De los resultados de las elecciones de Ecuador del pasado 20 de agosto hay dos hechos a destacar, más allá del importante paso dado para rescatar al país andino de las garras de políticos neoliberales y corruptos. Por un lado, la victoria de los pueblos indígenas, de las organizaciones sociales y ambientalistas y de toda la humanidad, con el resultado del plebiscito sobre la exploración petrolífera que ha mandatado la suspensión de su explotación en una de las zonas más diversas del mundo: el parque nacional Yasuní. Aunque está claro que la aplicación del mandato plebiscitario será una nueva batalla política y social.
Y el otro hecho que queremos resaltar es la forma machista y patriarcal con que la mayoría de los medios informaron de los resultados de las elecciones, con grandes titulares donde no aparecía el nombre de la candidata ganadora en la primera vuelta para presidir el país, Luisa González, sino titulares al estilo “En Ecuador ganó la candidata de Correa”. No era Luisa González, no era ella. Era la candidata de… hecho que ocurre en muchos otros escenarios donde las mujeres no son reconocidas como sujetas políticas con identidad propia, sino como la esposa, la hija, la amante, la sobrina, la hermana de algún personaje masculino. Pero la ganadora de la primera vuelta presidencial ecuatoriana tiene nombre, rostro y tiene su propia historia. Luisa González es abogada egresada de la Universidad Internacional del Ecuador y tiene dos masters en Alta Gerencia por el Instituto de Altos Estudios Nacionales, y en Economía Internacional y Desarrollo por la Universidad Complutense de Madrid. Tiene una dilatada experiencia en altos cargos en la administración pública y en la empresa privada. Estuvo de titular en los consulados de Ecuador en Alicante y en Madrid.
De reafirmarse en octubre el triunfo del progresismo en Ecuador, e incluso con los resultados de agosto, se constata que el tablero político de América latina y el Caribe se mueve con intensidad en una disputa sin tregua ni pausa entre las derechas y las izquierdas o el progresismo. Y aunque son dos grandes escenarios, abiertamente confrontados regionalmente, no son homogéneos. Hay diferentes líneas y matices. Hay un poco más de homogeneidad en las derechas, aunque no total. Y en los partidos y movimientos progresistas hay contradicciones, diferencias. No es una ola revolucionaria e incluso hay quienes califican a algunos partidos del llamado progresismo como conservadores. Pero aún así, con las contradicciones, vacíos y limitaciones que puedan existir, es una gran alegría que el 20 de agosto no hayan ganado las derechas en las citas electorales en Guatemala y Ecuador, como si lo hicieron ocho días antes en las primarias argentinas, de cara a las presidenciales de octubre, mes en que se realizan otras elecciones muy importantes, las municipales y regionales de Colombia.
Viene un octubre cargado de expectativas.