Los sindicatos de clase demandan justicia salarial para las trabajadoras y los trabajadores, frente a una patronal que mantiene intactos sus beneficios, sus excedentes, sus patrimonios y sus dividendos. Las cifras son escandalosas: la cesta de la compra sube un 14% con el pollo, los huevos, las harinas en los primeros puestos, mientras la banca y las energéticas multiplican beneficios obscenos. En lo que va de año, el banco Santander acumula 7.316 millones de euros de beneficio neto, el mejor resultado desde 2008. Unicaja ha ganado un 67% más respecto al año anterior. El banco Sabadell un 25%, Iberdrola un 29%, Repsol un 40% y la lista continúa. La subida de los tipos de interés abona esos beneficios y presiona sobre los créditos y las hipotecas de las familias. Unas subidas que afectan a cuatro millones de familias en este país. Es un empujón más hacia incremento de la pobreza y la desigualdad. Y empobrecer a los trabajadores es también llevar la economía del país a la deriva.
Los sectores más oligopolísticos están repercutiendo el incremento de costes a precios al consumo para salvaguardar los márgenes empresariales mientras bloquean la negociación de los salarios. Los sindicatos de clase se organizan y responden. Reclaman justicia salarial. Salen a la calle al grito de Salarios o Conflicto. El 3 de Noviembre es sólo el primer hito de un periodo de movilizaciones que escalonará hasta que se consigan las reivindicaciones de las y los trabajadores.
En situaciones como ésta es cuando se ve claramente para qué sirven los sindicatos, que tantos embistes de descrédito malintencionado han sufrido: los sindicatos son la herramienta que tienen los trabajadores para defender no sólo sus derechos, sino los derechos de todos los ciudadanos. Conseguirlo o no conseguirlo depende de su fuerza, y ésta se la dan sus afiliados.
“Nuestra fuerza es nuestra afiliación”, define Agustín Marín, Secretario de Organización y Extensión Sindical de CC.OO, que con más de un millón de afiliados es la mayor fuerza sindical del país: “Un sindicato es la suma de sus afiliados, es la organización, el trabajo de los delegados y delegadas, y la organización y la implicación de las trabajadoras y trabajadores en sus centros de trabajo”.
Sabido es que los derechos se conquistan y se defienden. El cómo se haga y lo que se consiga depende del resultado del pulso que se entabla entre los trabajadores y la patronal, es decir de la relación de fuerzas de cada uno ellos. Esa fuerza determinará quién gane. Es, una vez más, la lucha de clases en estado puro. En Airbus, por ejemplo, lo saben bien. Pero no todas las empresas tienen el mismo tamaño ni la misma capacidad de organización. El objetivo es que no dejar a nadie atrás.
En este otoño caliente, sindicatos y patronal echan el pulso en cada centro de trabajo, en cada sector laboral, en las calles. El calendario de movilizaciones, que empezó el días 7 de octubre, Día mundial por el Día Mundial del Trabajo Decente, ha continuado todo el mes con asambleas informativas de CCOO y UGT con sus delegadas y delegados sindicales. En Valladolid, Valencia y Córdoba se repetían los argumentos: Queremos subidas razonables de los salarios y, sobre todo, compromisos de que cuando la inflación vaya cayendo se irán recuperando las tasas y el poder adquisitivo que ahora están perdiendo millones de trabajadores en este país. La CEOE no quiere entrar en este debate y por lo tanto va a haber que reforzar la movilización y la estrategia de salarios o conflictos.
En las asambleas se recordaba que los salarios reales sufren la mayor caída en 40 años mientras las empresas superan los beneficios previos al COVID. “Los datos que estamos conociendo de subidas salariales medias en torno al del 3% son insuficientes para hacer frente a la subida de los precios de cara a la subida de la inflación; y la cerrazón de la CEOE sobre la posibilidad de llegar a acuerdos generales en torno a la negociación colectiva nos impulsa a seguir persistiendo en la estrategia salarios o conflicto”.
Todos compartían la misma convicción: “Solo con la movilización y la fuerza sindical somos capaces de cambiar las cosas. Esta crisis NO la paga la clase trabajadora”
Pero con la movilización del 3 de noviembre no se cierra nada, explicaba Agustín Martín a Mundo Obrero. “Esta movilización se tendrá que intensificar, tenemos todo el mes de diciembre para forzar o reforzar negociaciones. Si este año está siendo complicado, el 2023 lo será todavía más y lo que hace falta es que la gente entienda que hay que empezar a buscar vías de confrontación con quién realmente está frenando la capacidad de superación de esta crisis, que son precisamente los empresarios”.