“En esa habitación, esa noche, yo me convertí en socialista”
(En una de sus primeras visitas como médico y sorprendida por la escasez del entorno y la desnutrición de la madre,
cuyo primer hijo padecía raquitismo)

Sí, sorprendentemente, hoy en “Ciencia para el Pueblo” traemos a una baronesa. Muy alejada de los perfiles que hemos ido desgranando y quizá contraintuitivo para un medio como Mundo Obrero. Pero ya verán que merece la pena conocer a esta socialista (sí, sorprendentemente también, esta baronesa se definía como feminista y socialista. Y como ambas, llegó lejos).

Edith Clara Summerskill, baronesa de Summerskill, que nació a principios de 1900 y vivió 80 años, fue una médica, feminista, escritora y política laborista británica.  

Estudiante brillante, nuestra protagonista consiguió ingresar en el prestigioso King’s College y, seis años más tarde, convertirse en doctora. Posteriormente ingresó en la escuela de medicina del Charing Cross Hospital Medical School, convirtiéndose, así, en una de las primeras mujeres en ser admitida. Muy comprometida con el ejercicio de la medicina que, junto a su marido, ejerció en una consulta al norte de Londres, desde muy pronto fue consciente de la realidad social que les rodeaba. ¿Y qué hizo? pues según sus propias palabras, convertirse en socialista. Y, por supuesto, organizarse: en 1930 formó parte como fundadora de la primera asociación de medicina socialista de Inglaterra, cuyo objetivo era conseguir un sistema sanitario gratuito y universal (ay, las luchas de siempre, que han de defenderse como nunca) y que acabó siendo germen del Servicio Nacional de Salud en 1948.

Con el ejercicio de la medicina se hizo socialista. Inició su carrera política con 32 años, fue ministra de Seguridad Social Nacional y presidenta del Partido Laborista en 1950

Y desde esa visión socialista de la medicina se implicó con numerosas luchas e ingresó en el Partido Laboralista inglés, iniciando su carrera política con 32 años en el Middlesex County Council. Después vendría su actividad política como miembro del Parlamento por Fullham West —donde causó cierto revuelo al hacerlo con su apellido de soltera—, y de ahí a ser incluida en el gobierno laborista de Clement Attlee en 1945: primero como Secretaria parlamentaria del Ministerio de Alimentación hasta 1950 y, a continuación, como Ministra de Seguridad Social Nacional, aunque sin llegar a ser ministra de gabinete (cositas del patriarcado, es de suponer). Llegó incluso a formar parte del Consejo Privado de la Reina, lo cual es meritorio teniendo en cuenta su definición socialista.

No fueron sus últimos cargos: sirvió en el Comité de Escrutinio de Honores Políticos de la Cámara de los Comunes, de miembro del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Laborista pasó a presidenta del Partido Laborista, nombrada par vitalicia e iniciada en la Orden de los Compañeros de Honor.

Visión socialista y feminista de la sanidad

Pero más allá de las responsabilidades institucionales, Summerskill tuvo una enorme implicación social. Conocida especialmente por buscar no solo la mejora de la sanidad, con esa visión socialista de la salud, sino por incorporar la perspectiva de género, a ella debemos la inclusión de la anestesia en los partos o la Ley de Leche Limpia en 1949. Y una serie de magníficas cartas que se escribió con su hija y que muestran su pensamiento feminista. En ella reflejó las dificultades para conciliar la vida laboral y política con la vida familiar, expuso su firme creencia en la superioridad en muchos aspectos de las mujeres y el rechazo social sufrido por muchas de ellas por pretender algo tan insólito como equipararse profesional e intelectualmente a los hombres.

En estas cartas, publicadas en 1957 en su libro Letters to My Daughter, Edith Summerskill describe a su hija Shirley (también médica y feminista, como su madre) los tres «hechos» que para ella avalan esa superioridad de las mujeres respecto a los hombres: en primer lugar, que sólo las mujeres pueden disfrutar de dos mundos de creación: la creación biológica y la intelectual. En segundo lugar, que las mujeres son físicamente más fuertes y, por ello, viven más. Y, por último, su firme creencia en que las mujeres tienen el mismo intelecto, si no mayor, que los hombres.

También se implicó con el papel de las mujeres casadas que, como podrán imaginar, era incluso más reducido que el de las solteras. Como presidenta de la Asociación de Mujeres Casadas, nuestra protagonista luchó por los derechos del ama de casa y de las divorciadas, promoviendo leyes que las protegieran y las igualaran, como fueron la Ley de propiedad de las mujeres casadas en 1964 y la Ley de hogares matrimoniales en 1967. En respuesta a una pregunta de su hija sobre, precisamente, el papel de las mujeres casadas responde en su libro: “Como médico y miembro del Parlamento soy plenamente consciente del hecho de que las puertas tanto de las facultades de medicina como de la Cámara de los Comunes tuvieron que ser forzadas por mujeres furiosas y frustradas antes de que se reconocieran sus derechos. Sería bastante inexacto sugerir que fuimos bien recibidas en las universidades o en la vida pública».

Paz y antifascismo

¿Y saben dos cosas muy bonitas? Que se implicó con España en su lucha contra el fascismo, firmando un manifiesto impulsado por la Asociación de Amigos de la URSS y otros grupos de izquierda en la que se llamaba a la sociedad británica a fortalecer los lazos de amistad con la URSS y al gobierno a unirse al pacto franco-soviético de defensa de la paz y la democracia contra todos los agresores.

También fue firmante, como miembro del Comitéde Mujeres de la Paz, de una carta al ministro británico en 1939 respecto a la situación española en la que exponían, entre otras cosas, que “Continuar con la decisión política de privar al Gobierno español de su derecho a comprar armas con las que defender al pueblo no es solo claramente injusto para todos y conduce a una cruel matanza en España, sino que también aumenta el riesgo de una guerra europea” y “La información sobre niños famélicos es desgarradora y no hay duda de que la mayor parte del pueblo británico apoyaría sin reservas la adopción de medidas para paliar esta situación. Pedimos la protección total de los barcos de mercancías británicos que participen en el transporte de alimentos a los puertos del Gobierno español”.

Y, además, sus hijos adoptaron el apellido de su madre. Hecho que, recordemos, en la actualidad todavía levanta ampollas. Pero es que Edith fue una mujer excepcional que luchó toda su vida por las personas más vulnerables, de aquí y de allá, y por los derechos de las mujeres, incluyendo una fuerte defensa de la maternidad, como médica, como escritora y como socialista.

Etiquetas: