Pablo del Hierro, profesor de Historia de Europa en la Universidad de Maastricht, acaba de publicar “Madrid metrópolis (neo)fascista. Vidas secretas, rutas de escape, negocios ocultos y violencia política (1939-1982)”. Mantiene que si la sociedad quiere combatir el auge de la extrema derecha es necesario conocerla bien, con sus debilidades y sus fortalezas. “Los investigadores debemos poner nuestro granito de arena, tratando de explicar mejor los orígenes, las ideas y las estrategias de estos grupos”, añade. El objetivo que se ha planteado con este libro es tratar de entender la transformación de Madrid, que pasó de ser vista como la capital global del antifascismo durante la guerra civil a convertirse en una metrópolis neofascista a finales de la década de 1970. “Resulta muy difícil contar la historia del fascismo y el neofascismo en Europa sin considerar el rol desempeñado por España, especialmente durante la dictadura franquista”. Pablo del Hierro se ha centrado en Madrid, donde se concentra el poder, las embajadas, los centros culturales, el gobierno, el Generalísimo, la sede del Movimiento y donde se instalan militares, políticos de primera línea y dictadores que salen huyendo de sus países, como Perón.

GEMA DELGADO: ¿Cómo surge este libro?

PABLO DEL HIERRO: Llevo varios trabajando sobre la extrema derecha. Hice la tesis del doctorado sobre las relaciones España-Italia y buceando en los archivos encontré mucha documentación sobre la extrema derecha en los dos países durante el régimen de Franco. Hablando con un compañero que hacía como yo el doctorado en Florencia y también había encontrado un montón de documentos sobre el tema, decidimos hacer un trabajo sobre la extrema derecha en los dos países. Pero a medida que íbamos avanzando encontramos documentación que mostraba Madrid, a partir de 1939, como una ciudad muy importante para el desarrollo de la extrema derecha. Habían venido muchos fascistas, criminales de guerra y colaboracionistas de primer orden. Unos iban de paso, otros se quedaron aquí a vivir.

“El Madrid de Franco de 1939 es un punto clave de la red trasnacional que facilita la huida y acogida de nazis y fascistas claves para que puedan seguir luchando en el futuro”

A mí todavía me quedaba la imagen del Madrid antifascista del No Pasarán, y se me ocurrió la idea de explicar esa transición paradójica de cómo Madrid pasa de ser la capital global del antifascismo en 1936 a ser una ciudad casi de paso obligado para todos los fascistas europeos.

MADRID METRÓPOLIS (NEO)FASCISTA. Vidas secretas, rutas de escape, negocios ocultos y violencia política
Pablo del Hierro
Editorial Crítica, 2023

MADRID, ACOGIDA DE NAZIS Y FASCISTAS

G.D.: ¿Por qué restringes tu libro al escenario de Madrid cuando hubo guaridas de nazis y fascistas en muchos rincones de España?

P.H.: Porque en Madrid se reúnen las primeras filas, los que no han tirado la toalla, los que están involucrados en el mundo de la política y trabajan para que su concepto político vuelva a ser relevante. Madrid les ofrece esa plataforma. Es ahí donde tiene su sede el gobierno, la Secretaría del Movimiento, las embajadas, la Cruz Roja, los centros culturales y de propaganda, la prensa… Y tiene otra cosa importante para ellos: editoriales. Por ejemplo Léon Degrelle puede publicar aquí sus memorias, algo que al gobierno belga no le hace ninguna gracia. También las publica Skorzeny. A nivel simbólico Madrid posee mucho potencial para este universo donde las liturgias y los rituales tienen tanta relevancia. Ya desde el periodo de entre guerras el escenario de Madrid les permite recuperar esos rituales en clave de victoria. No es baladí que el primer viaje que hace Oswald Mosley cuando le devuelven el pasaporte después de la II Guerra Mundial sea a Madrid porque quiere ver la tumba de José Antonio, la Ciudad Universitaria y lo que se había vendido como la epopeya de Madrid: cómo los fascistas, desgraciadamente, pasaron.

