Fue el pasado 20 de agosto cuando Bernardo Arévalo se convertiría en el presidente electo de Guatemala al imponerse en las urnas con un 61 % de los votos.

Ni los intentos previos de proscripción por parte del Ministerio Público guatemalteco, ni la persecución arbitraria —una vez alcanzada la victoria— en una nueva intentona golpista que recordaba al golpe de 1954 amparado por EE. UU., pueden apagar la llama de la esperanza que brilla ahora en Guatemala.

Pero, ¿cómo nace Movimiento Semilla?

Corría el año 2015 y al país lo asolaba una gran crisis política fruto de la corrupción imperante en Guatemala. Se acababa de conocer el caso La Línea, una megacausa por corrupción, en manos de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) que destapó la conexión entre redes políticas y empresariales que según el informe de la CICIG “habían secuestrado el Estado”.

La Línea vinculaba a funcionarios, políticos, empresarios, incluso al mismísimo presidente, Otto Pérez Molina, y a la vicepresidencia, Roxana Baldetti, con redes criminales asentadas en el país desde el conflicto armado interno. El Gobierno de Pérez Molina implicó la vuelta de la derecha y el militarismo al país, tras el período progresista del presidente Álvaro Colom y Sandra Torres, proscrita por populista y convertida más tarde en la voz del conservadurismo.

Esta crisis desató numerosas protestas e hizo surgir liderazgos jóvenes hastiados de la situación de crisis y violencia ejercida por un Estado al servicio de las élites económicas. Surgen entonces diferentes movimientos políticos que intentan hacer frente a una corrupción empresarial, política e institucional, instaurada en Guatemala de forma sistemática.

Por un lado, el Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP), que se vincula al Comité de Desarrollo Campesino (CODECA) y que se centra en la defensa del territorio, con el objetivo de avanzar hacia un Estado Plurinacional. Y por otro, el Movimiento Semilla, de carácter urbanita y con vínculos en el mundo intelectual y en el movimiento estudiantil.

En 2020 y con la llegada al poder del ultraconservador Alejandro Giammetti, numerosos jueces que habían perseguido los innumerables casos de corrupción fueron encarcelados arbitrariamente y muchos de ellos tuvieron que exiliarse. La persecución y los asesinatos de personas vinculadas al MLP y a Semilla agravó la crisis en el país pero también fue el inicio de la esperanza en Guatemala.

Con todo en contra y con una persecución política y judicial brutal, el tándem formado por el sociólogo Bernardo Arévalo y la científica Karin Herrera —que rememora el del proceso revolucionario y antiimperialista, encabezado por Juan José Arévalo, padre de Bernardo, y Jacobo Árbenz Guzmán entre 1944 y 1954 y su discurso contra la corrupción y por la justicia social— vencieron a Sandra Torres. La reacción ultra no se hizo esperar pero la persecución del Ministerio Público encabezando la intentona golpista no han frenado los deseos de cambio en el país.

Los ataques contra el presidente electo Arévalo no cesarán, incluso poniendo en peligro su toma de posesión, pero la Semilla ya ha prendido en Guatemala y será difícil conseguir que no crezca.

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