El presidente colombiano desarrolla una intensa actividad internacional. Solo en septiembre estuvo en Chile en los actos del 50 aniversario del golpe fascista contra Salvador Allende y el gobierno de la Unidad Popular, en Cuba en la reunión del G77 más China; y en Nueva York en la Asamblea General de la ONU. En cada evento pronunció discursos en los que abordó diversas problemáticas globales con profundidad de análisis y propuestas. Intervenciones muy aplaudidas y ampliamente registradas en los principales diarios del mundo con notas cargadas de elogios. Igualmente rularon ampliamente por las redes sociales y en muchos sectores de la izquierda, especialmente en Europa. Se le ve como el líder que estaba faltando, con capacidad de oratoria y pedagógica, que no se dedica solo a propuestas administrativas, asistencialistas y parroquiales, sino que tiene una visión del presente y el futuro de la humanidad y cuyo eje es la necesidad de parar las guerras, la depredación ambiental y las desigualdades, de manera urgente, antes de que sea demasiado tarde y se precipite la destrucción del mundo.
Petro pareciera que disfruta con sus éxitos en cada reunión internacional y en las que puede gozar del reconocimiento que la prensa en Colombia le niega. En su país no le reconocen nada y con detectivesca ansiedad buscan las nimiedades en que pudo haberse equivocado para sobredimensionarlas. Le inventan incumplimientos a citas y editan los planos de las reuniones para mostrarlo solo y como si nadie le prestara atención. Sencillamente Petro es una aberración para los grandes medios de su propio país, mientras afuera realzan su presencia y sus discursos. Es natural que la oposición critique y busque defectos, errores y vacíos en cada intervención presidencial. El problema, democrático, es que los grandes medios son quienes asumen el papel opositor. No informan ni analizan. Confrontan.
Dicen los opositores que la actividad internacional del presidente es para alimentar su ego y pasear su vanidad. Es posible que algo haya de esto. Pero sería de inmensa simpleza quedarse en esa cortedad de análisis. Hay que reconocer que sus tesis sobre la lucha contra las guerras, por la defensa medio ambiental y el combate a la pobreza, es sincera. Es lo que siempre ha hecho, como guerrillero, concejal, parlamentario, alcalde y ahora como presidente.
Rodearse de apoyo en el mundo y en las calles de Colombia, y presionar un gran acuerdo nacional, es una estrategia de autodefensa y de ofensiva táctica del presidente.
Seguramente que Petro cada vez que interviene en los foros internacionales piensa que hay que hacer olvidar el vergonzoso papel que el presidente anterior, Iván Duque, jugó en ellos. Todo era mediocridad, simplezas e infantilismos. Su único norte era el de ser el policía de los Estados Unidos en la región y el quiñador contra Venezuela y los otros procesos progresistas.
Y posiblemente hay otro elemento que explique la intensa política internacional de Petro: rodearse de apoyo para oxigenar su gobierno y hacerse fuerte ante los planes de las derechas de expulsarlo del poder mediante algún tipo de golpe de Estado, blando, violento, jurídico, mediático o judicial. Rodearse de apoyo en el mundo y en las calles de Colombia, y presionar un gran acuerdo nacional, es una estrategia de autodefensa y de ofensiva táctica.
Y va funcionando.