G.D.: España es el resquicio del fascismo en Europa

P.H.: Es lo chocante, mientras en Europa están debatiendo sobre cómo construir las sociedad democráticas de la posguerra, en Madrid se reúnen unas personas que están pensando justamente cómo evitarlo.

G.D.: El libro tiene un desarrollo cronológico que empieza con la victoria de Franco y la resignificación del Madrid del “No Pasarán” al Madrid del yugo y las flechas amigo y deudor de la ayuda prestada por Hitler y Mussolini. ¿Cómo se realiza esa resignificación tan rápida de la capital?

P.H.: Con una combinación de factores internos y externos. Los internos tienen que ver con los deseos del régimen de tener una capitalidad que esté a la altura de la nueva España de Franco y que siga la estela de otras capitales fascistas; toman como punto de referencia Roma, Berlín y Núremberg, que era la ciudad más simbólicamente importante de la Alemania nazi. Se empieza con el callejero en la primera reunión del consistorio de Madrid. Siguen con una serie de planes urbanísticos y arquitectónicos llenos de monumentos y emblemas de celebración para cambiar la narrativa del Madrid del “No pasarán» a la victoria franquista del “Ya hemos pasado». Y para escenificarlo celebran el desfile de la victoria en Madrid con 120.000 hombres marchando durante cinco horas por el Paseo de la Castellana. También fue muy simbólico el entierro de Primo de Rivera, al que traen a hombros desde Alicante.

Y luego hay otros factores externos, como las visitas de Himmler y del yerno de Mussolini, Galeazzo Ciano, y el establecimiento de servicios culturales, de espionaje y propaganda muy activos por parte de los gobiernos de Hitler y Mussolini. El servicio propagandístico alemán en España era el más efectivo de todos los que tenía en el extranjero. No es baladí que cuando viene Himmler cubren la ciudad de banderas nazis, se hace una exposición en el Retiro sobre la arquitectura nazi y se hace el parangón entre Madrid y Núremberg. Todo esto poco a poco va resignificando la ciudad.

Y el paso clave son las llamadas ratlines, o vías de escape, que es la llegada de colaboracionistas, criminales de guerra y fascistas huidos que contribuyen a dar a Madrid otra dimensión.

RED FASCISTA TRASNACIONAL Y VÍAS DE ESCAPE

G.D.: ¿Cómo funcionan esas ratlines?

P.H.: Son estructuras semi informales que se crean en el momento en el que se empieza a ver que la II Guerra Mundial se va decantando en favor de los aliados. Hay una serie de personas, sobre todo diplomáticos de países centrales, que piensan que ante la inminente caída del III Reich tienen que facilitar la huida de personajes claves para que puedan seguir luchando en el futuro. Piensan que con la derrota en Europa han perdido una batalla pero no la guerra, que tienen que aguantar porque prevén que la Unión Soviética iba a romper su alianza con los Estados Unidos. Y van creando esos mecanismos de ayuda semi formales, semi estructurados, en gran medida clandestinos, con documentación falsa y con una red de alojamientos donde acogerse, rutas con guías a través de los Pirineos, bolsas de dinero para que puedan comprar billetes y sobrevivir un tiempo…

Y uno de los puntos clave de esa organización es Madrid. Primero, por la presencia de diplomáticos de la Francia de Vichy, diplomáticos de la República Social Italiana y diplomáticos alemanes relacionados con el III Reich que se van a coordinar muy bien para organizar las vías de escape. Además en Madrid está la oficina central de la Cruz Roja en España, que facilita documentación a algunas de estas personas que llegan huyendo. 

Y luego están los ministerios, la Secretaría General del Movimiento, etc. El archivo personal del fascista belga Pierre Daye explica cómo ellos hablan con el Ministro de Asuntos Exteriores, con Presidencia, con Ministerio de Interior, etc. para poder facilitar la llegada de estos criminales de guerra. En principio la idea es que se fueran de aquí a Argentina, pero algunos deciden quedarse en España.

