Dice Isaac Rosa, que los “daños colaterales” han tenido siempre una doble función: aterrorizar y desviar la atención.
“Aterrorizar a la población civil, que asuma que no hay lugar seguro, que huya, que lo dé todo por perdido, que se rinda. Y desviar la atención informativa global durante unos días: mientras se discute la autoría y las circunstancias, se quita el foco de la interminable matanza que se sigue produciendo”.
Recuerda que así pasó en Iraq, Kosovo, Afganistán, de nuevo Iraq, Libia… y el relato de manual que se aplica en cada uno de ellos ”Cada operación militar aliada tuvo su colección de daños colaterales, siempre con la misma secuencia: un bombardeo sobre una instalación civil que deja decenas o cientos de muertos, negación inicial, dudas sobre la autoría, propaganda a todo trapo, rueda de expertos, vídeos, infografía, desmentidos, intoxicación y finalmente olvido; hasta que días, semanas o meses después, se confirmaba lo sospechado desde el primer minuto: que habían sido los nuestros”.
Lo cuenta en su columna Los daños colaterales y la calderilla de la muerte publicado en eldiario.es del 19 de octubre.