El motivo aducido por los autodenominados abogados cristianos para impedir la distribución del sello del centenario del Partido Comunista de España hunde su razón de ser en una de las fakes más repetidas durante los cuarenta años de franquismo: el supuesto radicalismo anticlerical del PCE. Nada más lejos de la verdad. Más allá de comportamientos individuales execrables, la dirección del PCE nunca apeló a la eliminación de nadie por razones de conciencia ni antes de la Guerra Civil ni durante ni después. Lamentablemente, no se puede decir lo mismo de la jerarquía de la Iglesia en aquello años.
Dolores Ibárruri dedica un tierno capítulo de sus memorias a contar sus gestiones para sacar de la cárcel de mujeres a un centenar de monjas. No tiene desperdicio.
Es curioso el empeño en atribuir al PCE ese anticlericalismo del que sí fue abanderado Alejandro Lerroux, uno de los que acabó amparado por el franquismo y la jerarquía eclesiástica.
Estos autodenominados abogados cristianos, que tanto me recuerdan a los corruptos de Manos Limpias, utilizan el poso de esa fake de la dictadura para intentar deslegitimar la existencia de los comunistas. Es la Iglesia Católica la que debería hacer un examen de conciencia sobre el papel de su jerarquía en la Guerra Civil y el franquismo, en la Italia de Mussolini o en la Alemania Nazi.