G.D.: ¿Cómo les trata Franco?

P.H.: Hay casos y casos pero, en líneas generales, va a ser muy permisivo con estas personas. El régimen entiende dos cosas. Primero, que los aliados están interesados en capturarles pero no van a llegar más allá de la reprimenda pública, de la nota admonitoria, y que no van a realizar nada especial para conseguir la extradición de estas personas. Y lo entienden muy claramente con el caso de Léon Degrelle, que ha creado las SS valonas, es una persona que tiene crímenes de sangre y está condenado a muerte en Bélgica. Tras año y medio pidiendo la extradición al régimen de Franco, este les comunica que lo han expulsado ya del territorio y nos les da más información, cuando lo que ahora sabemos es que, con la ayuda de la Falange, se orquestó una fuga de película desde el hospital de San Sebastián, donde convalecía después de un accidente de avión, y que le trajeron a Madrid donde le mantuvieron escondido casi dos años. La versión oficial es que desparece del mapa sin dejar ningún tipo de rastro. Es una bofetada en la cara de los anglosajones, pero la reacción de los gobiernos aliados se queda en una serie de notas públicas recriminando la actitud del régimen de Franco. El régimen se da cuenta que si con alguien tan relevante como Degrelle todo queda reducido a una nota recriminatoria, no tienen mucho que perder.

Además dentro del régimen, sobre todo la gente cercana a Falange, piensan que tienen una deuda que saldar con esos fugitivos.

G.D.: Una deuda militar y económica

P.H.: Claro que sí. Roatta había sido general italiano durante la Guerra Civil en España, había venido a luchar en contra de la República. Léon Degrelle es el primer extranjero al que se le entrega la condecoración especial de Falange. Incluso los sectores más pragmáticos del régimen de Franco piensan que pueden utilizar a esas personas para negociar un quid pro quo. Y eso se ve muy bien más adelante con los terroristas de la OAS (Organización del Ejército Secreto, en sus siglas francesas). Cuando estos se establecen en España, el Ministerio de Asuntos Exteriores dice que les tienen vigilados y que les pueden apretar o soltar “en función de lo que vosotros hagáis con los republicanos en Francia. Si les soltáis les soltamos, si les apretáis, les apretamos”.

Y España se convierte en un refugio para gente de extrema derecha con problemas con la justicia. 

G.D.: España era un país de tránsito hacia otros países. ¿A dónde iban?

P.H.: Sobre todo a Argentina porque está Juan Domingo Perón.

G.D.: ¿Qué papel desempeña Perón?

P.H.: Es un personaje muy peculiar en la historia del siglo XX, difícil de ubicar políticamente porque no es un fascista y tampoco un dictador al uso, es un populista pero que en un determinado momento se alinea con la Alemania nazi y con Italia. Eso hace que muchos fascistas europeos vean en Argentina un destino ideal y alejado de los ejércitos aliados que les están buscando en Europa. 

Allí pueden vivir tranquilamente bajo la protección de Perón, quien además está convencido de que es necesario crear una tercera posición, que es su doctrina política y diplomática. Se trataba de crear un tercer polo entre la Unión Soviética comunista y el Estados Unidos capitalista. Pero considera que Argentina sola no puede construir esa tercera posición, que necesita de la ayuda de Europa. La Europa Occidental se estaba alineando claramente con el bloque capitalista, y la Europa del Este con el bloque comunista. ¿Qué podemos hacer? piensa Perón. Pues esperar y facilitar la llegada de todos estos europeos que ahora están en apuros pero que en realidad comparten la idea del tercer polo. Por eso Perón organiza una ratline con la ayuda de Carlos Fuldner y además crea la Sociedad Argentina de Recepción de Europeos, que es una manera de ayudar a establecerse a todos colaboracionistas y criminales de guerra fascistas que están huyendo de las potencias aliadas. Y esta ayuda, que va a ser muy activa entre 1946 y 1949, se conjuga además con la idea de blanquear Suramérica con europeos y prepararse para la sociedad de la posguerra. Hay proyectos paralelos en otros países como Bolivia. Muy tétrico todo.

QUE LOS PREJUICIOS NO NOS CIEGUEN
 
G.D.: En tu obra nos alertas del peligro que juegan los prejuicios a la hora de formar nuestra percepción de la realidad sobre la extrema derecha, y con ello el diagnóstico y la respuesta.
P.H.: Hay una gran paradoja. Por una parte se dice que la extrema derecha es uno de los grandes peligros que hay para la democracia y para vivir en una sociedad plural. Y por otra parte se dice que la extrema derecha es un grupo de gañanes que no han leído un libro en su vida, que no han viajado y que son absolutamente obtusos. Pero ¿cómo puede ser que si son así supongan una amenaza para la democracia? No es coherente. Y el problema es que todo lo que sea decir que la extrema derecha lleva años entendiendo bien la deriva de nuestra sociedad, de nuestro sistema político para aprovecharse de él se ve cómo hacer apología de la extrema derecha y yo creo que eso es peligroso porque si para probar tus credenciales antifascistas tienes que vender la idea de que la extrema derecha son cuatro desgraciados que no han leído un libro en su vida, le estás haciendo un flaco favor a la democracia.

El antifascismo implica conocer bien el fascismo para poder identificarlo y luchar contra él. Y si estudiamos el fascismo y su función en el siglo XX te das cuenta que dentro del fascismo hay gente que no lee ni viaja, sí, pero sus líderes en su mayoría ha sido gente muy leída, muy viajada y que ha entendido muy bien cómo funciona el sistema político y ha sabido jugarlo a su favor. Eso no significa hacer hagiografía de la extrema derecha, significa ponerla en sus justos términos. Y son una amenaza a día de hoy porque hay gentes inteligentes en la extrema derecha que saben hacer buen marketing, que se mueven bien, que son capaces de simplificar mensajes para que lleguen a más gente, que son capaces de aprovechar las diferencias dentro de la izquierda para su propio beneficio. Llevan años jugando además con la ventaja del desprecio por parte de la izquierda. Creo que hay que jugar la batalla sabiendo que no es fácil. Hay que saber cuáles son sus puntos fuertes para contrarrestarlos de la mejor manera posible. Y de eso trata este libro.

DE PERSEGUIDOS A INFORMADORES

G.D.: Con la guerra fría, Estados Unidos cambia de estrategia y algunos de los organizadores de la rutas de escape de los nazis, hombres de negocios ligados al comercio, se convierten en colaboradores de la CIA para luchar contra un enemigo común: el anticomunismo. ¿Por qué esas relaciones con los nazis?

P.H.: Los que han sobrevivido y siguen en la lucha se dan cuenta, a finales de los 40, que para los aliados ya no es una prioridad perseguirles; a medida de que se van deteriorando sus relaciones con la Unión Soviética se centran en la lucha anticomunista. Y hay sectores dentro de los aliados, sobre todo en los servicios de inteligencia, que plantean: ¿quiénes tienen más experiencia luchando contra el comunismo? Pues todos aquellos que colaboraron con el III Reich porque nos llevan seis años de ventaja, haciendo contrainteligencia, espionaje, y todo ese tipo de cosas. Y piensan que más allá de no perseguirles les podrían reclutar y pedirles ayuda. Y ahí es donde se establecen canales de comunicación. Y así se hace con Otto Skorzeni; él escribe a operativos de la CIA en Madrid y en Estados Unidos haciéndoles propuestas, y aunque la mayoría no llegan a buen puerto, como la de crear un ejército en la sombra con sede en Madrid, que es donde él vivía, sí se convierte en informador.

“En sólo 5 años muchos nazis dejaron de ser perseguidos por los aliados para ser reclutados por la CIA en su lucha contra el comunismo”

G.D.: En sólo cinco años los prófugos fascistas y nazis pasan a ser colaboradores de la CIA.

