Utilicé hace bastantes años una reflexión crítica que Margarita Aguirre le dedicara al poeta en 1967 en Las vidas de Pablo Neruda, coincidente con una idea que este reitera en el primer texto de sus memorias, Confieso que he vivido: “Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta”; determinan estas vidas el amor, el tiempo, la naturaleza,  la historia, la política, las cosas elementales…vividas con la pasión que los biógrafos han reseñado y que se reflejan en un conjunto de transmutaciones poéticas de temática variada.

Siempre he mantenido que esa variabilidad llevaba a posiciones críticas que, a veces, pretendían salvar una obra del poeta frente a otras: salvar, por ejemplo, al poeta de Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), frente al de Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena (1972); salvar al Neruda de Residencia en la tierra (1935), frente al de España en el corazón (1938) y el del Canto general (1950), pero siempre he afirmado que poetas como Neruda no necesitan que nadie les salve: la variación temática de su obra está basada en un hombre que aceptó vivir su tiempo con la radical complejidad  que este tenía, ser testigo del mismo, como afirmaba Giuseppe Bellini.

La variación temática de su obra está basada en un hombre que aceptó vivir su tiempo con la radical complejidad  que este tenía, ser testigo del mismo

El poeta metafísico se inicia en 1926 con Tentativa del hombre infinito, donde el tiempo y el espacio se hacen generadores de la infinitud y de su fracaso, como analizó Alain Sicard en un libro brillante de 1981: el hombre infinito es el que quiere apoderarse del tiempo y fracasa en esta tentativa, lo que generaría la desolación que confluirá en angustia en Residencia en la tierra, en la lectura temprana de Amado Alonso (1945), donde la angustia de Residencia emerge también desde la melancolía que había generado otro fracaso, el amoroso, pues Veinte poemas de amor es la historia de otra ruina, la del amor, definida progresivamente en los poemas, construida en el poema XX (“Puedo escribir los versos más tristes esta noche”) y en la “Canción desesperada” (“Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy”).

“A mi me hizo la vida recorrer los más lejanos sitios del mundo antes de llegar al que debió ser mi punto de partida: España». Pablo Neruda

España en el corazón

De los espacios de la angustia, Neruda empieza a salir a través de la historia, de la posibilidad de transformar la historia. He contado que la perspectiva de una salvación desde la angustia (que ya apuntó Amado Alonso) surge en España a partir de 1934, cuando Neruda se vincula definitivamente a nuestro país y nuestra tradición. Ha aparecido hace unos meses un libro amplio en el que Neruda, a través de casi quinientas páginas, antologadas por Abel Villaverde y por mí, reflexiona en versos y prosas sobre España (Escrito sobre España, 2023). En él está su descubrimiento de la historia como salvación, de la lucha por la historia a través de la experiencia cultural que significan los años de la República española y de los comienzos de la guerra civil. Lo que significó España para él, lo explicó algunos años después en “Viaje al corazón de Quevedo”, un escrito de 1943 en el que nos dice: “A mi me hizo la vida recorrer los más lejanos sitios del mundo antes de llegar al que debió ser mi punto de partida: España. Y en la vida de mi poesía, en mi pequeña historia de poeta, me tocó conocerlo casi todo antes de llegar a Quevedo”. España será un motivo de memoria permanente y una evocación de amigos principales desaparecidos, como Federico García Lorca, asesinado y recordado siempre, o Miguel Hernández, “muerto en los presidios de España”.

ESCRITO SOBRE ESPAÑA. Pablo Neruda
Selección y prólogo: José Carlos Rovira, Abel Villaverde
Prefacio: Raúl Zurita
Universitat d’Alacant / Universidad de Talca (Chile), 2023

La experiencia es también generadora de un cambio poético que narra en Tercera residencia, en el poema “Explico algunas cosas”, donde se hace la pregunta sobre el propio lenguaje poético, cargado hasta aquí de hermetismo, y resuelto ahora en coloquialismo: “Preguntaréis:/ Y dónde están las lilas?/ Y la metafísica cubierta de amapolas? / Y la lluvia que a menudo golpeaba/ sus palabras llenándolas de agujeros y pájaros?/ Os voy a contar todo lo que me pasa…”, y recorre a partir de aquí su vida en Madrid, en la Casa de las Flores; recuerda la mercadería de Argüelles, los amigos de entonces (Federico “debajo de la tierra”), hasta que la vida dichosa se interrumpe por la llegada de la guerra (“Y una mañana todo estaba ardiendo”), en la que la criminalidad fascista, o los generales traidores, o la sangre de los niños, nos llevan al clímax dramático final, donde se reiteran las preguntas similares a las que abrían el poema y la respuesta por la nueva realidad: “Preguntaréis por qué su poesía/ no nos habla del sueño, de las hojas,/de los grandes volcanes de su país natal?/Venid a ver la sangre por las calles,/ venid a ver/la sangre por las calles,/venid a ver la sangre/por las calles!”.

El horror de la guerra y la respuesta del pueblo determinan también una mirada poética al propio origen americano, como un despertar también en la propia historia. Es inevitablemente la memoria de Simón Bolívar, el libertador, la que aparece en aquel Madrid trágico de los primeros meses de la guerra. Dice en “Un canto para Bolívar”: “Yo conocí a Bolívar una mañana larga/ en Madrid, en la boca del Quinto Regimiento./ ¿Padre le dije, eres o no eres o quién eres?/Y mirando el Cuartel de la montaña dijo: /Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo».

