Que el ámbito de la sanidad se haya convertido en el actual canalizador de la energía social contra los ataques neoliberales a los recursos comunes no debería sorprendernos. Los primeros compases de la pandemia pusieron en el centro los ámbitos directamente vinculados a la salud y los cuidados de la población mundial. En nuestro país, con un sistema público que ya venía resintiéndose tras décadas de gestión inspirada en el dogma neoliberal, la elección entre “libertad” o “restricciones” o, mejor dicho, entre capital y vida, supuso el eje sobre el que se articularon las diferentes respuestas a la crisis de la Covid19. De manera masiva y espontánea, la población española salía todos los días a aplaudir a los trabajadores y trabajadoras que ponían constantemente en riesgo su vida para que el sistema público de salud garantizara la atención necesaria en un contexto de emergencia pública. Esta ola de solidaridad y reconocimiento fue aprovechada por sindicatos y movimientos sociales para denunciar que la precariedad y los recortes protagonizaban el día a día de los profesionales sanitarios, los mismos que reclamaron que los aplausos se convirtieran en reivindicaciones para recuperar el músculo que la sanidad pública nunca debería haber perdido.
Cuando los confinamientos y las medidas excepcionales van pareciendo cada vez más un recuerdo del pasado, la emergencia que vive el sector público sanitario no solo no se ha frenado, sino que se ha acelerado bajo el impulso de gobiernos autonómicos conservadores que despliegan una estrategia clara de trasvase de capital público a entidades privadas a través de mecanismos de subrogación y subcontratación. Este funcionamiento se basa en el principio neoliberal de vaciar de recursos el sistema público para después presentarlo como inviable y privatizable. Y es ante este esquema contra el que se ha levantado la mayor parte de la gente trabajadora de nuestro país, volviendo a ocupar el espacio público de manera masiva tras años de distanciamiento social.
La reivindicación es clara, frente al discurso vacío y los anuncios espectaculares del polo conservador, se demandan más recursos y mejores condiciones laborales para los mismos profesionales que eran presentados como héroes y heroínas durante la pandemia. Las movilizaciones que comenzaron en Madrid ya tuvieron sus primeras réplicas en el resto de comunidades autónomas. No parece que vayan a ser acciones aisladas de protesta social. El contexto de crisis global y la demostración de que las reivindicaciones de soberanía productiva o energética son más actuales que nunca suponen un incentivo para la movilización. En pocos meses se celebran elecciones municipales y autonómicas, y en un año está prevista la celebración de elecciones generales. Queda por ver si el eje del discurso político y de la decisión sobre el voto girarán sobre la dicotomía público vs. privado o, en otras palabras, sobre capital vs. vida.