P.H.: Es un proceso que empieza con la administración Truman, que cambia toda la guardia en el Departamento de Estado, pero también en los servicios de inteligencia. Y se consolida con Eisenhower en el poder, sobre todo en los años duros del macartismo: el comunismo es el gran enemigo, ven comunistas por todas partes, y al comunismo se le combate en todos los frentes, incluido el espionaje, y con todo tipo de aliados. Y llega un momento en el que ya ni ocultan esta relación con los nazis.

ESCENARIO DEL NEOFASCISMO

G.D.: En tu libro abarcas un periodo que va desde la victoria del golpe de Franco a la victoria del PSOE en el 82. ¿Qué evolución tuvo el fascismo en España en este casi medio siglo?

P.H.: Todas estas personas que huyen al final de la II Guerra Mundial y que siguen decididas a pelear por su proyecto político se dan cuenta de que tienen que cambiar su ideario, son conscientes de que el periodo histórico del fascismo ha terminado pero que no todo dentro del fascismo tiene que ser desechado a la trituradora de la historia, que hay cosas que son salvables. En estas redes de extrema derecha dispersa por el mundo se hace un proceso de repensar qué mantener y qué cambiar. Y ahí Madrid juega un papel fundamental porque algunas de las personalidades más importantes están aquí o viajan a Madrid muy a menudo, de forma que Madrid va a ser uno de los escenarios donde se producen algunos de los debates más importantes a la hora de repensar el proyecto político fascista y adaptar parte de la ideología a las nuevas circunstancias. Es un proceso largo con muchas discusiones y debates internos y que no se va a cerrar hasta los años 70 con la llegada de una nueva generación que va a aportar los últimos detalles para cerrar el círculo de una ideología plenamente neofascista.

“Madrid ha sido escenario de algunos de los debates más importantes para el desarrollo del neofascismo a la hora de repensar su proyecto político y adaptarlo a las nuevas circunstancias”

G.D.: ¿Cuáles son esos elementos que adopta el neofascismo?

P.H.: Se dan cuenta de que obviamente ya no tienen números. Si los partidos fascistas de la Europa de entreguerras tenían millones de militantes, ahora son poquísimos y están desperdigados por el mundo. Así que, por un lado, se dan cuenta de que el fascismo tiene que ser trasnacional: somos pocos, estamos en diferentes lugares, por lo tanto, tenemos que cooperar por encima de las fronteras. Segundo, como no tenemos números, tenemos que olvidarnos de la idea de crear un partido gigantesco que sea capaz de colonizar el Estado, esa idea de Partido Estado fascista se va abandonando. Y, a la vez, como no tienen los números, no controlan las calles de las grandes ciudades europeas, así que esa idea del squadrismo y la violencia paramilitar se va a abandonar. Y también se dan cuenta de que el propio nombre, fascismo, juega en contra de ellos porque comprenden que el sistema educativo y la narrativa creada por las potencias aliadas es claramente antifascista; así que empiezan a plantearse qué nombres utilizar. Por ejemplo, las nuevas generaciones en los 60 y 70 se autodenominan nacional revolucionarios, evitando la palabra “fascista” aunque todos sus referentes vienen del fascismo, gente como Julius Evola o Maurice Bardèche, entre otros.

Luego les queda una retahíla de “antis». Son antifeministas, antisocialistas… Son antiparlamentarios, odian la democracia que se está formando en la Europa Occidental, este sistema del pluralismo político, con un poder legislativo fuerte; creen que los Parlamentos son inútiles, ineficaces, una perversión. También mantienen un ultranacionalismo de carácter nativista y xenófobo. Y eso se va a manifestar muy claramente con todo el proceso de descolonización, que además les va a permitir luego en los años 60 volver a ser relevantes porque ellos se van a posicionar claramente en contra de los procesos de descolonización. La red de extrema derecha se va a movilizar en contra de la independencia de Argelia, del Congo, etc…