Canto general y compromiso político

La experiencia española está en origen de un descubrimiento de la historia que desemboca en el Canto general (1950), a través de una compleja biografía que le conduce a una obra histórica y política vinculada a la compleja vida del autor, quien regresa a su país, no sin antes preparar en agosto de 1939 el viaje a Chile de más de dos mil exiliados, hombres, mujeres y niños, desde un barco que consigue fletar en Francia, el Winnipeg, experiencia de la que decía Neruda: “Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie”.

A comienzos de 1940, tras un viaje por Perú en el que surge una nueva poética sobre el pasado americano, plasmada en “Alturas de Macchu Picchu”, regresa a Chile donde vive tiempos activos y difíciles: consulado en México, afiliación al Partido Comunista del que es candidato al Senado y senador desde 1945, luchas políticas contra la derechización de un gobierno que consigue declarar su desafuero en el Senado y hacerlo pasar a la vida clandestina durante más de un año y, luego, a la huida a través de los Andes a Argentina y, desde Buenos Aires, a Europa de nuevo, a Francia. Toda la experiencia anterior, hasta su condición de fugitivo, se construye poéticamente en dos volúmenes que aparecen en México, el Canto general, que es la confluencia de la historia de América, su pasado, la conquista, los libertadores, etc. con un presente en el que autobiográficamente narra su condición de fugitivo y la compleja historia de trabajo, pobreza y luchas por la libertad en su país.

A partir de aquí siguen otros libros poéticos, en los que va perfilando una obra nueva, acompasada con su vida: regresos al amor, como en Los versos del capitán (1952), aparecidos como anónimos, en los que narra una nueva y apasionada relación amorosa en Capri. El autor desconocido es definido por la protagonista y conservadora de los poemas, que dice haber recibido de un capitán, al que conoció en la frontera franco-española tras la derrota en España: “El venía de la guerra de España. No venía vencido. Era del partido de Pasionaria, estaba lleno de ilusiones y de esperanzas”; el ciclo de las Odas elementales(1954-1959), una poética de la materia natural, en la que caben cantos a la alcachofa o al caldillo de congrio; la reconstrucción de su vida en Memorial de Isla Negra (1964), o temores sobre el futuro en un mundo que se puede destruir, amor, naturalezas, geografías, hasta la presencia irremediable de la proximidad de la muerte en un ciclo final que apareció tras el fallecimiento del poeta en 1973, a lo largo de unos veinte títulos que resulta imposible comentar aquí.

El período final viene marcado por un libro con el que voy a concluir, que completa un tiempo poético y político excepcional: candidato a la Presidencia de Chile por el Partido comunista en 1969, desde donde apoya la experiencia de Unidad Popular que hará Presidente a Salvador Allende, su amigo y compañero del Partido socialista; embajador en Francia; Premio Nobel de Literatura, enfermo de cáncer desde 1970, los tres años que llegan hasta su muerte el 23 de septiembre de 1973 son tiempos de lucha difícil, para Neruda y su país, por el acoso de una derecha que, auspiciada por los Estados Unidos de América, con participación directa de su Agencia Central de Inteligencia (CIA), dará un golpe de estado militar el 11 de septiembre de 1973, encabezado por el general Augusto Pinochet, jefe de las Fuerzas Armadas.

Neruda inicia el año 1973, refugiado en Isla Negra, con un libro político, Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena, que apareció en febrero de 1973 en la editorial Quimantú de Santiago con una tirada de sesenta mil ejemplares. Era un acto de propaganda poética ante el clima social que se vivía, presente en las páginas del libro, donde en tercetos endecasílabos se encamina a recorrer la crónica más contemporánea, y va desgranando los elementos de la crisis que vive el país: el embargo internacional del cobre chileno; amplía sus denuncias internacionales a los bombardeos con napalm en Vietnam; regresa a Chile y sufre las caceroladas en Santiago contra el Gobierno de Allende; defiende la Cuba amenazada por el bloqueo norteamericano; narra el asesinato en octubre de 1970 del general constitucionalista René Schneider; sigue con la victoria de Allende y los combates contra la misma de la empresa telefónica estadounidense ITT, que contribuyó a paros patronales, huelgas de transportistas, violentos desórdenes públicos…

El libro es crónica de un período de esperanzas y amenazas en el que el poeta entra directamente, sin precauciones metafóricas: “A la guerra civil de los contrarios/quieren llevarnos garras fratricidas”, dice en el poema XXV. Y hay un recuerdo literario, reiterado en dos poemas, con el que quiero finalizar: se trata de la vuelta a la memoria de sí mismo, a la memoria cultural nos referimos. Un día, Neruda ha salido de su casa de Isla Negra, recorre unos pasos hasta el mar y escribe su “Mar y amor de Quevedo”, y también escribe otro poema, “Leyendo a Quevedo junto al mar”, en el que dice:

Viviendo entre el océano y Quevedo,

es decir entre graves desmesuras,

leyendo el mar y recorriendo el miedo

del poeta mortal en su lamento

comprendo la razón de mi amargura.

Porque mi corazón no está contento.

Chile es golpeado por la misma gente

que nos destinan al sometimiento…

La memoria de España, y de Quevedo, era inevitable aquí, como recuerdo en un tiempo en el que su país sufría una amenaza que había vivido igual en nuestro país entre 1934 y 1936, cuando descubrió a España y, al mismo tiempo, la amenaza del fascismo. Un recurso cultural clásico era un soporte también para la memoria, que acabó el 23 de enero de 1973 con la muerte (asesinato muy probablemente) de quien, desaparecido Allende, era la mayor amenaza internacional para la dictadura chilena.

(*) Catedrático emérito de la Universidad de Alicante. En 1972, fue condenado por el Tribunal de Orden Público a la pena de dos años de prisión por difundir Mundo Obrero, cumpliendo once meses de condena