“Hay en el mundo dos clases de seres que se estremecen profundamente: la madre que encuentra a su hijo perdido, y el tigre que encuentra su presa.”
(Víctor Hugo, ‘Los Miserables’)
Antes los niños que eran criados por familias en cuyo seno no habían nacido, una de dos, o eran niños adoptados o eran niños robados. Ambas situaciones, muy diferentes en cuanto al soporte legal que las sustentaba, compartían no obstante un origen común: la pobreza. Y esta situación podía manifestarse en forma individual, por ejemplo, la de una madre que ante la insolvencia de su condición “abandonaba” a su criatura recién nacida a las puertas de una institución civil o religiosa, que al cabo de un tiempo la entregaba en adopción. Pero, además de individual también podía ser una característica del país originario de la madre de la criatura, en cuyo caso la pobreza era doble pues se daba en un contexto de miseria generalizada.
Finalmente, más allá de la frontera legal, nos aparecía la siniestra figura del robo de niños, de la cual en España hemos tenido sobrada constancia durante décadas de oscurantismo a partir de 1939, en las que se generalizó la práctica que terminó por alumbrar un secreto a voces entre la gente, no ya pobre, bastaba con que fuera humilde: “No vayas al hospital a parir, allí desaparecen los niños“, que susurraban muchas abuelas a lo largo de buena parte del siglo pasado, en la que gran número de criaturas fueron dadas por muertas ante sus madres biológicas para, merced a tramas orquestadas desde la propia oficialidad, ser entregadas después a familias de posibles.
La pobreza es, por tanto, esa constante que atraviesa geografías, tiempos y ciclos económicos, así nos recuerda un proverbio árabe que “la pobreza siempre sigue al pobre”, como en el caso que nos presenta Carolina Escobar, escritora y directora nacional de ‘La Alianza’, institución financiada con fondos de distintas organizaciones internacionales y que lleva a cabo en Guatemala un programa de atención integral y estratégica dirigido fundamentalmente a víctimas de violencia sexual y trata: “Tuvimos una niña embarazada por su abuelo, que había violado también a otras muchachas de la familia. Esas víctimas ya grandes, con sus hijos, defendían al agresor y nos esperaban fuera de la sala de audiencias para tirarnos piedras, porque el abuelo mantenía a toda la familia y las mujeres lo veían como su única fuente de ingresos para ellas y sus hijos»…
Líneas arriba ya hemos dicho que la pobreza carece de escrúpulos a la hora de instalarse, igualmente, en un país rico donde lluevan oportunidades para todos sus ciudadanos, en supuesta igualdad. El caso reciente que hemos conocido en España, protagonizado por una persona famosa y de posibles que viajó a Estados Unidos para comprarse una criatura, nos ha metido de lleno en los bajos fondos de esa forma moderna de acceder a la maternidad, como es la gestación por sustitución o maternidad por subrogación y que consiste en la contratación de una mujer que se compromete a gestar un niño con la obligación de entregarlo a los solicitantes cuando nazca para que estos últimos lo críen, renunciando la gestante a sus deberes y derechos parentales. Obviamente la gestante recibe una retribución económica, más allá de que se nos quiera hacer creer el absurdo de que también puede darse en la modalidad altruista, es decir, donde no existe remuneración alguna. ¡Vaya!, los que pueden costearse estas prácticas y aquellos que las amparan pretenden que pasemos por alto esa cara oculta de la maternidad subrogada que es inseparable de la pobreza, la vulnerabilidad y las desigualdades de género.
En medio de esta hecatombe social donde la ciencia y la ética aparecen íntimamente agitadas, grupos políticos como Cs y PP, ¡tan modernos ellos y tan medievales!, han pedido abrir el debate de la gestación subrogada siempre y cuando no medie prestación económica. Es, a todas luces, una trampa que facilitará el hecho de que las parejas sigan viajando al extranjero para adquirir hijos por esta vía y donde, además, será imposible asegurarse de que no hay pagos no declarados. Al respecto, hemos de saber que la gestación subrogada altruista se aprobó en Portugal y que, durante años solo hubo un caso. Es decir, no hay aquí altruismo mainstream y sí criaturas convertidas en producto mercantil.