CON LA LEY DE SECRETOS OFICIALES HEMOS TOPADO… OTRA VEZ
 
G.D.: Aún falta mucho por saber.
P.H.: Ojalá podamos abolir la maldita ley de Secretos Oficiales que nos impide consultar fuentes documentales de mucho calado, sobre todo lo relacionado con Presidencia de Gobierno, con servicios de inteligencia españoles, de la inteligencia militar… que tienen una visión privilegiada de lo que estaba ocurriendo en aquellos momentos y que podrían ayudar a conocer a la autoría intelectual de algunos de los atentados más ignominiosos de la historia de España. Es una ley que aprobó Franco.
Mantenerla es una torpeza porque al final produce el efecto contrario. La gente piensa que si no lo revocan es porque hay secretos muy gordos. Luego, a lo mejor, lo que hay resulta decepcionante. En Francia pasa lo mismo con la documentación más sensible sobre Argelia, y la gente piensa: madre mía lo que debieron de hacer los franceses allí, y lo que te puedas imaginar puede que sea peor de lo que en realidad ha sido.
 
G.D.: El secretismo se convierte en un buen aliado de especulaciones, bulos y fakenews.
P.H.: Uno de los medidores más importante de la calidad democrática de un Estado es la situación de los archivos. Cuanta más transparencia haya más democrática es la sociedad. Todo lo conocemos a través de los archivos de otros países. Pero si hasta la CIA ha desclasificado ya todos los papeles por los que sabemos que estaban detrás de la Operación Cóndor y del golpe de Estado de Chile y de otros países.
 
Aquí, insisto, falta investigación para conocer la Transición en España. Tenemos que entender la relación entre los partidos de extrema derecha españoles y los grupos violentos, tenemos que entender mejor cuáles son los referentes ideológicos, cuáles son los libros que más manejan. Queda mucho por hacer. Es difícil porque la extrema derecha siempre se mueve en ese mundo semi clandestino y de gran opacidad, pero se puede hacer y hay que seguir investigando.

LA TRANSICIÓN

G.D.: ¿Cómo funciona esa red de extrema derecha durante la Transición?

P.H.: La red llevaba ya años consolidada en Madrid. Es trasnacional y funciona de tal manera que colabora y ayuda según las causas y el momento. A finales de los años 60 se empieza a constatar que Franco está llegando a su fin, que tiene problemas de salud, que el régimen ya no es lo que era y que se está abriendo cada vez más. Temen que todo este proceso desemboque en una transición democrática, así que la red de extrema derecha decide movilizarse para salvar España, para que siga siendo lo que era y no evolucione hacia una democracia. Y en esos años se muestran extremadamente activos, es el pico de mayor efervescencia, el pico del neofascismo europeo que va entre el año 68/69, con la llegada de las nuevas generaciones, que van a contribuir a cerrar el dibujo del proyecto neofascista y que llegan con nuevas estrategias: su principal idea es esa noción evoliana de que sólo la acción une. Entienden que la red en los años anteriores se ha limitado más o menos a labores editoriales, culturales, informativas, se han hecho manifestaciones… pero no han llevado a cabo ninguna actuación política de gran calado. Piensan que es necesario volver a las calles, más allá de mítines y campañas, y atentan contra librerías y atacan a todo el movimiento estudiantil que empieza a surgir en las universidades españolas. Y a medida que va avanzando la Transición, estos actos van volviéndose cada vez más violentos incluyendo secuestro, bombas, asesinatos… Y todo eso lo van a hacer con la colaboración de la red de extrema derecha porque en los años 70 no había gente en España que supiera cómo secuestrar a alguien, disparar o poner una bomba. Y ¿quién tiene experiencia?, pues la gente de la red trasnacional, los franceses de la OAS, que tienen entrenamiento militar; algunos italianos que habían recibido entrenamiento militar de Julio Valerio Borghese. Y acuden a ellos. Ernesto Milá relata en sus memorias cómo escribe un manual de guerrilla urbana con Stefano de Lekialle para los militantes que quieren hacer cosas pero no saben cómo. También cuenta que la OAS organiza campamentos de tiro en España. La red de extrema derecha va a jugar un papel tristemente muy relevante en esa radicalización. Son famosas las fotos de los neofascistas italianos que van a pegar tiros en Montejurra.

