Noviembre nos deja un mal sabor en la boca, mitigado por las extraordinarias movilizaciones en Madrid y Andalucía en defensa de la sanidad pública. Pero el invierno va entrando con incontables hogares sin posibilidad de espantar el frío, los problemas por la guerra de Ucrania en la que el gobierno de Pedro Sánchez está tan comprometido, el crecimiento de las diatribas de la extrema derecha y la profundización de la confrontación en la izquierda y los afanes por reafirmar cada cual sus pequeñas hegemonías hacia las elecciones municipales de mayo, que podrían ser una debacle devastadora para la izquierda transformadora y rupturista si no se para a tiempo la dispersión y la confrontación.
En este escenario bien vale la pena conocer las experiencias de la izquierda en los procesos unitarios victoriosos en América Latina que, en medio de grandes diferencias políticas e ideológicas, se han caracterizado por un realismo no mágico, como el Garciamarquiano, sino basado en la correcta lectura de los momentos políticos y sociales y en la construcción de convergencias programáticas apoyadas en las grandes reivindicaciones de los movimientos sociales, a la ofensiva en la resistencia y la movilización. Coherencias programáticas de largo alcance cuyo centro tiene que ser siempre el sentir de la gente de las barriadas y conglomerados populares. Una línea que ha permitido largos procesos de gobiernos de convergencia, como en Uruguay con el Frente Amplio, mantiene las perspectivas en Chile a pesar de los difíciles momentos que se viven y las fortalezas de los cambios que se operan en Colombia en medio de la virulencia de la derechas y las deficiencias organizativas del propio proceso unitario. Cuando las divergencias ideológicas en las élites o supuestas vanguardias intelectuales de la izquierda están por encima y alejadas del relato cotidiano de las angustias populares, la derrota está garantizada. Los caminos para avanzar se abren y se consolidan cuando las izquierdas priorizan las coincidencias programáticas y se trabaja en unidad de acción política. “Priorizar para avanzar”, dice la izquierda chilena que supo en el momento oportuno interpretar el sentimiento de la calle, o la izquierda colombiana que desde el corazón de las regiones, territorios y barriadas más olvidadas en alianza con los sectores más activos del movimiento sindical, juvenil, feminista y popular, asumieron que la necesidad de la paz y el combate a la hambruna y la desesperanza reclamaban la construcción de un nuevo país, de una ruptura profunda con toda la institucionalidad tradicional y la construcción de nuevos paradigmas y caminos.
La defensa de lo público, del feminismo todo y la lucha contra las desigualdades, asociado a una nueva idea de la política y de un nuevo país como elementos de unidad y lucha, con procesos colectivos desde abajo y desde los territorios marcan el camino para que las elecciones municipales y autonómicas de 2023 puedan abrir nuevos y prometedores escenarios.