Circula por las redes un llamamiento para sumarse a un crowfunding (aquí) que pretende recaudar fondos dedicados a culminar un documental sobre la historia del Padre Llanos bajo el título: “Un hombre sin miedo”.

Recordar a estas alturas al “cura rojo” de El Pozo del Tío Raimundo es una idea loable y un proyecto apasionante. Mundo Obrero ya se ha hecho eco de esta iniciativa y la noticia circula por las redes sociales queriendo dar lugar a un ejercicio de memoria que no sólo parece necesario sino que tiene aspectos muy interesantes y hasta atractivos. Primeramente porque, como se dice en la hojilla de promoción, se pretende refrescar memorias cercanas que forman parte de nuestra más reciente historia política, y porque se refiere a un proceso apasionante (en el que se estableció la cooperación entre personas de muy diferentes talantes sociopolíticos) que se puso en práctica durante la llamada “transición”. Dicen nuestros esforzados documentalistas que tenemos que recordar ese periodo del que todavía queda mucho por decir y que empieza mucho antes de lo que nos han contado. Porque la “transición” se fragua en los barrios obreros de las grandes ciudades, en las fábricas, en los campos, en las minas… y también en los seminarios jesuitas y en las iglesias, por mucho que esto último nos parezca hoy contradictorio. También, digo yo, habrá que reconocer su parte al Departamento de Estado de EE.UU. y a la socialdemocracia alemana…

Esta es una historia que hay que contar y hay que contarla bien. Por eso la narración cinematográfica (y eso deseo y espero que suceda en los actos que puedan organizarse para difundir este largometraje), debe someterse a un debate que surge, inevitablemente, en cuanto se leen algunos párrafos alusivos de diversas publicaciones. (Véase, por ejemplo, homohominisacrares.net donde se citan a algunos personajes convertidos posteriormente en personalidades, que fueron parte del “ejército de colaboradores” de la obra social del cura jesuita, como Javier Solana o José María Álvarez del Manzano. Y es que para desarrollar todas estas actividades en el Pozo, José María de Llanos contó con la ayuda de muchos universitarios e importantes personalidades en distintos sectores de la sociedad. Muchos futuros escritores, políticos, científicos y todo tipo estudiantes o recién licenciados pasaron por el Pozo del Tío Raimundo. Unos para conocer, como decía Álvarez del Manzano, un ejemplo práctico del Evangelio y otros para apoyar a las clases más bajas de la sociedad desde una conciencia obrera en un entorno de cierta liberalidad ideológica. Cada cual aportó en su campo. Y ocurrió que quien fue a evangelizar y a redimir resultó redimido por la convivencia con los parias de la tierra. Claro que los casos de Javier Solana o Álvarez del Manzano no nos resultan ejemplares salvo para señalar una práctica inversa a la redención vía el Evangelio.

En fin, que la historia del Padre Llanos y su “ejército de colaboradores” está apasionantemente ligada a determinados temas sociopolíticos que marcaron la llamada “Transición”, como fueron las relaciones entre cristianos de base y marxistas, fuerzas del trabajo y de la cultura, parias de la tierra y pequeño-burgueses concienciados que se iban despegando del franquismo, y que todo ello debería ser ocasión de que aprendiéramos a valorar el proceso que nos trajo al presente político sobre el que no hemos asumido todavía su complicado origen ni su manipulada historia.

Nos sobran las razones para recordar al Padre Llanos.