“Cuando se habla del auge de la extrema derecha en Europa hay que recordar que siempre ha estado ahí, sólo se repliegan para repensar su proyecto político y esperar el momento oportuno”

G.D.: ¿Por qué acabas tu investigación en el año 1982?

P.H.: Porque en los años 80 se consuma el fracaso, afortunadamente, de toda esta estrategia del neofascismo en el sentido de que el proyecto político que tenían no ha vuelto a ser relevante de la forma en que ellos querían. Pero es un fracaso parcial porque lo que sí consiguen es mantener el proyecto político vivo en circunstancias muy complicadas. Por eso, cuando ahora se habla del auge de la extrema derecha en Europa hay que recordar que la extrema derecha nunca ha desaparecido, siempre ha estado ahí. En los años 70 las instituciones europeas se planteaban cómo era posible que las organizaciones neofascistas fueran tan fuertes, que estuvieran poniendo bombas, secuestrando, si ya pensábamos que estaban en el basurero de la historia; y encargan un informe para tratar de explicarlo.

En el 1981 fracasa el golpe de Estado de Tejero y al año siguiente el PSOE gana las elecciones con una mayoría aplastante.

Pero, atención, eso tampoco hace que la extrema derecha desaparezca; se vuelve a replegar y a repensar su proyecto político. Lo que queda es atomización, distintos grupos, Bases Autónomas, Nación Joven… y una falta de dirección. No tienen un plan. Los grandes ideólogos del neofascismo se han ido de España. 

Pero no olvidemos que el gran éxito de la extrema derecha es su supervivencia.

G.D.: Tu libro, como otros de historia, concluye con una invitación a continuar la investigación.

P.H.: Necesitamos un mayor trabajo de investigación y apertura de archivos para entender ese eslabón de años 90 y 2000 que conecte con la actualidad. Necesitamos saber más sobre partidos como Democracia Nacional, España 2000, el MSR (Movimiento Social Republicano)…

Lo que sí tengo es la sensación es que la extrema derecha aprende una lección valiosa del fracaso de los años 80 y tras un periodo de repensar es capaz de volver con más fuerza a finales de los 2000. ¿Qué conclusiones saca la extrema derecha? Lo primero, que el juego de las partes hay que jugarlo bien. ¿En qué consiste? En la polarización de la sociedad a través de acciones cada vez más violentas en las calles cuyo beneficio pueda ser recogido por un partido político de la extrema derecha. Lo explica Milá en sus memorias: actuaban en las calles con la esperanza de que Fuerza Nueva ganara más votos. Esa estrategia fracasa porque Fuerza Nueva es incapaz de desligarse de la violencia de los grupos más radicales de la extrema derecha; hay gente de la rama juvenil y de la propia Fuerza Nueva implicada en atentados como el asesinato de Yolanda González.

De esa experiencia les queda claro que el partido que se presente por la extrema derecha tiene que ser intachable y tiene que oficialmente distanciarse de todos los actos violentos aunque estos le puedan beneficiar. Y creo que les queda la idea de que la extrema derecha tiene que jugar un papel importante en el plano cultural, que ahí es donde se pueden ganar votos.

“Saben que se juegan mucho en el plano cultural, que ahí es donde se pueden ganar votos. Una de las primeras cosas que todos los movimientos hicieron fue montar una editorial”

SU BATALLA CULTURA Y EL PENSAMIENTO HEGEMÓNICO

G.D.: Es la batalla cultura la que están jugando ahora.

