. Como cualquier parecido con la realidad puede llegar a no ser pura coincidencia, tomemos nota del pasado y estemos alerta.
— Y digo yo… ¿aquí no haría falta una Revolución?
— Y luego, ¿por qué me lo preguntas?