P.H.: La extrema derecha siempre se ha movido muy bien en el ámbito editorial. Eso de que les da igual los libros no es verdad. Una de las primeras cosas que hacen todos los movimientos de extrema derecha es montar una editorial. Es su primera preocupación. Fuerza Nueva empieza como una editorial. Lo primero que hacen los nazis que llegan a Argentina es montar una revista, Der Weg/El Sendero. Oswald Mosley después de la II Guerra Mundial contribuye a crear una revista en Europa, Nation Europa. Saben que esa es la manera de seguir influyendo en el debate cultural.

“Son capaces de alterar totalmente el debate sobre el racismo hasta el punto de que muchos franceses consideran que Le Pen no es racista, que sólo defiende lo mejor para los franceses”

Tienen éxitos importantes, por ejemplo Jeune Europe es capaz de influir en el debate sobre el racismo en Europa cuando dicen que ellos no son racistas: no queremos que a los africanos les pase nada malo, es más, queremos que les vaya bien, pero en sus países de origen, no queremos que vengan aquí. Es un discurso que se inicia en los años 60 y es un discurso que por desgracia se está volviendo cada vez más hegemónico y está siendo interiorizado por partidos conservadores. Y consiguen jugar el antirracismo a su favor, y lo hacen con sorprendente éxito hasta el punto de que muchos franceses consideran que Marine Le Pen no es racista, que sólo está defendiendo lo mejor para los franceses.

Y estos dos elementos se combinan con un tercero: la crisis económica de 2008 que lleva aparejada una crisis de identidad a nivel europeo, la gente cada vez tiene más dificultades para definirse a sí misma en un proceso de secularización totalmente completado y en un contexto de globalización donde la identidad nacional va perdiendo peso. Ese contexto de crisis económica, crisis migratoria, relacionado con la crisis de la identidad, es un terreno fértil para desplegar todo el aparato cultural que han construido, desde revistas y periódicos a think tanks, para influir en el debate y llevarlo a su terreno. Y a ello contribuyen las redes sociales; no hace falta que sean mucha gente, pocos tuiteros bien organizados son capaces de hacer que una narrativa se convierta en hegemónica. Y ahí está un personaje clave, Alain de Benoist, filósofo francés asesor de Le Pen: le dice que si quiere ganar elecciones tiene que convertirse en una opción legítima y dejar de lado algunos de sus discursos.

“Quieren dejar el Parlamento como una cáscara de nuez vacía y concentrar el poder en el Ejecutivo. El mejor ejemplo es Orban en Hungría”

“Cuando partidos de extrema derecha critican a los jueces, a los políticos y al Parlamento lo hacen para alimentar las dudas entre la sociedad y desacreditar la democracia”

G.D.: Hay una idea que se repite en tu libro y es la capacidad de la extrema derecha de resistir para esperar el momento oportuno en el que resurgir. ¿Ese momento está llegando?
P.H.: Parece ser que sí, por desgracia. Llevamos algo más de una década en la que están siendo relevantes, en unos países de forma directa, como en Hungría, en otros de forma indirecta alterando el debate político en temas tan importantes como la migración, las políticas LGTBI+, todo lo que tiene que ver con el feminismo, y en la propia idea de la democracia. Su objetivo es que la democracia sea una cáscara vacía. Cuando partidos de extrema derecha critican a los jueces, al Parlamento, y a Correos sin ir más lejos, ¿qué están haciendo?, están socavando las bases de la democracia de la peor manera posible, que es ir sembrando las dudas entre la sociedad, alimentar el descrédito de la democracia. Y al final lo que están propugnando es un sistema democrático con un legislativo cada vez más débil, con unos Parlamentos que ya no sirvan más que para dar gritos, y con un poder ejecutivo cada vez más fuerte. Hungría es el ejemplo perfecto. Orban lleva años diciendo que el Parlamento no sirve para nada, lo que quiere es más poder presidencial. Lo tienen muy claro. Una de las razones por la que están teniendo éxito es porque tienen muy clara su hoja de ruta.